tag:blogger.com,1999:blog-48833046075278978362024-03-17T01:28:32.860-07:00Gambeteando palabrasDiego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.comBlogger158125tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-43528748905752757492017-03-25T14:04:00.001-07:002017-03-25T14:07:58.079-07:00Acassuso vs. Sacachispas (de Luis Gotfryd)<blockquote class="tr_bq">
de la novela <a href="http://www.facebook.com/superelej">Supérele el justo cero</a></blockquote>
Estaba enfrascado en aquel soliloquio trascendente cuando el maldito teléfono dejó mis preguntas sin respuesta. Era mi viejo amigo Florencio Alchourron, que me pedía un favor. Yo no me podía negar ya que Florencio había sido fundamental en la resolución del caso del ciego de las ballenitas. Además me sentía un poco culpable por haberlo descubierto saliendo de aquel baño de Constitución con aquel muchacho corpulento.<br />
<br />
Florencio estaba dedicándose a transmitir partidos de futbol por Radio Patapúfete y tenía un problemón. Ese día transmitía la final de la liguilla de la D entre Acasusso y Sacachispas y le había fallado el comentarista de campo. Yo le expliqué que no tenía idea del fútbol de ascenso, que si me sacaban de Rácing no tenía idea de nada. Además le expliqué que no tenía tiempo porque tenía que resolver un caso muy complicado y que me faltaba inspiración para idear una solución al introito. <br />
<br />
Florencio me pidió que le cuente el caso ( un ingeniero nuclear que no conseguía trabajo porque era un “viejo” de cuarenta y seis años) y me dijo que él me podía ayudar si lo sacaba de este quilombo inesperado, culpa de ese irresponsable comentarista que prefirió asistir al nacimiento de su primer hijo (“cuatro kilos doscientos , peludo como un monito” le dijo por teléfono) antes que cumplir con su obligación profesional ante tan importante evento: Se definía el cuarto lugar en la liguilla del ascenso.<br />
<br />
Yo ya le había contado mis limitaciones, pero Florencio insistió, así que le dije que sí. Quedamos en encontrarnos media hora antes del comienzo del partido en la puerta del estadio de Acasusso para que me explicara todos los detalles.<br />
<br />
Yo tomé el Mitre con tiempo, pero en la Estación La Lucila se le salió una rueda a la locomotora, que ya venía con una rueda menos, que le habían afanado en la Estación Rivadavia. Llegué a la puerta del estadio 18 segundos antes del comienzo del partido así que Florencio me dio un celular, me colgó la credencial del cuello, me dijo que hiciera los comentarios desde el campo, y me dirigió de un empujón a la cancha. Entré justo en el inicio del partido.<br />
<br />
Minuto 1: Córner para los azules. Los de violeta se defienden con sus once jugadores, el de verde se ubica en la media luna. El de negro no aparece por ningún lado. El ocho de los azules patea débil y el diez violeta se lleva la pelota hacia el campo contrario. <br />
<br />
Minuto 7: La hinchada de los violetas grita desaforadamente, el de verde toma la pelota bajo sus brazos y señala la mitad de la cancha. Parece que mientras yo le mandaba un mensajito a mi esposa pidiéndole que no se olvidara de comprarme calzoncillos, los de violeta hicieron un gol. <br />
<br />
―¿Quién fue el último en tocar la pelota? ―me preguntó Florencio. <br />
<br />
―El de verde ― le contesté.<br />
<br />
Minuto 17: ―¿Córner número? ―me pregunta Florencio. <br />
<br />
No se me ocurrió contarlos.<br />
<br />
―Córner número quince ―le miento. <br />
<br />
―¿Quince?, yo vi dos ―me desconfía Florencio. <br />
<br />
―¿Si sabés cuántos fueron para qué me preguntás?<br />
<br />
Minuto 25: Entra un perro a la cancha. Un policía lo corre con su pistola reglamentaria en la mano.<br />
<br />
Minuto 26: El policía cae agotado en medio de la cancha, lo retiran en camilla, mientras el perro parece reírse en el círculo central.<br />
<br />
Minuto 27: El de verde hace señas inequívocas de que si no le sacan el perro de la cancha no sigue el partido.<br />
<br />
Minuto 28: El cuatro de los violetas le mete una zancadilla al perro que lo deja tirado en el suelo. El arquero de los azules agarra el perro y lo patea, arrojándolo fuera de los límites del estadio. Anoto en mi libreta “denunciar a ambos players a la Sociedad Protectora de Animales”. <br />
<br />
Minuto 33: Un punga le roba la billetera a uno de la barra brava de Sacachispas.<br />
<br />
Minuto 34: Un encapuchado con una bandera del ISIS se acerca al punga con una cimitarra de tamaño considerable. Una mano cae en el área chica. Florencio me pregunta:<br />
<br />
―¿Es mano adentro del área? <br />
<br />
―¡Sí Florencio, es una terrible mano! ―le dije temblando.<br />
<br />
Minuto 44: Penal para los violetas. La barra brava de los azules demuestra que antes de ir a la cancha estudió las características personales, inclinaciones sexuales y ocupaciones del de verde, de su hija, de su esposa, de su hermana, de su madre, de su abuela y de sus ascendientes femeninos hasta el cuarto grado de consanguinidad.<br />
<br />
Minuto 45: Gol de los violetas. El autor del gol se toma sus genitales y se lo ofrece generosamente a la hinchada de los azules. La hinchada de los azules, generosamente, baña en saliva al jugador.<br />
<br />
Minuto 48: El de verde hace sonar estrepitosamente el silbato, a la vez que ensaya un gimnástico paso de baile, doblando su cintura, adelantando la pierna derecha y señalando el centro del campo. <br />
<br />
―¿Qué pasó? ―le pregunto al policía que está con un perro al lado mío. <br />
<br />
El perro intenta atacarme, pero el policía lo frena, mientras que me contesta: <br />
<br />
―Terminó el primer tiempo, pescado.<br />
<br />
Minuto 3 del entretiempo: El mate de la mañana pide pista, le pregunto al policía dónde está el baño. Me señala una casilla de chapas debajo de una tribuna.<br />
<br />
Minuto 4 del entretiempo: La cola para ir al baño rodea toda la cancha. Veo unos hinchas que van a mear atrás de unos árboles. Los sigo. Empiezo mi impostergable e indelegable tarea y viene el cana con el perro. Me dice que lo que estoy haciendo está prohibido. <br />
<br />
―¿No se puede mear? <br />
<br />
―En el árbol no ―me dice el cana. <br />
<br />
Mientras tanto yo ya había terminado de descargar mi angustia.<br />
<br />
Minuto 6 del entretiempo: Al volver a la cancha, paso por un puesto de choripán. Pienso en que el humito del chori es la mejor campaña de marketing jamás inventada. No me puedo resistir, a pesar de que el tordo me prohibió terminantemente los embutidos. Por si me descubren, pensé en decir que no sabía que los chorizos eran embutidos.<br />
<br />
Minuto 7 del entretiempo: Estoy engullendo el choripán, cuando me llama Florencio, preguntándome al aire, las estadísticas del primer tiempo. ―Ñgfftrezzcorndnnerpaffralosggggrazzukkles ―le contesto como puedo.<br />
<br />
Minuto 14 del entretiempo: Salen los azules al campo. Yo le pregunto a un cana qué pasa con los violetas que no salen. <br />
<br />
―El técnico está con cagadera.<br />
<br />
Minuto 15 del entretiempo: Salen los violetas. Tras de ellos el técnico entra con un balde en la mano.<br />
<br />
Minuto 46: (<span id="docs-internal-guid-d919dd55-0747-4475-361d-390cd4092c11"><span style="font-size: 10pt; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;">Nótese que el fútbol es el único espacio donde el tiempo puede ir hacia atrás. Nótese que el primer tiempo terminó en el minuto 48 y el segundo tiempo se inicia en el minuto 46, de tal forma que un jugador que hubiera jugado hasta el minuto 47 en el primer tiempo habría jugado menos que aquel jugador que hubiera jugado hasta los 46 minutos en el segundo tiempo.)</span></span><br />
<div>
<span style="font-size: 13.3333px; white-space: pre-wrap;"><br /></span>
<div>
Empieza el segundo tiempo. Florencio me pregunta: <br />
<br />
―¿Algún cambio en ambos equipos?. <br />
<br />
―Sí, Florencio. Ambos equipos cambiaron de lado. Además algunos de los azules cambiaron la camiseta de manga corta por camiseta de manga larga. Se está levantando un fresquete interesante.<br />
<br />
Minuto 52: Gol de los violetas. Florencio grita el gol y me pregunta: <br />
<br />
― ¿Quién le pegó último? <br />
<br />
― ¡Yo no fui, Florencio! ―le respondo. <br />
<br />
Florencio se enojó y repreguntó:<br />
<br />
―¡¿Quién hizo el gol zoquete?!<br />
<br />
―Si Zoquete es el 11, sí, fue el autor del gol.<br />
<br />
Minuto 59: Me llega un mensaje al celular. Es mi esposa: “pasa x chino. trae pan y ph. y un vinito”. Mientras miro el mensaje, explota la hinchada de los azules. Florencio me pregunta :<br />
<br />
―¿Fue penal?”<br />
<br />
―Depende, Florencio. <br />
<br />
―¿Depende de qué?” <br />
<br />
―Depende si el foul fue adentro o afuera del área, ¿Fue adentro, Florencio?”.<br />
<br />
Minuto 60: El arquero de los violetas, que es el de buzo rojo, ataja el penal. La pelota sale hacia un costado, pega en el perro del primer tiempo, que lastimado y golpeado volvió a la cancha. La pelota hace una rara parábola y se cuela en el arco. Todos los violetas le van a protestar al de verde, pero éste les muestra el reglamento donde dice claramente que si la pelota pega en cualquier elemento extraño, el gol es válido. Los de violeta le dicen que el perro no es un objeto extraño, que es el perro del primer tiempo. El de verde se mantiene firme y convalida el gol.<br />
<br />
Minuto 73: El partido se pone aburrido. Empiezo a mirar las tribunas y veo a un conocido de mi infancia, el Monchito. Le grito cariñosamente “¡¿ Qué hacés Monchito, hijo de puta!?”. No me di cuenta que estaba conectado con Florencio, por lo cual mi puteada salió al aire. <br />
<br />
Minuto 89: ¡Gol de los azules! El cana grita el gol. El perro ladra y me mira amenazante. Hasta que yo grito el gol y el perro me sonríe. El que no me sonríe es el técnico de los violetas, qué me increpa: <br />
<br />
―¡¿Qué clase de periodista sos, gil?!<br />
<br />
―No soy periodista. Soy amigo de Florencio<br />
<br />
Minuto 91: Penal para los azules. Florencio, resignado, no me pregunta nada. Patea el arquero de los azules y se lo atajan. El de verde termina el partido.<br />
<br />
Minuto 1 después de la finalización del partido: Florencio me pide que entreviste a alguno de los autores de los goles del ganador. Yo le pregunto al cana quién ganó, porque había perdido la cuenta de los goles. “Tres a dos los violetas”. Yo me acordaba que el 3 de los violetas había hecho un gol.<br />
<br />
Minuto 2 después de la finalización del partido: Empiezo la entrevista: <br />
<br />
―Estoy acá con el tres de los violetas, figura central en el importante triunfo de su equipo, que con su golazo ha marcado el camino para lograr clasificar a este importante team del ascenso argentino a la categoría de donde nunca tendría que haberse ido. Tres,¿Puede describirnos cómo fue su gol? <br />
―¿Vos me estás cargando? Yo hice un gol en contra ―me dijo el tres, y se fue puteando al vestuario.<br />
<br />
Minuto 5 después de la finalización del partido: Florencio cierra la transmisión y me viene a buscar a la cancha. Florencio me aclara que los de azul eran los de Acassuso, los de violeta eran los de Sacachispas y que el de verde era el árbitro. Yo que iba a saber que los jueces ya no usaban más su típico uniforme negro <br />
<br />
Parece que está enojado pero igual me agradece. Le pregunto si quiere que lo ayude en otro partido y me dice que no. Qué lástima. Me había empezado a gustar el oficio.<br />
<br /></div>
</div>
Sebastián Zaiper Barrasahttp://www.blogger.com/profile/03976432216910274689noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-26689141706241726582017-01-31T10:45:00.001-08:002017-01-31T10:53:09.197-08:00La pulga y la vaquita (por Melina Rígoni)Messi acomoda la pelota para patear un penal contra el Celta de Vigo. Los hinchas del Barça agitan las banderas, los puños, se agarran de los pelos. Lio Messi se aleja unos pasos. “Nadie se lo espera”, piensa. En el bar de Manuel, otros culés se sientan en la punta de la silla preparados para pegar un salto en caso de que su astro convierta otro gol. Messi coloca sus manos en la cintura y entrecierra los ojos, midiendo el espacio que tiene por delante. Sólo una vaquita de San Antonio se interpone entre él y el balón. Pero nadie la ve. El pequeño coleóptero luce los colores del Milan, otro archirrival del Barça. Cuando suena el silbato un resorte se activa y Messi sale disparado hacia la pelota. Parece que va a tirar un chumbazo. La vaquita, ajena a lo que sucede a su alrededor, pasta plácidamente. El estadio se paraliza.<br />
Una gota de sudor recorre la cara de Manuel, fanático de la primera hora. En el último instante, Messi desacelera el golpe y, apenas roza el balón, haciéndolo rodar, suavemente, hacia la derecha. Los tapones del botín, a punto de aplastar a la vaquita, se desvían milagrosamente de su recorrido. El insecto sólo percibe la ráfaga de viento. Desde atrás, aparecen corriendo Neymar y Suarez. Messi comienza a esbozar una sonrisa cómplice. Suarez patea al arco y hace un gol tremendo.El estadio estalla. Los comensales de Manuel saltan de su silla y se abrazan. Los tres jugadores se ríen como chicos. La vaquita sigue su camino imperturbable.Sebastián Zaiper Barrasahttp://www.blogger.com/profile/03976432216910274689noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-47307536310736023482012-11-19T14:58:00.000-08:002012-11-19T14:58:11.921-08:00"El fútbol nos desnuda" (Entrevista a Eduardo Sacheri en el diario Página 12)<b>“El fútbol nos desnuda”</b> <i>(Entrevista a Eduardo Sacheri, publicada en el diario <a href="http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/index.html" target="_blank">Página 12</a> el domingo 18 de noviembre de 2012) </i><br />
<br />
<div class="intro">
El autor de Aráoz y la verdad juntó las columnas que
escribió hasta hace poco en la revista El Gráfico en un libro que lo
confirma como parte de ese selecto grupo de escritores que saben hacer
hablar a la pelota con conocimiento de causa y pasión.</div>
<div class="botones">
<div class="icono">
<a href="http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-27049-2012-11-18.html" target="_blank" title="Abrir nota en una ventana nueva"><br /></a></div>
<div class="icono">
<a href="http://www.blogger.com/blogger.g?blogID=4883304607527897836" title="Enviar por mail"></a>Por <b>Emanuel Respighi</b>
</div>
</div>
<div id="cuerpo" style="font-size: 13px;">
<div class="margen0">
<br /></div>
<div class="margen0">
<span style="font-size: small;">En la
Argentina, la literatura y el fútbol se conjugan como en pocos países
del mundo. La manera en que Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa o Juan
Sasturain, entre otras grandes plumas, tiraron “paredes” gloriosas
entre ambas disciplinas construyó una escuela que formó a escritores y/o
periodistas que hoy imitan sus jugadas relatadas con mejor pie que el
de muchos futbolistas del torneo local. Uno que parece estar a punto de
graduarse y saltar del otro lado del mostrador en el género es Eduardo
Sacheri, el escritor que en Esperándolo a Tito y otros cuentos, Aráoz y
la verdad, Papeles en el viento y Lo raro empezó después demostró que
sabe hacer hablar a la pelota con conocimiento de causa y pasión. Hincha
fanático de Independiente, Sacheri ya forma parte de ese selecto grupo
de tipos a los que al toparse en la vida cotidiana con un partido de
fútbol –cualquier sea, en cualquier lugar– no pueden sino dejarse llevar
por ese juego en busca de vaya a saber uno qué cosa, hasta perderlo
definitivamente de vista. Ese fanatismo (¿obsesión?) queda demostrado en
Aviones en el cielo (El Gráfico Ediciones), que recopila una serie de
relatos y cuentos que el escritor publicó en El Gráfico desde enero de
2011 hasta el mes pasado.</span></div>
<span style="font-size: small;">El fútbol como excusa para hablar sobre la vida. De los grandes
temas y de los más cotidianos, pero no por eso menos importantes. Esa es
la invitación que Sacheri les hace a los lectores que se acercan a
Aviones en el cielo, un libro sobre fútbol pero no de fútbol. En sus
relatos, siempre matizados por una prosa más literaria que periodística,
el autor es capaz de tomar distintos disparadores deportivos para
ahondar en cuestiones como el amor a los hijos, la semejanza entre la
vida y el fútbol, la pertenencia y el paso del tiempo, la gloria amateur
e –incluso– la muerte, entre otras cuestiones. “Creo que el fútbol, en
tanto juego al que nos entregamos apasionada e ingenuamente, nos desnuda
en lo más profundo de lo que somos. Lo bueno y lo malo. Creo que,
cuando nos adentramos en el fútbol, lo hacemos sin máscaras. Para bien y
para mal”, subraya en la entrevista con Página/12. Por si fuera poca la
relación de Sacheri con el fútbol, fue coguionista junto a Juan José
Campanella de El secreto de sus ojos (probablemente la película con el
más logrado travelling del cine argentino, que termina en la cancha de
Huracán) y de la todavía no estrenada Metegol, en la que la pelota
vuelve a ser la protagonista.</span><br />
<br />
<span style="font-size: small;"><strong>–¿Cómo surgieron sus columnas en El Gráfico y cómo resultó
esa experiencia, más cercana al periodismo en su funcionamiento que a la
literatura?</strong></span><br />
<span style="font-size: small;">–La idea surgió de los muchachos que dirigen El Gráfico, con quienes
nos conocíamos a raíz de alguna nota que me habían hecho. De entrada,
temí no dar la talla para adaptarme a la periodicidad de una revista, o
no encontrar temas interesantes para las columnas. Sin embargo, desde El
Gráfico me dieron toda la libertad: “Escribí de lo que quieras, en la
extensión que quieras”. Eso me facilitó enormemente las cosas. Además,
la columna es un artefacto menos laborioso que un cuento: si bien posee
demandas propias del relato, no es tan exigente a nivel del ritmo, de la
tensión narrativa, ni del remate final de la historia. Elementos que,
entiendo, son casi imprescindibles en los cuentos.</span><br />
<span style="font-size: small;"><strong>–Albert Camus dijo alguna vez, palabras más, palabras menos,
que todo lo que sabía sobre moral lo había aprendido jugando al fútbol.
¿Adhiere a ese pensamiento? En todo caso, ¿qué le enseñó el fútbol más
allá de lo deportivo?</strong></span><br />
<span style="font-size: small;">–Si reemplazamos “todo” por “mucho”, ahí lo suscribo.</span><br />
<span style="font-size: small;"><strong>–La literatura y el fútbol tuvieron grandes maestros, desde
Osvaldo Soriano y Roberto Fontanarrosa hasta Juan Sasturain. ¿Considera
que el menosprecio de antaño al género ha perdido vigencia y razón de
ser?</strong></span><br />
<span style="font-size: small;">–Coincido en la existencia de ese menosprecio, aunque me da la
impresión de que ese rechazo abarcaba cualquier expresión literaria que
tuviese por objeto la vida común y corriente de las personas ordinarias.
Y sí, creo que ese prejuicio ha perdido su vigencia, al menos en parte.</span><br />
<span style="font-size: small;"><strong>–¿Tiene alguna teoría acerca de los motivos que hacen que
cualquier profesión ligada al fútbol sea menospreciada por la “academia”
y cierto sector de la sociedad? Pasa en la Justicia, en la literatura,
en los deportistas, en los dirigentes, incluso en el espectador...</strong></span><br />
<span style="font-size: small;">–No lo sé. Ojo que tal vez el propio fútbol, con cierta tendencia al
grotesco, a darse aires de cuestión de Estado, a erguirse poco menos
que en una religión o una razón de vivir, ha contribuido a alimentar ese
prejuicio. Creo que, como dice mi amigo (el periodista) Román Iucht, el
fútbol es, apenas, la más importante de entre las cosas menos
importantes de la vida.</span><br />
<span style="font-size: small;"><strong>–En el mismo plano, ¿se puso a pensar alguna vez por qué
para cierto sector de la crítica la “emotividad” es sinónimo de
“sensibilería”?</strong></span><br />
<span style="font-size: small;">–Entiendo que la crítica sospeche de los atajos estéticos y de los
golpes de efecto. Ahora bien: la emotividad no siempre es sinónimo de
esos facilismos. También puede ser que la acción estética consiga tocar
la esencia de quien recibe esa acción. Y eso es, a mi criterio,
perfectamente lícito.</span><br />
<span style="font-size: small;"><strong>–En su caso, ¿se acercó a la literatura a través de su
fanatismo por el fútbol? ¿O el deporte no tuvo nada que ver con la
“elección” de ser escritor?</strong></span><br />
<span style="font-size: small;">–No hay una relación directa entre ambas cosas. De hecho, creo que
lo que me condujo a ser escritor es, sobre todo, mi porfía y mi pasión
como lector. Esa es la matriz básica de mi trabajo, creo. Después, o por
encima, está la elección de los temas y los escenarios. El fútbol
recién entra en ese escalón menos hondo.</span><br />
<span style="font-size: small;"><strong>–¿Considera que la literatura futbolera es un interesante
camino de ingreso a la lectura de parte de aquellos que están dejando de
ser niños? El Ministerio de Educación ha incluido relatos suyos en sus
campañas de estímulo de lectura.</strong></span><br />
<span style="font-size: small;">–Me encanta pensar que algo que escribo pueda llegar, también, a un
chico de 7 años. En cuanto al camino de ingreso a la lectura, creo que
está muy bueno multiplicar las puertas de ingreso a ese mundo
interminable de los libros. Y me parece más que bueno ensayar puertas
que se acerquen al gusto del lector en ciernes. Para que se le contagie
el amor y el deseo por los libros. Después, una vez que el lector se
siente a gusto en ese mundo, más temprano que tarde irá hacia los libros
que realmente valen la pena.</span><br />
<br />
<br />
<span style="font-size: small;"><i>Link a la nota original: <a href="http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-27049-2012-11-18.html">http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-27049-2012-11-18.html</a></i></span><br />
</div>
Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-3232711005594492432012-07-31T12:08:00.000-07:002012-07-31T12:08:00.534-07:00El loco Cansino (por Roberto Fontanarrosa)<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div class="MsoNormal">
Por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Fontanarrosa" target="_blank"><b>Roberto Fontanarrosa</b></a></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Para que usted tenga una idea de qué tipo de futbolista era
ese muchacho, le cuento que jugaba llorando. Pero no le digo llorando porque
protestaba o porque se la pasaba quejándose a los árbitros o esas cosas que nos
han dado a los argentinos la fama de llorones, no.</div>
<div class="MsoNormal">
El Loco Cansino lloraba en serio, con lágrimas,
desconsoladamente, mientras llevaba la pelota. Yo lo he visto. Parece algo
digno de risa pero créame que era una cosa bastante impresionante. Cómo decirle...
angustiante.</div>
<div class="MsoNormal">
Cansino entraba a la cancha muy serio, no sé si concentrado
o qué, pero usted lo veía serio, el ceño fruncido, con la vista perdida sobre
el césped, parecía que no se fijaba ni en los adversarios ni en la gente que
había ido a la cancha. Y le aseguro que por ese entonces iba muchísima gente a
la cancha de Sparta, muchísima. Porque tenía un equipazo. Jugaban el Gringo
Talamone, el Negro Oroño, Sebastián Drappo, que después fue a Racing, la Garza
Olmedo, que era el arquero, y otros más que ahora escapan a mi memoria pero que
ya me voy a acordar.</div>
<div class="MsoNormal">
Pero la figura, la figura, era Cansino sin duda alguna, el
Loco Cansino. Y mientras el partido iba bien, digamos, mientras no fueran
perdiendo, Cansino se mostraba normal, calmo, tranquilo. Jugaba ahí, en su
punta, participaba poco del juego, la pedía de vez en cuando, al estilo de los
viejos punteros derechos, que no se movían de al lado de la raya. Hasta daba la
impresión de ser un poco frío, de no interesarle demasiado el partido.</div>
<div class="MsoNormal">
Pero si los rivales hacían un gol, se ponían en ventaja, ahí
Cansino se ponía a llorar.</div>
<div class="MsoNormal">
No le voy a decir que se ponía a llorar de golpe, de
repente. Pero era una cosa como que entraba a hacer pucheros, a aspirar aire, a
fruncir la cara, y ya la gente empezaba a prestarle más atención a él que al
partido porque sabía que Cansino se iba a largar a llorar.</div>
<div class="MsoNormal">
Era una cosa bastante dramática, permítame que le diga.
Bastante dramática.</div>
<div class="MsoNormal">
"¡Aguante, Cansino! ¡No es nada, Loco, ya van a
empatar, no llores!" lo alentaban desde la tribuna, porque a la gente le
daba no sé qué verlo así, tan sentido. Pero se largaba a llorar nomás, como los
chicos. Y le cuento que Cansino, cuando pasó por Sparta ya andaba cerca de los
30, debía ser un muchacho de 28, 29 años.</div>
<div class="MsoNormal">
Le juro que entonces, ya perdiendo uno a cero, se venía para
el medio, era como que no podía esperar a que la pelota le llegase a la punta.
Se venía para el medio y empezaba a conducir el juego, pero no dejaba de
llorar, desconsoladamente lloraba, daba pena verlo pobre muchacho. Era algo
desgarrador mirarlo correr con la pelota, levantando la cabeza para localizar a
sus compañeros, saltando sobre las barridas de los rivales y llorando a moco
tendido, la boca abierta, colorado por el esfuerzo, las venas del cuello
hinchadas a punto de reventar.</div>
<div class="MsoNormal">
Lo notable es que los árbitros no sabían cómo tratarlo, no
hay en el reglamento ninguna regla que estipule que un jugador no puede jugar
llorando. Que no pueda insultar, sí, está contemplado, o gritarle al referí,
bueno, vaya y pase (o como ahora que no está permitido seguir si un jugador
está sangrando), pero nunca el reglamento dijo algo sobre un jugador que
llorara. Lo dejaban, entonces.</div>
<div class="MsoNormal">
Me acuerdo que hubo un arbitro muy grandote, el Inglés
Mackinson, que la primera vez que lo vio así trató de consolarlo porque él
mismo, Mackinson, ya tenía los ojos enrojecidos, vidriosos. Vio usted que hay
gente que cuando ve llorar a otra persona, llora también. Paró el partido y le
habló, agarrándolo de un hombro, paternalmente.</div>
<div class="MsoNormal">
Pero no hubo caso, Cansino se contuvo un momento, tratando
de aspirar hondo para cortar los sollozos; apenas reanudado el juego empezó de
nuevo a pucherear y enseguida volvió al llanto.</div>
<div class="MsoNormal">
Se imagina que a la hinchada de Sparta la cosa mucho no le
gustaba porque era motivo de la risa de las otras hinchadas. De las risas y de
las cargadas. Si hasta llegaron a decirles " los llorones" a los
hinchas de Sparta, por causa de Cansino.</div>
<div class="MsoNormal">
Por otra parte, en esos momentos era cuando Cansino,
desesperado por el resultado adverso, podía conseguir los milagros más
conmovedores, futbolísticamente hablando. Era ahí cuando se hacía dueño de la
pelota y podía dar vuelta un resultado con una facilidad asombrosa. Gambeteaba
de a cuatro, de a cinco rivales, hacía jugadas que yo, después, no he visto
hacerlas a nadie, podía dar vuelta un partido él solo aunque fuera perdiendo
por 3 ó 4 a o (cero).</div>
<div class="MsoNormal">
Después, cuando Sparta lograba empatar, Cansino ya se
calmaba. Casi ni gritaba el gol del empate, le digo. Se abrazaba con sus
compañeros, eso sí, y se limpiaba los ojos con la manga de la camiseta. O con
un pañuelo mugriento que siempre llevaba en la media. En ocasiones los mismos
árbitros le alcanzaban un pañuelo y en una oportunidad lo vi secarse los ojos
con el banderín del córner luego de lanzar el centro que determinó la paridad
en el marcador.</div>
<div class="MsoNormal">
"Escaso nivel de resistencia ante la adversidad",
así me lo definió el doctor Suárez una vez que le pregunté, preocupado, por el
caso de Cansino. Porque, indudablemente, como periodista deportivo del matutino
"Democracia", el caso me interesaba.</div>
<div class="MsoNormal">
Consulté a Suárez, asimismo, y ya en otro orden de cosas, si
había alguna condición física, alguna anomalía incluso, que generara esa
capacidad que Cansino tenía para la gambeta. "A veces se presenta una
distorsión congénita -recuerdo perfectamente que me dijo el doctor Suárez,
médico del Sparta- que genera una apreciable diferencia entre un hemisferio del
cerebro y el otro, lo que produce en el paciente una distinta captación del
tiempo y el espacio. Esto, en algunos casos, motiva una distinta relación en el
equilibrio, y es por eso que Cansino puede intentar algunas cabriolas, o
recuperar la vertical en una forma totalmente imposible para el resto de los
mortales".</div>
<div class="MsoNormal">
Alguna explicación de ese tipo debía de haber porque era
insólito lo que hacía este muchacho en la cancha. La ley de gravedad no parecía
existir para él y a veces uno sospechaba que tenía un radar de ésos que tienen
los murciélagos dada su capacidad para no chocar contra los objetos sólidos.
Pasaba entre una multitud de piernas, zigzagueando, sin tocarlas, cambiando el
ángulo de su carrera a medida que lo iban bloqueando, modificando incluso su
volumen corpóreo como si fuese líquido, como si fuese de mercurio, en procura
de evitar los choques.</div>
<div class="MsoNormal">
Era, por supuesto, imprevisible, y por eso le decían
"El Loco". Podía arrancar, de pronto, hacia su propio arco, como si
hubiese perdido el sentido de la orientación, como esas tortugas que ante
explosiones atómicas han perdido la brújula genética que les indica dónde se
encuentra el mar. O, de repente, llegaba hasta la línea de fondo y echaba el
centro hacia el lado de afuera de la cancha, estrellándolo contra el alambrado.
Para no contar las veces en que, de repente, se iba de la cancha, murmurando
cosas, hablando solo, hasta meterse en el túnel.</div>
<div class="MsoNormal">
Nadie se animaba a decirle nada porque, por sobre todas las
cosas, Cansino era muy manso, muy buen muchacho, muy dócil. Le digo esto porque
un par de veces yo fui a hacerle alguna entrevista a los entrenamientos y me
atendió con mucha cordialidad. Pero, eso era cierto, se le notaba que no era un
muchacho muy normal. O, digamos, yo ya comencé a percibir que, en él, se estaba
desencadenando lo que después terminó como terminó.</div>
<div class="MsoNormal">
La primera vez que le hice un reportaje fue acá en el
centro, en el Hotel Italia, donde él paraba. Recuerdo que nos sentamos a tomar
un café y me esquivaba la mirada. Otro detalle que recuerdo perfectamente,
porque me impresionó mucho, fue que transpiraba. Transpiraba muchísimo, y era
pleno invierno. Yo le hice una pregunta y no me contestó, no me contestó nada.</div>
<div class="MsoNormal">
Había empezado a mirarme con cierta molesta fijeza. Pensé
que no me quería contestar aquella pregunta que ya no recuerdo pero que, sin
duda, era una pregunta absolutamente convencional y tonta, como ser dónde había
nacido o cosa así. Intenté entonces con otra, que tampoco me contestó. Opté por
una tercera, ya francamente incómodo e inseguro: considere usted que yo era un
pibe de poco más de 20 años. A la quinta pregunta, Cansino modificó un poco su
postura en la silla, me señaló su oreja izquierda y me dijo: "Hábleme de
este lado, porque no escucho nada con el otro oído". Yo le había estado
hablando sobre el oído sordo.</div>
<div class="MsoNormal">
De ahí en más pude hacerle la entrevista y me encontré con
la sorpresa de que era un hombre muy culto. Me habló de los inconvenientes que
debe superar un joven de clase trabajadora para acceder a los primeros niveles
en el orden del deporte, del fino y personalizado trabajo artesanal que hay en
la confección de una pelota de fútbol, del elevado porcentaje de lactosa que se
encuentra en un litro de leche de vaca y de la reconstrucción de la ciudad de
Constantinopla luego de haber sido destruida por la Cuarta Cruzada a los Santos
Lugares.</div>
<div class="MsoNormal">
Era un poco errático en materia de conversación, lo admito,
pero muy interesante. Lo del oído lo comenté después con el doctor Suárez y él
me corroboró que ese tipo de disminución auditiva influía en gran medida en el
sentido del equilibrio, tema que ya habíamos tocado en relación con la gambeta.
Había algo inconexo en él; debido a eso, había un quiebre del equilibrio o de
la inercia que lo hacía imprevisible.</div>
<div class="MsoNormal">
En aquel campeonato regional del año 37, gracias a Cansino,
Sparta se prendió en las primeras posiciones, cosa que nunca había conseguido.
Pero a medida que se acercaba la definición del campeonato, la conducta de
Cansino se hizo más y más extraña. Nunca se mostró agresivo o violento, pero
siempre daba la nota con algún detalle fuera de lo común o medio raro. Salía a
la cancha, por ejemplo, con una toalla rodeándole el cuello, como si recién se
hubiera bañado. Había referís que se la hacían quitar, otros se hacían los
distraídos, pero no era un detalle que pasara desapercibido pese a que le estoy
hablando de una época en que los árbitros dirigían con saco y, a veces, los arqueros
usaban sombrero, pero sombrero de fieltro, funyi.</div>
<div class="MsoNormal">
Por esa época, Cansino empezó a escuchar voces, afirmaba que
escuchaba voces que le hablaban en otros idiomas. Y lo que era más raro, las
escuchaba en el oído sordo. En Sparta lo tenían entre algodones, preservándolo
para la final, especialmente el ingeniero Wernicke, el presidente del club.
Wernicke, muy preocupado, me decía: "Yo fui el que lo traje al club. Y
cuando lo contraté sabía que le decían "El Loco", como se les dice a
tantos wines derechos, pero no sabía que era loco de verdad".</div>
<div class="MsoNormal">
Hacía bien en preocuparse Wernicke, quien además quería
mucho a Cansino. En la semana previa al partido final contra Deportivo
Federación, Cansino empeoró. Lo encontraron una noche caminando desnudo por las
terrazas en la manzana de la pensión donde vivía. Dijo que estaba entrenando. O
caminaba por calle Córdoba señalando con dedo índice hacia el cielo,
vocalizando como si hablara pero sin emitir sonido. La gente no le decía nada
porque lo reconocían. Lo reconocían porque andaba siempre con la camiseta de
Sparta puesta, debajo del saco y la corbata.</div>
<div class="MsoNormal">
Dos días antes del partido me enteré que lo habían llevado a
un manicomio. Una cosa muy mesurada, hecha bajo cuerda para que no tomara
estado público, pero con la intención de que lo trataran, lo sedaran,
procurando que para el domingo estuviera bien. Un tratamiento rápido, por
supuesto, de shock se diría ahora.</div>
<div class="MsoNormal">
El sábado lo fui a ver, con una curiosidad más humana que
periodística. Le estoy hablando de una época en que había menos canibalismo
periodístico, no existía esa compulsión hacia los escándalos y las noticias
rimbombantes. De ser así... ¿cuántos periodistas hubieran dado lo que no tenían
para disponer de una primicia como la que yo sabía, revelada por el propio
presidente del club?</div>
<div class="MsoNormal">
Me fui a Oliveros, entonces, donde había por entonces, una
pequeña casa de reposo, de salud. Y ahí estaba Cansino. Le habían hecho un
tratamiento de electroshock que le había chamuscado casi todo el pelo. Él tenía
un pelo bastante mota, renegrido y, cuando yo llegué, todavía le humeaba. Se
imagina usted que, por esos años, no había un cabal conocimiento del manejo de
la energía eléctrica y esos tratamientos se hacían un poco a lo bestia. Le
conectaban unos alambres, le humedecían la ropa para que hubiera una mejor
transmisión de la corriente y ahí le sacudían. Cuatro, cinco veces, las que
fueran necesarias. El doctor que estaba a cargo del establecimiento me dijo que
también le habían suministrado unas inyecciones de láudano, tilo y mercurio, para
tranquilizarlo. También me contó que indudablemente la práctica del fútbol
había empeorado la disfunción mental de Cansino, aquella descoordinación entre
un hemisferio cerebral y el otro, de la cual me había hablado Suárez.</div>
<div class="MsoNormal">
"Cada vez que este muchacho va a cabecear, y cabecea
-me dijo-, el cimbronazo del impacto descoloca un poco más la armonía entre un
hemisferio y el otro, haciendo más grande la grieta entre ambos".</div>
<div class="MsoNormal">
De todos modos, la verdad es que Cansino lucía tranquilo,
calmo. Se paseaba entre los otros pacientes con una sonrisita por esa especie
de parque que tenía la clínica. Me reconoció enseguida y fue muy cordial
conmigo. Me dijo que iba a jugar al día siguiente, que estaba perfecto. Me
preguntó si yo sabía idiomas, porque creía reconocer la voz mía entre las voces
que solía escuchar, habiéndole en portugués. Le dije que no, que
lamentablemente sólo hablaba castellano. Incluso en un rasgo de sensatez me
consultó cuál sería la formación del equipo de Sportivo Federación al día
siguiente, y si había llegado al país en el dirigible Hindenburg. Ahí la
pifiaba feo porque Federación era un club de acá nomás, de Roldan. Pero no lo
encontré mal, dentro de todo.</div>
<div class="MsoNormal">
Al día siguiente, el domingo, fui a la cancha. Había un
gentío impresionante. Era la final, creo que ya le dije. Y el Loco Cansino
salió con el equipo, lo que provocó una algarabía enorme entre la hinchada de
Sparta porque algo había trascendido sobre su internación y había rumores de
que no iba a jugar. Humeaba un poco, todavía, o al menos así me pareció a mí,
pero también es posible que haya sido ese vapor que se desprende de los
jugadores cuando están transpirados por el calentamiento previo y salen al frío
del invierno.</div>
<div class="MsoNormal">
Eso sí, lo noté algo descoordinado en los movimientos. Se
hizo la señal de la cruz -yo no sabía que era tan católico- tocándose la
frente, un hombro, una cadera, la rodilla derecha y el otro hombro. Luego se le
producía un estremecimiento facial, una contracción como la que ocurre cuando
uno bebe algo muy ácido. Pero estaba bien.</div>
<div class="MsoNormal">
La cuestión es que empezó el partido y Federación metió un
gol, así nomás, de arranque. Y, por supuesto, curado o no curado, contenido o
no contenido, el Loco se largó a llorar, lo que produjo la burla, la cargada,
el sarcasmo de la hinchada rival que había llegado en buen número.</div>
<div class="MsoNormal">
Era algo contradictorio porque, como ya le he contado,
Cansino lloraba y metía pierna como el que más, trababa más fuerte que ninguno
y gambeteaba a cuanto rival se le cruzara. Sin embargo, todo su esfuerzo fue en
vano. Cerca del final del primer tiempo, Federación metió el segundo gol. Era
más equipo, buscar otras explicaciones sería faltar a la verdad. Más equipo.
Empieza el segundo tiempo y el Loco estaba desatado.</div>
<div class="MsoNormal">
Lloraba y metía centros, lloraba y pateaba al arco, lloraba
y eludía a los adversarios. Cerca de los 20 minutos hizo una jugada bárbara y
se metió en el arco con pelota y todo: 2 a 1.</div>
<div class="MsoNormal">
En eso, yo, que estaba agarrado al alambrado, cerca de los
palcos para la prensa y las autoridades, entre el griterío de la gente escucho
una sirena. Me doy vuelta y veo llegar, por detrás del estadio, una ambulancia,
a toda velocidad. Enseguida entran al estadio un par de enfermeros, con el
médico que yo había conocido en la casa de salud de Oliveros y se dirigen
corriendo hacia el palco del ingeniero Wernicke. Me acerco, entonces, a riesgo
de que me consideraran un entrometido. Y escucho que el médico le cuenta al
ingeniero que Cansino había matado a uno de los pacientes de la clínica. Se
suponía que lo había degollado con un vidrio durante la noche, pero había
escondido el cuerpo bajo la cama de su propia habitación y los enfermeros
recién lo encontraron al mediodía, cuando a Cansino ya le habían permitido
volver a Rosario para jugar el partido. Según el médico, había que encerrarlo
de inmediato porque era muy peligroso.</div>
<div class="MsoNormal">
Yo vi la cara del presidente y comprendí de inmediato el
intenso conflicto emocional que lo invadía en esos momentos. Cansino era
fundamental para alcanzar el empate que les permitiría consagrarse campeones.
Le pidió, entonces, le rogó, al médico, que le diera a Cansino diez minutos más
de libertad. El médico accedió, en parte porque le gustaba el fútbol, y en
parte porque estaba esperando la llegada de la policía para dominar a Cansino.</div>
<div class="MsoNormal">
Diez minutos después, exactamente diez minutos después,
Cansino hizo otra jugada extraordinaria y le sirvió el gol al Valija Molina, un
nueve grandote que era muy bruto pero que siempre la empujaba adentro. Molina
hizo el gol y, automáticamente, toda la hinchada de Sparta invadió la cancha, para
festejar.</div>
<div class="MsoNormal">
Fue lo que aprovecharon la policía y los enfermeros, junto
con nosotros, para correr hacia donde todos los jugadores de Sparta celebraban
apilados: una decisión providencial, creo. Cuando llegamos hasta la montaña de
jugadores, debajo de dos o tres de ellos, Cansino, rojo, desencajado, estaba
estrangulando a Sturam, al petiso Sturam, el cuatro de su propio equipo con un
alambre de enfardar.</div>
<div class="MsoNormal">
Se le tiraron encima los enfermeros, los policías y hasta el
presidente mismo para contenerlo. Después la prensa, desinformada, acusó a la
policía de parcialidad manifiesta por unirse en el festejo de la conquista. Lo
cierto es que, en el remolino de gente, lo agarraron a Cansino entre muchos y
se lo llevaron para el túnel.</div>
<div class="MsoNormal">
El partido no pudo reanudarse, había mucha gente dentro de
la cancha y en realidad faltaban nada más que dos minutos. Entre la algarabía
de la hinchada, yo escuché las sirenas de las ambulancias y de la policía
alejándose. Fue la última vez que pude ver a Cansino. El club notificó luego que
lo habían vendido a Montevideo, hubo trascendidos de que se había retirado del
fútbol. Pero lo cierto es que nadie supo nada más de él.</div>
<div class="MsoNormal">
Quedó como un héroe, eso sí. Vaya usted y pregunte a los
viejos hinchas de Sparta por el Loco Cansino y todos se van a llenar la boca de
elogios hablándole de él. Yo estuve tentado un par de veces de irme para
Oliveros porque tenía la sospecha de que lo habían vuelto a encerrar allí. Pero
vio cómo son estas cosas, va pasando el tiempo, uno se ocupa de otras cosas, y
al final no va nunca. Pero... qué wing derecho era el Loco... Qué wing derecho.</div>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-82170684701962453862012-07-17T11:58:00.002-07:002012-07-17T12:17:48.266-07:00Entre mates (por Sonia Figueras)<br />
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">Por <a href="http://soniacautiva.blogspot.com.ar/" target="_blank"><b>Sonia Figueras </b></a></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">- Estela, fue un 13 de mayo en que nos
conocimos. Hoy hacen trece años que nos casamos. Llovía. Dicen que los
casamientos en días de lluvia son felices y duraderos. 13. Nuestro número de
cábala. Los chicos, los dos, nacieron en día trece ¿Me querés decir por qué si
me conociste loco por el fútbol cada domingo tenemos idéntica conversación?
Estela revuelve la bombilla en el mate como a mí me gusta, los mejores cebados.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;"> En este momento me surge una frase de Oscar Wilde leída en el
secundario. Decía algo así como “que hablen de uno es feo, o espantoso, pero
hay algo peor, que no hablen”. Eso es indiferencia. Indiferencia, eso es lo que
siento cuando le hablo de fútbol.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">Almorzamos. Domingo. Ese día Juventud
juega de visitante. Miro la hora. Ya estarían las inferiores en la cancha. Me
levanto de la silla, salgo de la cocina, vuelvo a entrar y Estela con voz
monótona va al ataque…</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">- ¿Hoy tampoco me acompañás a lo de mi
hermana?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">- Ya sé que es el cumpleaños de tu
ahijada Martha, contesto con la misma inflexión de su voz. Pero cuando termine
el partido voy. Le compro flores, ¿te parece bien? ¿Soy tan imprescindible?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">Estela me contesta, el cementerio está
lleno de imprescindibles, Ernesto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">- Querida, en la familia están todos enterados
que no falto a la cancha ni un domingo, de visitante ni de local.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">Ella me mira de reojo sin mirarme y me
larga ya con voz más entonada, bueno, andá. Te espero. Ahí fue cortante.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;"> Voy al
partido, vengo compungido, con la garganta arenosa. ¡ Cuatro goles a
cero….muchos para perder! Una goleada. Compro las flores como si fueran
tomates. Imagino las cargadas venideras. Seguro que mi cuñado Horacio va a empezar con un “che, no les anda yendo
bien”. Y no tengo ganas de contestar. En el camino me digo, y… los partidos se
ganan con goles y esta vez perdimos nosotros. Lástima que vamos penúltimos en
la tabla.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">En el cumpleaños estoy al esquive de
cualquier comentario, gambeteando situaciones. Por suerte termina temprano y
regresamos a casa.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">- Te noté callado y seguís callado, me
dice ella.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;"> -
Y ¿qué querés? Cuatro pepinos. Creí que me moría. Todos los goles al ángulo, la defensa no existió. A ese
arquerito vamos a tener que sacarlo... el referi expulsó a Fuentes, nos
quedamos con 10...un desastre. Me mira con la idéntica mirada indiferente del
mediodía. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">El domingo siguiente voy preparando mi
mente futbolera. Le comento, hoy somos locales, nena. ¿Te vas a enojar como
siempre?</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;">Estela en silencio y con parsimonia
acomoda sobre la cama, las medias, el calzoncillo, la camiseta de Juventud
recién planchada, la campera verdiazul. Pone en el piso las zapatillas blancas
como la leche, reforzado el blanco con tiza en polvo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;"> -
¿No se te hace tarde, Ernesto? y sigue, ya deben empezar las inferiores. No te
apurés en volver, tomate el tiempo que quieras. Seguro que hoy ganan ¡de
locales!...y en una de ésas se van a tomar una cerveza....En tanto tarareaba
Así, de Sandro. Fue hasta el ropero. Ah, agregó, no te olvides la gorra, mirá
que hay sol fuerte, a ver si te insolás.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 6.0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Arial;"> De
pie en la puerta de la habitación con el mate en la mano, observo los
movimientos medidos de mi mujer. La taladro con la mirada, ojo de águila.
¿Penetro en su intención?</span></div>
<span style="font-family: Arial; font-size: 12pt;">- Estela. Hoy no voy a la cancha. ¿Vamos al
cine? Dan una de Leonardo Favio</span>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-76205956314939346252012-05-01T09:40:00.000-07:002012-05-01T09:58:30.604-07:00Hay equipo (por Nolberto Malacalza)<!--[if gte mso 9]><xml>
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<div class="MsoBodyText" style="margin-right: -3.75pt;">
<span lang="ES-AR"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="margin-right: -3.75pt;">
<span lang="ES-AR"><span>Por <b>Nolberto Malacalza</b> </span></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="margin-right: -3.75pt;">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText" style="margin-right: -3.75pt;">
<span lang="ES-AR"><span> </span>Le dimos toda la tarde a la de cuero. Le
había tirado un caño más a un lungo que no me podía parar,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>me dio por festejarlo y entonces el pibe me
empezó a cepillar mal y a decirme: “Ya te voy a agarrar afuera”. Mi hermano
miró el reloj y amagó con irse del baldío. La pelota era de él, se la había
regalado Evita, pero no la levantó. “Sigan otro rato —dijo—. Después me la alcanzan”.
Me agarró del hombro y nos fuimos juntos. El otro se quedó piola, sabía que con
el Zanja no se jode.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Llegamos a casa y mi hermano se cambió
las zapatillas, justo cuando la vieja empezaba el mate. Tomó dos o tres, dijo
“gracias” y ahí nomás amagó con irse.</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="margin-right: -3.75pt;">
<span lang="ES-AR"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—Ya te estás rajando de nuevo —le dijo mi mamá—. Acordate de mis
consejos, o vas a terminar mal. No me hagás poner loca, hijo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El Zanja no volvió. Mi colchoneta no va
más, por eso aproveché y me pasé a su cama. Salía como un tufo raro de la
almohada y<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>no me importaba, total iba a
dormir en lo blandito. Qué paliza le di al colchón. A las cinco pasa el rápido
y mete un bochinche bárbaro, la casilla tiembla y parece que se viene en banda,
pero anoche ni me di cuenta. Le pegué al ojo, de una, como hasta las ocho y media.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Va a haber bronca cuando vuelva mi
hermano. La vieja se va chivar y<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>le va
a<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>machacar<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>la cabeza con lo de las malas juntas y las loquitas chorras del
fondo. “Decime de dónde sacaste esas zapatillas nuevas”, le va a
preguntar.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y él le va a contestar:
“Tranquila, vieja, todo bien”, o cualquier otro bolazo. Y es seguro que, en voz
baja,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>ella lo va a apurar por cosas que
no tengo que escuchar, cosas de grandes.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>La verdad, no lo entiendo mucho al
Zanja. Tiene quince, me defiende de los pesados de la villa pero no quiere
saber nada con mis amigos de la escuela, los que viven en la loma. “Todos los
de allá son cajetillas y cagones —dice—. No tienen huevos para pasarle finito a
la locomotora, como nosotros”. Y me parece que no le gusta que yo vaya a la
escuela. Ayer comenté que los problemas de la seño son refáciles y él, delante
de la vieja, ni mu. Después, en un aparte,<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>me dijo: “Si no te enseñan a manejarlos para hacer guita, los números
son pura bosta”. Eso tampoco lo entendí. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cuando viene el Torpe, conversan y fuman
al lado de la vía. En la casilla no, mi mamá no lo puede ni ver. Una vez
alcancé a escuchar una conversación de<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>fierros y calibres, y también de la yuta. Parece que el grandote estuvo
preso varias veces. Mi hermano, no sé. La vieja no dijo nada cuando el Zanja
faltó como tres días. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Y es porfiado, no quiere entender<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>que esos chicos son buenos. Le repito lo de
la onda<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>y que en los recreos armamos
picados, nos pasamos la pelota y no interesa dónde vive cada cual ni cuánta
plata tiene. Sabe que en clase me siento con un chico de buena familia, y a él
no le gusta: Franquito es rubio. Y qué, si es un compañero de fierro, por eso
le alcanzo algunos resultados de cuentas por abajo de la tapa del banco. El papá
es veterinario y rico, y algunos ladean la jeta por eso. A mí no me
molesta,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>si él también es bueno. Lo he
visto muy poco pero es rebueno: lo dice Franco. Y la mamá es de diez. Si vamos
a su casa después de algún partido en la canchita del cura, ella nos recibe a
los dos con un beso y nos revisa la cabeza. Mientras Franco se baña para ir a
particular, ella me pide por favor que le haga algún mandado. Quién te va a
pedir algo por favor en la villa. “Y no te olvides de las facturas para la
leche”, me recuerda. Siempre me agradece por los mandados y porque lo ayudo a
Franquito con las cuentas. Si es fin de semana, me tira algún vuelto. Buena
plata, eso no falla. Y es una fiesta la leche en lo de Franco. Además de
facturas hay tostadas, manteca y dulce. A veces, hasta torta tienen. El atracón
me dura hasta el otro día y el Zanja está emperrado en que todo eso no vale
nada. “Se hacen los buenos porque tienen de sobra” —rezonga—. Ya te van a
mostrar la hilacha…”</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Hoy me levanté contento. Había dormido
rebien y Franquito me había invitado a su cumple. “Van a venir todos los chicos
de cuarto y algunos más<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—me había
dicho—. Habrá para armar dos equipos. Aunque sobren, vos no me tenés que
fallar”. Por eso, después del mate cocido, le ayudé a mi mamá con la limpieza
de la casilla y en seguida puse agua tibia en el fuentón, me bañé y me vestí
con ropa limpia. También me calcé los botines que me había dado Franco, total
hoy le regalaban un par nuevo, de marca. La vieja miró si venía el tren, me dio
un beso y me dijo: “Cruzá rápido”.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Conversé con dos primos de
Franquito,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>de la Capital. Ya tienen
doce y<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>entrenan en el predio de los
Rojos. Hablaban de jugadores<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>famosos,
de los de antes. Todos esos capos les enseñaban el oficio y los pibes agarraban
viaje, eso se notó cuando empezamos a pelotear. El que<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>jugaba de cuatro ensayó<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>varios tiros libres a<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>la posición del otro, que era nueve y la
embocaba como quería. Después arrancamos con un partidito y los pusimos uno
para cada lado, si no era robo. Cuando acordamos, se había hecho la<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>hora de comer.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Eso era cosa de locos. La mesa, tapada
por un montón de platos llenos de comida, ni se veía. Pusieron unas masitas
saladas, de colores, cada una dentro de un papelito. No entendí lo del
papelito, si lo tiraban. También papas fritas, manises, palitos y gaseosas a
rolete. Yo había picado algo, y paré. No me quise atorar, tenían más cosas. El
papá de Franquito se arrimó y me preguntó si<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>quería ayudarlo con los choripanes. “Sí —le dije—, me gustaría”.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Llevé fuentes a la otra mesa,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>abajo de esos árboles grandes de la quinta.
Venían choripanes, chorizos solos, tajadas de asado y panes abiertos. De vez en
cuando yo agarraba las botellas vacías, se las llevaba al papá de Franco hasta
el alero del chalet y él me las cambiaba por llenas. Me comí dos choripanes, no
dejé ni las migas, pero no daba más. Los chicos empezaban uno, se ponían a
charlar con los porteños —que de fútbol sabían un montón— y al rato agarraban
otro, o en un pan metían asado y chimichurri, le daban un par de mordidas y lo
dejaban, total sobraba de todo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Hicimos la digestión y después armamos
el partido en serio. Uno de los que elegía era Franquito. Llamó primero al
nueve de Buenos Aires, y el segundo fui yo. Cuando completamos once contra once,
empezamos a jugar. El primer gol lo hizo el nueve, de cabeza. Al rato le tiré
un centro a Franquito y la metió allá abajo, en la ratonera.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Después<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>de aquel pase al milímetro, el cuatro del Rojo me fichó y me empezó a
tirar el cuerpo encima, pero en seguida le agarré la vuelta. Me di maña para
esquivarlo, lo dejé pagando dos o tres veces y me pareció que la cosa no le
había gustado nada.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Ya estábamos cansados y ni ahí de
acordarnos de cuántos goles habíamos metido para cada lado. En eso llegó el papá
de Franco, tocó pito y cantó empate. “Formo parte de la comisión de un club
nuevo —dijo—<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>y queremos empezar con
fútbol. Ustedes tienen la edad justa para iniciar un buen grupo de inferiores,
con vistas al futuro”.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Le gustó cómo
nos habíamos movido, y a los dos chicos de la Capital les pareció lo mismo.
También comentó que llevaría los nombres a la reunión de comisión del martes y
que todos habíamos jugado muy bien. Se fue para adentro, volvió con una caja
grande y empezó a sacar camisetas rojas y pantalones cortos de tela negra, tan
negra como nunca había visto. Empezamos a gritar de contentos. Él se puso a
anotar cosas en una planilla y a repartir equipos con ayuda de la señora. Yo me
quedé<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>un poco atrás,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>no<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>podía creer que tanta suerte me tocara a mí también. Llegó el momento en
que no había más chicos sin recibir ropa y entonces ella levantó la vista, me
miró como extrañada y me dijo: “¡Dale, arrimate!, ¿qué hacés ahí?”. Pero al
meter la mano en la caja se puso seria, como si adentro no quedara nada. El
papá de Franquito no me daba bola, se iba con la planilla y ella se avivó al
toque. Lo llamó y le tiró una mirada terrible, de pregunta, y él se hizo el
sota.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Fueron para adentro y se escuchó
que discutían. Ella volvió y me dijo: “Bueno, quedate tranquilo, ya llegarán
más equipos”, y me acariciaba el pelo. Cuando apareció el papá de Franquito,
ella lo siguió mirando feo, como si se hubiera armado una podrida bien gorda. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; margin-left: 0cm; margin-right: -3.75pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-size: 11.0pt;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Cuando ya nos íbamos, él<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>me dijo: “Esperá dos minutos”. Se fue para
adentro y volvió con una bolsa plástica llena de comida. A ningún otro chico le
habían dado nada, y eso me puso tan contento como si me hubieran entregado el
equipo. </span></div>
<span lang="ES-AR" style="font-family: "Times New Roman"; font-size: 12.0pt; mso-ansi-language: ES-AR; mso-bidi-font-size: 11.0pt; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Llegué a la casilla y le di la bolsa a mi mamá. A ella le
pareció genial y la abrió en seguida. Salía un olorcito… Como ya estaba muy
oscuro y la comida venía un poco revuelta,<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>prendió la lámpara a querosén y vació la bolsa sobre la mesa. Había pedazos
de chorizo y de pan, restos de asado y tapitas de gaseosa. También servilletas
de papel arrugadas y algunas hojas que habían caído de los árboles. Yo ya
estaba separando el chorizo, el pan y la carne, cuando mi vieja hizo algo que
no entendí. Metió todo en la bolsa,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>la
enroscó en la mano y desde la puerta la<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>revoleó a la vía. Después agarró el baldecito, cargó agua en la pava y
puso unos papeles en el fondo del brasero. Cuando se dio vuelta para meter las
manos en la bolsa de marlos,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>me pareció
que lloraba. </span><div class="MsoNormal" style="font-family: inherit; line-height: 150%; margin: 0cm -18.7pt 0cm 0cm; text-align: left;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: inherit; line-height: 150%; margin: 0cm -18.7pt 0cm 0cm; text-align: left;">
<span style="font-size: small;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="font-family: inherit; line-height: 150%; margin: 0cm -18.7pt 0.0001pt 0cm; text-align: left;">
<span style="font-size: small;"><i><span lang="ES-AR">Este excelente texto de Nolberto, fue galardonado con el 4to. premio en los Juegos Buenos Aires la Provincia 2012.</span></i></span><br />
<span style="font-size: small;"><i><span lang="ES-AR">Marchen nuestras felicitaciones desde acá, y le agradecemos que nos haya permitido publicarlo en "Gambeteando..." </span></i></span></div>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-25523421725306909112012-03-20T17:45:00.001-07:002012-03-20T17:48:33.456-07:00El árbitro (por Eduardo Galeano)Por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Galeano"><span style="font-weight: bold;">Eduardo Galeano</span></a><br /><br />El árbitro es arbitrario por definición. Éste es el abominable tirano que ejerce su dictadura sin <span style="display: block;" id="formatbar_Buttons"><span class=" down" style="display: block;" id="formatbar_CreateLink" title="Enlace" onmouseover="ButtonHoverOn(this);" onmouseout="ButtonHoverOff(this);" onmouseup="" onmousedown="CheckFormatting(event);FormatbarButton('richeditorframe', this, 8);ButtonMouseDown(this);"><img src="img/blank.gif" alt="Enlace" class="gl_link" border="0" /></span></span>oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera. Silbato en boca, el árbitro sopla los vientos de la fatalidad del destino y otorga o anula los goles. Tarjeta en mano, alza los colores de la condenación: el amarillo, que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento, y el rojo, que lo arroja al exilio.<br />Los jueces de línea, que ayudan pero no mandan, miran de afuera. Sólo el árbitro entra al campo de juego; y con toda razón se persigna al entrar, no bien se asoma ante la multitud que ruge.<br />Su trabajo consiste en hacerse odiar. Única unanimidad del fútbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamás lo aplauden. Nadie corre más que él. Él es el único que está obligado a correr todo el tiempo. Todo el tiempo galopa, deslomándose como un caballo, este intruso que jadea sin descanso entre los veintidós jugadores; y en recompensa de tanto sacrificio, la multitud aúlla exigiendo su cabeza. Desde el principio hasta el fin de cada partido, sudando a mares, el árbitro está obligado a perseguir la blanca pelota que va y viene entre los pies ajenos. Es evidente que le encantaría jugar con ella, pero jamás esa gracia le ha sido otorgada. Cuando la pelota, por accidente, le golpea el cuerpo, todo el público recuerda<br />a su madre. Y sin embargo, con tal de estar ahí, en el sagrado espacio verde donde la pelota rueda y vuela, él aguanta insultos, abucheos, pedradas y maldiciones.<br />A veces, raras veces, alguna decisión del arbitro coincide con la voluntad del hincha, pero ni así consigue probar su inocencia. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Coartada de todos los errores, explicación de todas las desgracias. Los hinchas<br />tendrían que inventarlo si él no existiera. Cuánto más lo odian, más lo necesitan.<br />Durante más de un siglo, el árbitro vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula con colores.<br /><span style="font-size:85%;"><br style="font-style: italic;"><span style="font-style: italic;">Este excelente texto, fue extraído del libro "El fútbol a sol y sombra"</span></span>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-45134043609751540042012-02-14T17:47:00.003-08:002012-02-14T17:55:02.296-08:00Por la Estación Lacroze (por Sonia Figueras)Por <a href="http://soniacautiva.blogspot.com/"><span style="font-weight: bold;">Sonia Figueras</span></a><br /><br /><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2eo0H7SKszUuSyGcs3yRAykHq126ttF0mFwYVuo6Lrhm1WXS35L1MQMRjWAknOJNBkiU4sCThbWB4WQGQ4AurOnCZJrARFZKWw52sGB2M0ZSXXyf427PiTSVs5jR_wgSYbs8qQAejL-sM/s1600/Por+la+estacion+lacroze.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 230px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2eo0H7SKszUuSyGcs3yRAykHq126ttF0mFwYVuo6Lrhm1WXS35L1MQMRjWAknOJNBkiU4sCThbWB4WQGQ4AurOnCZJrARFZKWw52sGB2M0ZSXXyf427PiTSVs5jR_wgSYbs8qQAejL-sM/s320/Por+la+estacion+lacroze.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5709174332101026626" border="0" /></a><br /><br />Estaba sentado en el banco de la estación del tren y su cabecita volaba. Se le mezclaban las ideas ¿Cómo ponerse en la piel de los grandes? ¿por qué los grandes no se metían en su piel? ¿cómo los grandes no lo entendían? ¿por qué le pasaba todo a él? ¿por qué perdió la plata, justo la que tenía para comprar la entrada para el partido? ¡Ese partido!. Nunca había ido a la cancha. ¿Cómo sería entrar al club, meterse entre la gente como veía por televisión?<br />Todos decían que el griterío hacía venir sordo. Su papá era de Chacarita como el abuelo Pepe. Bueno, todo el barrio era de Chacarita. Su abuelo guardaba revistas, una se llamaba El Gráfico, ¡de 1942! estaba amarilla de viejita y en la tapa “el gran Isaac”, como lo llamaba su papá. Había otra foto en otra tapa revista del Gráfico de 1949 y una de Alumni de 1950. Pero ahí estaba con otro que dicen que se las traía, Claudio Vacca, el arquero de Boca.<br />¡Tantas veces su papá le contaba que Isaac López tomaba “el trencito verde” para ir a la cancha porque vivía a la vuelta! Cuando él hablaba se ponía colorado como el tomate. Le explicaba que la camiseta a rayas tenía su significado ¡Esas rayas que eran rojas, blancas y negras! decía orgulloso Una vez le preguntó de dónde inventaban las camisetas los clubes. ¡Había que tener viveza para inventar!<br />La respuesta fue toda una historia. Fijate, había dicho su viejo, ¿viste? yo trabajo en la Chacarita. Bueno, de ahí viene la raya negra, por los funebreros, si todos eran de estos barrios, Chacarita, Paternal. La roja era bien roja porque se fundó con gente socialista, cosa que él no entendía y la raya blanca porque los de Chaca somos puros de alma. Así le explicaba su padre cada vez que se tocaba el tema. Y le pasaba a contar del gran Isaac. ¡Isaac! decía su viejo. Isaac Roberto se llamaba. Era alto, rubio, lo llamaban el inglés, ¡había estado en el arco 376 partidos! Y las revistas lo destacaban porque era seguro en el arco y porque se colocaba bien.<br />Nicolás absorbía las palabras de su padre y cada vez se hacía más hincha de Chaca, y lo imitaba con gestos y todo.<br />Y el domingo había partido en San Martín y guardaba la plata para la entrada.<br />Había buscado esa plata por toda la casa hasta donde nunca podía haberla encontrado. Pero esta suerte maldita.. Estaba seguro que Luisito iría. Aunque perdiera la plata Luisito iría, a él su padrastro se la volvería a dar. En cambio, ya le había advertido. - Nene, no te hagás ilusiones de que te voy a dar algo, le dijo. Y fue así. No tenía plata para nada. Al colegio, caminando. Claro, las otras, en coche. Eran nenas, el hombre decía que tenía que cuidarlas. Los otros tres que eran sus hijos, tenían otro trato y eran más chicos. Cuando se casó su mamá otra vez vinieron a vivir todos juntos.<br />Él ya había cumplido catorce años. Se sentía solo sin sus padres ¿Era grande o era chico? ¿a él quién lo cuidaba? ¿de qué había muerto mamá? No lo sabía. Al papá, le dijeron, se lo había llevado el tren cuando se salió de la vía y chocó con otro ¿Y los abuelos? En las fotografías se le mezclaban las caras. No distinguía bien cuáles eran unos y otros. ¡Qué lío en su cabeza!<br />Desde que quiso llevar al colegio las fotos de los padres para la fiesta de la familia la vida se le convirtió en imposible. El padrastro cada vez le hablaba menos y pareciera que estaba un poco trastornado. Su padrastro era muy fuerte con él, no le perdonaba nunca que estuviera antes en la casa.<br />Nicolás seguía con su enojo a la espera del tren de la tarde que suponía se llevara a su papá. Pensaba en sus padres, en las fotos borrosas de los abuelos, en el dinero perdido ¡Cómo tardaba el tren hoy! ¿Habría chocado?<br />Cuando los vagones pasaban, ya por costumbre, Nicolás los saludaba con las manos y se hacía ilusiones. Un día se iría bien lejos, total su papá se había ido con el tren. Pasó el tren. Bajó tanta gente que casi lo tocaba para salir de la estación. Se fue el tren. Se fue la gente. Se levantó del banco como todas las tardes, hoy, enojado y triste a la vez. Igual con el deber cumplido, el de saludar al monstruo que algún día lo llevaría lejos.<br /><br />Se levantó para irse con paso cansino como si a su corta vida se le sumaran años de otras vidas. Al llegar al molinete, desde el suelo lo miraba una billetera negra. Dudó en levantarla. Nadie lo veía. Se decidió. La levantó. La abrió.<br />Una foto, un nombre y una dirección. José Fontana, Constituyentes 3245.<br /><br />Caminó despacio, cruzó la vía por el puente, enfiló por Constituyentes. A ver, 3.000, aceleró el paso, 3.100, aligeró las piernas 3.200. Acá, acá es 3.245.<br /> Tocó el timbre.<br /> José Fontana salió a la puerta. El mismo de la foto. ¡Con la camiseta de Chaca!<br />Nicolás entró en la vida de José.Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-58283108403380522252012-01-25T16:49:00.000-08:002012-01-25T17:00:36.854-08:00Ojos de vacaciones (por Jime González)<span style="font-style: italic;">Mas de uno se habrá preguntado... ¿será que "Gambeteando..." estiró la pata? ¿pasó a mejor vida? No señor, no señora. La historia dirá que metimos una laguna tan grande como las del "Rifle" Pandolfi, talento helado de nuestras pampas. Por esas cosas de la vida ¿vió? Cuelgues, le dicen los pibes.</span><br style="font-style: italic;"><span style="font-style: italic;">Cortamos ésta sequía de fútbol literario, este 0-0 larguísimo en el que caímos, con un hermoso texto mitad playa-mitad fútbol, mitad vacaciones-mitad ciudad. Un texto salido de la pluma del corazón femenino de "Gambeteando...": Jime González.<br />Esperamos que les guste y que nos acompañen nuevamente en el 2012.</span><br /><br /><span style="font-size:130%;"><span style="font-weight: bold;"><br />Ojos de vacaciones</span></span><br /><br />Por <a href="http://minombreescancion.blogspot.com/"><span style="font-weight: bold;">Jimena González</span></a><br /><br />Dos pares de ojotas, dos mallas, dos remeras y dos gorras. El papá no pudo dejar de cargar, además, con sus lentes de sol y su reloj. Una pelota, una reposera, palita y baldecito. El protector solar seguramente lo traen puesto desde el hotel.<br /><br />Caminan rápido, pero sin ansiedad, como quienes tienen el cuerpo lleno de energía. Eligen un lugar cercano al límite hasta donde el agua se arrastra. Acomodan sus cosas y se sientan. Enseguida se enfrascan en la construcción. Cavan. Buscan agua. Vacían el balde. Agua otra vez. Moldean. Al cabo de un buen rato, se miran cómplices. Y sonríen satisfechos. El castillo de arena se yergue casi terminado, coronando la tarde compartida casi perfecta. No hay cámara de fotos. Pero, no la necesitan.<br /><br />Y es en ese preciso instante de felicidad padre-hijo cuando la pelota se desvía. Un zurdito habilidoso, a unos pocos metros, había concretado un remate demasiado fuerte al arco improvisado con dos ojotas. El arquero se queda sin reacción. Y la pelota, entonces, sepulta la maravillosa arquitectura del castillo bajo su peso.<br /><br />El niño rompe en llanto. Uno de esos llantos que cortan la respiración del que llora y revientan los tímpanos ajenos. El papá le promete un helado. Un helado bien grande de esos que manchan la cara y la ropa. El niño deja de llorar.<br /><br />Cargan con sus cosas y se van como vinieron. Casi como vinieron. Caminan rápido, pero -esta vez- con un poco de ansiedad.<br /><br />Eso es la playa.Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-48213752717837747212011-09-20T06:00:00.000-07:002011-09-20T06:00:15.322-07:00Cuando Pascual compró a "Alfio" (por Diego Díaz Bonilla)Por <a href="http://desdenfrente.blogspot.com/"><span style="font-weight: bold;">Diego Díaz Bonilla</span></a><br /><br /><br />Funcionaba a la perfección. O al menos era lo que yo pensaba. Mi primera venta, que terminó siendo la última, fue a un equipo de futbol de veteranos.<br />Laburaban todos en la misma empresa y por cuestiones de fuerza mayor, debieron ausentarse de la final interempresaria.<br />Sólo quedó Pascual, que era malísimo. Pero tenía a su favor, un entrevero afectivo con la minita de la casa de deportes de enfrente, que les proveía la pilcha deportiva. Con él me vinculé como siempre sucede en estos casos, en forma casual.<br />Fue durante un absurdo concurso de la cooperativa del colegio de los chicos, que consistía en sostener por más tiempo una escoba haciendo equilibrio en la propia pera. Pascual, que en seguida detectó en mí ciertas habilidades, me contó su dilema. Yo más rápido que inmediatamente le conté de mi invento. Se trataba de “Alfio”, un detector de talentos futbolísticos. Vibraba ante la presencia de una persona, cuyas características físicas y técnicas, se ajustara a los estándares internacionales requeridos para cada puesto. Los detalles de la venta, lo negocié con el tesorero de la empresa.<br />Pascual estaba como loco. Salió presto con “Alfio” a la búsqueda de los diez jugadores restantes para la final. Nomás en el subte vibró en su bolsillo, localizando al guarda, con altura suficiente, manos grandes y dedos generosos. Era inequívoco que había que convocarlo. No debía haber en el mundo alguien que reuniera un aspecto físico más adecuado para bloquear el ingreso de la pelota en el arco. Pronto lo convenció. Pascual jugaría de dos. Que en las escasas ocasiones que acertaba de un puntapié a la pelota, solía hacerla llegar al área contraria. El cuatro lo ubicó en la verdulería. Petiso y con barba que parecía crecerle por minuto, mientras Pascual lo convencía. El tres, longilíneo, vibró ante el mismísimo dueño de la “cochería”. Prometió jugar “aunque el sábado tenga diez servicios”, aseguró. Claro que era improbable. La gente no suele morirse un sábado de primavera. “Alfio” funcionaba a la perfección. Pascual no podía ocultar la alegría ante tamaño hallazgo. Claro que la escasez de tiempo conspiraba. Del jueves al sábado ya no se podía siquiera hacer una práctica con pelota, que, por otra parte, era lo que “Alfio” aconsejaba. Así, se fue completando la geografía del equipo. El seis y el ocho eran los mellizos Zárate. El optimismo de Pascual a esa altura, era inocultable. Se imaginaba alzando la copa. Los “mellis” corrían juntos cotidianamente. El viejo, había llegado a jugar un partido en la primera de Defensa y Justicia. Dicen que con una performance paupérrima. Pero detentaban un apellido futbolero por excelencia. En la mitad de la cancha, con el cinco en la espalda, “Alfio” advirtió al cura de la parroquia. Alemán el tipo. Durísimo con las penitencias a la hora de la confesión. Claro, además el sábado no oficiaba misa. Lo del siete fue increíble. Alfio lo enganchó en un after hour. Medio doblado del pedo que tenía y chamuyando a la dueña del bar el jueves de madrugada. Un burlón desenfadado. Como los siete de antes, que te pintaban la cara y tiraba el centro. El diez, zurdo, juntaba monedas en una gorra deshilachada haciendo jueguito con una pelota en el subte. Manejaba la izquierda como “el Diego”. El tiro libre de derecha a izquierda sería medio gol. Con la responsabilidad sobre sus espaldas, Pascual fue obedeciendo meticulosamente cada vibración de “Alfio”. Al once ya ni sé por qué lo convocó. Pero el nueve…el nueve fue una revelación. Las instrucciones casi de GPS de “Alfio”, condujeron a Pascual al concejo deliberante de la Ciudad. Se necesitaba un político. Avaro y personalista. De los que leen el gráfico y se sientan arriba del diario para no prestártelo. Alto, rubio y atlético. Ese fin de semana, como el resto de los días de su vida, el concejal estaba al pedo. Sabía que éste vínculo, aunque menor, algún votito más en la interna le podría aportar.<br />El sábado, llegó puntualmente a la cancha el colectivo escolar, contratado por la empresa. Un grupo de porristas, dirigidas por “la minita de la casa de deportes de enfrente”, desembarcaron con su bullicio multicolor.<br />Marco espectacular. Césped verde bien cortado. Arcos con redes. Arbitro y jueces de línea uniformados. Así entonces, tres en punto de la tarde, se escuchó la pitada inicial.<br />Pero a veces, los planetas están desalineados. Les clavaron cinco: inapelable.<br />Y yo, ahora, recuperándome en el Pirovano. Mis allegados piensan que fue Pascual. Yo no lo podría asegurar. Pero el lunes y por la espalda, alguien cobardemente me arrojó a “Alfio” por la cabeza, acertándome de lleno en el occipital. Otra vez, las adversas circunstancias de la vida, echaban por tierra mi frustrada profesión de inventor.Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-82317572642009287782011-09-13T06:00:00.000-07:002011-09-13T06:00:08.989-07:00Repudio del pase atrás (por Javier Aguirre)Por <a href="http://albumblancodiariodeunhinchadeallboys.blogspot.com/"><span style="font-weight: bold;">Javier Aguirre</span></a><br /><br /><br />Hace algunas semanas, aquel blooper de Nico Cambiasso ante Quilmes me dejó pensando sobre una jugada que resulta más común que lo que debería: el pase atrás. Es que justo antes del yerro del arquero albo, Hugo Barrientos le había dado la pelota desde el campo rival, en un retroceso de más 40 metros que bien podría ser un (nefasto) récord mundial si es que el Libro Guinness, en lugar de medir pavadas como la medialuna más oblonga del mundo, mensurara cuestiones clave para la humanidad, como por ejemplo, el pase atrás en el fútbol.<br /><br />El yerro –conceptual– de Hugo, abrió la puerta al yerro –técnico– de Nico.<br /><br />El pase atrás –una jugada obligatoria en el rugby, prohibida en el básquet y discutible en el fútbol– suele ser defendido con dos argumentos: uno, mantener la pelota en poder del equipo cuando no hay mejor opción de pase; y el otro, dejar que el reloj se consuma, para defender el resultado privando al rival de la posesión de la pelota.<br /><br />Sin embargo, el pase atrás implica, necesariamente, aceptar ciertos perjuicios inevitables y conceptuales para el equipo.<br /><br />El primer perjuicio inevitable y conceptual es el más obvio: la pérdida de metros.<br /><br />Es cierto que “en la vida, para ganar, primero hay que invertir”, como decía Aníbal, el personaje de Juan Carlos Calabró (un saludo a los hinchas de Villa Dálmine, Atlético Campana, o como carajos se llame hoy el club violeta). Dicho en términos futbolísticos; perder metros en una jugada puntual, podría redundar en beneficios mayores en la jugada siguiente. Pero aquí el problema es el verbo en potencial: lo único seguro es que el pase atrás lleva el peligro más cerca del arco propio, que del arco del rival.<br /><br />El segundo perjuicio inevitable y conceptual es más antipático: el traspaso del problema a un compañero que suele ser menos hábil que el jugador que da el pase.<br /><br />Esto es delicado, ya que si un “10 talentoso que la lleva atada” de pronto se encuentra asfixiado por la marca rival, y decide darle un pase atrás a un “5 que tiene tres pulmones”, resulta evidente que, después del pase, la pelota estará en manos (bueno, en pies) menos confiables que antes del pase. Si ese mismo “5 que tiene tres pulmones”, a su vez, ensaya otro pase atrás para dársela a un “2 aguerrido pero tosco”, el riesgo de perder esa pelota es todavía vez mayor. Ni hablar si ese “2 aguerrido pero tosco” ahora hace otro pase atrás, pero para entregar la bocha al “1 que con las manos sí, pero con los pies no tanto”...<br /><br />Que no se enojen Nico, prócer del Álbum Blanco, ni tampoco el warrior Barrientos, cuya saña feroz a la hora de defender el mediocampo del Albo a lo largo de todo el torneo no puedo sino agradecer. Que no se enoje ningún arquero, ni ningún 2, ni ningún 5; pero si el equipo logró que la pelota llegue hasta nuestro 10, lo ideal sería terminar la jugada con un tiro al arco. Al arco rival, claro.<br /><br /><br /><span style="font-size:85%;">Le agradecemos a Javier por dejarnos publicar textos de su muy buen blog <span style="font-style: italic;">“Album Blanco, diario de un hincha de All Boys”</span></span><br /><span style="font-size:85%;">Link a la publicación original: <a href="http://albumblancodiariodeunhinchadeallboys.blogspot.com/2010/12/repudio-del-pase-atras.html">http://albumblancodiariodeunhinchadeallboys.blogspot.com/2010/12/repudio-del-pase-atras.html</a></span>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-65183045170825172792011-08-30T06:00:00.000-07:002011-08-30T06:00:04.433-07:00Los mejores partidos que ví en mi vida (por Esteban Silva)
<br />Por <a href="http://estebangabrielsilva.blogspot.com/"><span style="font-weight: bold;">Esteban Silva</span></a>
<br />
<br />Mirá si me apurás así de una, no te puedo decir uno solo. Porque la verdad Pepe que no creo que haya habido un solo “ Partido de mi vida” sino varios.
<br />Para comenzar yo arranqué tarde yendo a la cancha, como sabés mis viejos eran cero fútbol. Por eso que yo recuerde mis primeros partidos fueron por los años ochenta más o menos. Tenía once años, ya a esa altura a mí me veían la cara solo para el almuerzo te digo. Para entonces había un pibe que la descocía… Sí, Pelusa quien otro. Era tal el desparpajo del pibe que los noticieros ya le hacían nota como el “ fenómeno” de entonces…
<br />Y que querés que te diga, a mí me picó el “ Bichito” viste, porque a pesar de ser bostero, para entonces nada nos unía a Argentinos Juniors.. La cuestión Pepe, que alertado por la magnitud del fenómeno resolví ir al verlo al pibe, así de camufleti , como un veedor que le chupa un huevo el resultado digamos…Día de semana en cancha de Atlanta, el partido Argentinos Juniors vs Independiente Rivadavia de Mendoza. El Diego estaba intratable, pases de rabona, bicicletas, amasadas, lo que se te ocurra. Vos podés creer que mete dos goles de tiro libre y uno de jugada… Ahí pensé, ¡como me gustaría verlo en Boca!.
<br />Y a la temporada siguiente, para mi deseo, el Diego estaba firmando para Boca ¡yo no lo podía creer!, parecía un deseo concretado. Por eso cuando en cancha de Boca , dejó desparramado al Pato juntando monedas, después hizo un amague y se la metió al conejo que hacía de “ arquero”, no te puedo contar lo que sentí.
<br />Le ganábamos a la gallina en nuestra propia casa 3-0, con un verdadero golazo de antología. Después como sabrás ganamos ese campeonato, pidiendo la hora claro, y rogando que Racing no se comiese un gol contra Ferro.. Ese mismo año José vi un 2 a 2 con los cuervos en Mar del Plata, que era uno de los últimos partidos del Diego que había firmado con el Barcelona. En el último minuto tiro un pelotazo de mitad de cancha, como hacen los jugadores de básquet ¿viste?, para no desperdiciar la jugada; la pelota pega en el travesaño y se va afuera, fin del partido.
<br />Como no acordarme también cuando vacunamos a la gallina 5 a 1 en su propia cancha…Habíamos ido con el “Chino” Marchi, ¿te acordás de él no?, con su viejo y sus primos, todos tanos bosteros. A los cinco minutos se escapa un juvenil de ellos,- porque a decir verdad eran todos juveniles, no sé qué quilombo tenían las gallinas que no presentaban el equipo oficial-,y nos mete una pepa.. Y que querés que te diga, un poco de zogaca me agarró, no te lo voy a negar. Pero decí que después lo pasamos por arriba, y la verdad, ¡es que me importó tres carajos que fuesen juveniles!.¿Quién mierda se acuerda de eso ahora Pepe? Qué pensará el pibe de River ahora, con ocho o diez años , que le pica el bichito de las estadísticas, como para tener un poco de argumento viste, y revisa en su compu los “ grandes resultados”, cuando ve ése, así, limpito de circunstancias atenuables pensará:
<br />¡ Mierda, que peludo que nos comimos ese día!. Porque la verdad Pepe, es que para nosotros los argentinos funciona así. Cuando te hacés hincha de un club, te hacés cargo de su pasado. Salís a refrendar todas sus glorias como si vos mismos hubieses asistido a esos campeonatos…
<br />Sí sí, los del 30´ los del 40´, todos, no importa. ¿Que no había nacido?, ¡ Y eso que mierda tiene que ver! Como si cuando vas a Brasil los negros no te enrostraran el “ pentacampeonato”, y me querés decir un tipo de nuestra edad ¿cuántas veces vio salir campeón a la verde amárela?
<br />Sí Pepe ¡ dos nomás! ¡Y una la ganaron por penales los culorotos!, de qué te vas a jactar me podés decir…
<br />Por eso, es muy importante tener memoria, como para taparle la boca a cuanto boludo se plante entendés.
<br />Una vuelta por ejemplo vi un 7 a 1 a favor nuestro en cancha de Huracán. El partido, un encuentro choto con un equipo de interior. Esos que tienen destino apenas suben, de una temporada viste. Y eso que en aquella época no había promedios… La casualidad Pepe, podés creer, era Independiente Rivadavia de Mendoza…Mouzo ex zaguero de Boca se despedía en ese club. Como para robar una temporada más sabés, la cuestión es que el viejo pudo patear un penal y así tener un poco de revancha. Porque si hay una ley que se cumple en el fútbol José es la del jugador “ despechado”. Primer partido de un ex jugador contra su ex equipo y te la manda a guardar, es así de simple.
<br />Otro partido inolvidable que vi, fue la vuelta de Maradona a Boca, con el narigón , el Cani, el negro Tchami..
<br />no es que fuese un partido excepcional, ¡la emoción!, de verlos juntos, sabés…
<br />Pero si me pedís que te diga, cual fue el más emocionante, el más caliente que ví en mi vida no lo vás a encontrar en la “ A “, no, querido , los partidos que queman están en la “ B”.
<br />Ahí, donde el odio es visceral. Dónde para llegar a la cancha visitante, la única manera es ir con el micro del club, si querés llegar sano.. Dónde la cana hace la vista gorda cuando vas de visitante, para dejar cagarte a piedrazos <span style="font-style: italic;">“a piaccere”</span>, por la hinchada local.
<br />Pero escuchá, el partido que te hablo era en cancha neutral. Final del ascenso Atlanta-Temperley del 82´.
<br />El primer partido ( ida –vuelta ), lo ganan los celestes agónicamente 2 a 1 con gol de Ricardo Dabrowski, si , si el técnico actual de Temperley. La revancha cancha de Huracán a la otra semana.
<br />Yo me había mandado hacer un trapo de unos 6 metros de largo..La mitad era azul-amarillo-azul, la otra mitad lo contrario, amarilla –azul- amarilla, je, así mataba dos pájaros de un tiro. Total quién se iba a enterar, que yo era de Boca y de Atlanta…
<br />La cuestión Pepe que ese día, ¡cayeron soretes de punta!, parecía que había sacado a pasear el cubrecamas “ pallette” por el peso. No te miento pero pesaría unos veinticinco kilos te juro…
<br />Eso, no es nada la cuestión es que en el desarrollo del partido, nos habían echado tres jugadores. La cancha super embarrada, y los minutos que se iban…
<br />Los celestes estaban con diez, pero regulaban el partido, tranqui. Dejando pasar el tiempo se coronaban en la reclasificación. Pero faltando cinco minutos, el milagro se hizo posible.
<br />Penal para Atlanta.
<br />El encargado, Porté, su número histórico. Un cañonero de los de antes, de los que no perdonan.
<br />Y no perdonó nomás. 1 a 0, y a cobrar, suplementario.
<br />La cuestión ahora era aguantar José, porque una cosa es que de pedo vos le saqués un resultado a último minuto a un club, sin posibilidad de revancha, y otra es que le toqués el culo así, y queden dos tiempos suplementarios para desquitarse…Porque si una cosa iba a pasar Pepe, es que no se iban a quedar con ese toquecito intrascendente del segundo tiempo, que tan poco resultado le dio. ¡Iban a salir como leones seguro!
<br />Y ¿querés saber lo que paso?. Nada. Pasaron los treinta minutos como si nada…
<br />A esta altura, no te miento, entre un corte de luz en el estadio y ocho cuartos, ya irían como tres horas.
<br />El arco designado fue el de la hinchada de Atlanta, hecha sopa y pegada al alambrado.
<br />Al pedo lo puteaban a Cassé, ( arquero de Temperley ), si era mudo el pobre..
<br />Te la hago corta, patean todos, sí todos, 12 a 12, turno de Atlanta. Va Hrabina, nuestro número 3, un picapiedras con más entusiasmo que técnica. No importa pensé, la asegura, le mete un sablazo y a la ¡concha de su madre!
<br />Le mete un sablazo, pero el conchudo del mudo, se tira a su izquierda y la desvía de un manotazo…
<br />Perdimos 13 a 12 en un memorable encuentro que duró cuatro horas.
<br />Lo bueno del fútbol Pepe, es que siempre da revancha. Por ahí no es hoy, ni mañana, pero siempre llega..ponéle la firma.
<br />Diecisiete de mayo del 2005, fecha 34ª del campeonato Nacional “ B “,estadio de Ferro, Temperley local, con solo empatar salían campeones relegando a Platense al 2ª lugar. Mauro Dobler ( Temperley ) le saca un penal a Guillermo Cejas ( Atlanta ), y la historia parecía volver a repetirse..
<br />Pero un segundo tiempo espectacular de los “ bohemios “ agrandan la cuenta a tres contra uno de los “celestes” dejándolos fuera de toda chance.
<br />Te juro Pepe, que la expresión de ese tercer gol, es indescriptible…
<br />¡Cinco mil personas agarrándose los huevos al unísono con ambas manos!
<br />La hinchada cantando: - <span style="font-style: italic;">¡Ahora, ahora, nos chupan bien las bolas!-</span>
<br /><span style="font-style: italic;">- ¡ Y ya lo vé, y ya lo vé, es para Chaca que lo mira por TV!-</span>
<br />No sé, que querés que te diga, sentí un alivio…
<br />Má que copa del mundo, me hablás.
<br />¡Dejáme de joder..! querés.
<br />
<br />Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-42142147626175157502011-08-23T06:00:00.000-07:002011-08-23T06:00:17.446-07:00Fragmento de "Buba" (por Roberto Bolaño)
<br />Por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Bola%C3%B1o"><span style="font-weight: bold;">Roberto Bolaño</span></a>
<br />
<br />La ciudad de la sensatez. La ciudad del sentido común. Así llamaban a Barcelona sus habitantes. A mí me gustaba. Era una ciudad bonita y yo creo que me acostumbré a ella desde el segundo día (decir el primer día sería una exageración), pero los resultados no acompañaban al club y la gente como que te empezaba a mirar raro, eso siempre pasa, hablo por experiencia, al principio los aficionados te piden autógrafos, te esperan en las puertas del hotel para saludarte, no te dejan en paz de tan cariñosos que son, pero luego enhebras una racha de mala suerte con otra y ahí mismo te empiezan a torcer el gesto, que si eres un flojo, que si te pasas las noches en las discotecas, que si te vas de putas, ustedes ya me entienden, la gente empieza a interesarse por lo que cobras, se especula, se sacan cuentas, y nunca falta el gracioso que públicamente te llama ladrón o algo mil veces peor. En fin, estas cosas pasan en todas partes, a mí personalmente ya me había sucedido algo parecido, pero entonces mi condición era la de nacional, jugador de la casa, y ahora mi condición era la de extranjero, y la prensa y los aficionados siempre esperan un plus extra de los extranjeros, para eso los han traído, ¿no?
<br />
<br />Yo, por ejemplo, como todo el mundo sabe, soy extremo izquierdo. Cuando jugaba en Latinoamérica (en Chile y después en Argentina) marcaba una media de diez goles cada temporada. Aquí por el contrario, mi debut fue asqueroso, al tecer partido me lesionaron, tuvieron que operarme de ligamentos y mi recuperación, que en teoría tenía que ser rápida, fue lenta y trabajosa, para qué les voy a contar. De golpe volví a sentirme más solo que la una. Ésa es la verdad. Gastaba una fortuna en llamadas a Santiago y lo único que conseguía era preocupar a mi mamá y a mi papá, que no entendían nada. Así que un día decidí irme de putas. No lo voy a negar. Ésa es la verdad. En realidad lo único que hice fue seguir el consejo que un día me dio Cerrone, el arquero argentino. Cerrone me dijo: chico, si no tienes nada mejor que hacer y los problemas te están matando, consulta a las putas. Qué buena persona era Cerrone. Por aquella época yo debía de tener diecinueve años a lo más y acababa de llegar al Gimnasia y Esgrima. Cerrone ya andaba por los treintaicinco o por los cuarenta, su edad era un misterio, y entre los veteranos era el único que todavía estaba soltero. Algunos decían que Cerrone era raro. Eso me retrajo al principio en mi trato con él. Yo era un muchacho más bien tirado a tímido y pensaba que si conocía a un homosexual éste iba a querer acostarse conmigo al tiro. En fin, puede que lo fuera, puede que no lo fuera, lo único cierto es que una tarde en que yo estaba más deprimido que nunca, me cogió aparte, era la primera vez que hablábamos, podría decirse, y me dijo que esa noche me iba a llevar a conocer algunas muchachas de Buenos Aires. Nunca me olvidaré de esa salida. El departamento estaba en el centro y mientras Cerrone se quedaba en el living tomando unas copas y viendo un programa nocturno en la tele, yo me acosté por primera vez con una argentina y la depresión comenzó a amainar. A la mañana siguiente, mientras volvía a mi casa, supe que todo mejoraría y que mi carrera en el fútbol argentino aún me iba a deparar muchas tardes de gloria. Las depresiones eran inevitables, me dije, pero Cerrone me había dado el remedio para atenuarlas.
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<br />Y eso fue lo que hice en mi primer club europeo: salí de putas y así fui capeando la lesión, el periodo de recuperación, la soledad. ¿Que si me acostumbré? Puede que sí, puede que no, no soy quién para emitir un juicio tan rotundo. Allí las putas son unos verdaderos bombones, las putas de categoría, quiero decir, además de ser en líneas generales unas chicas bastantes inteligentes y preparadas, así que aficionarse a ellas, lo que se dice aficionarse, pues tampoco es tan difícil.
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<br />En resumen, que me dio por salir de noche, incluso los domingos, cuando había partido y lo que se esperaba de nosostros, los lesionados, era que estuviéramos allí, en las gradas, convertidos en hinchas de lujo. Pero así uno no se cura de las lesiones y yo prefería pasarme las tardes de los domingos en alguna sala de masaje, con mi whisky y una o dos amigas a cada lado, hablando de cosas más serias. Al principio, por supuesto, nadie se dio cuenta. No era yo el único que estaba lesionado, debíamos de ser unos seis o siete los que estábamos en el dique seco, la mala racha parecía cebarse con nuestro club. Pero luego, claro, nunca falta el periodista culiado que te ve salir de una discoteca a las cuatro de la mañana y ahí se acabó el asunto. En Barcelona, que parece tan grande y tan civilizada, las noticias vuelan. Quiero decir: las noticias futbolísticas.
<br />
<br />Una mañana me llamó el entrenador y me dijo que se había enterado de que estaba llevando un ritmo de vida impropio de un deportista y que eso se tenía que acabar. Yo, por supuesto, le dije que sí, que sólo había sido una canita al aire, y seguí con mis asuntos, porque, a ver, ¿qué otra cosa podía hacer mientras duraba la lesión y el equipo bajaba en la tabla que daba pena abrir el periódico los lunes para repasar las clasificaciones? Además, como es lógico, yo pensaba que lo que me había servido en Argentina me tenía por fuerza que servir en España, y lo peor era que tenía razón: me servía. Pero entonces entraron los burócratas del club y me dijeron: oiga, Acevedo, esto tiene que acabar, usted está resultando un mal ejemplo para la juventud y una pésima inversión de nuestra sociedad, en donde sólo trabajan hombres serios, así que a partir de ahora se acabaron las salidas nocturnas, usted verá. Y luego, sin decir agua va, me encontré de golpe con una multa que podía pagar, claro, pero que puestos a perder dinero hubiera preferido enviarlo a Chile, no sé, a mi tío Julio, por ejemplo, para que se lo gastara arreglando su casa.
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<br />Pero estas cosas pasan y hay que aguantarse. Así que me aguanté y me hice el firme propósito de salir menos, digamos una vez cada quince días, pero entonces llegó Buba y los del club decidieron que lo mejor para mí era que dejara el hotel y que compartiera el departamento que habían puesto a disposición de Buba, un departamento bastante coqueto, con dos habitaciones y una terraza pequeñita pero con una buena vista, justo al lado de nuestros campos de entrenamiento. Y eso fue lo que tuve que hacer. Así que cogí mis maletas y me fui con un administrativo del club al departamento y como no estaba Buba, pues escogí yo mismo el dormitorio que quería para mí y saqué mis cosas y las metí en el closet y entonces el administrativo me dio mis llaves y se marchó y yo me puse a dormir la siesta.
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<br />Eran las cinco de la tarde, aproximadamente, y antes me había echado entre pecho y espalda una fideuà, un plato típico de Barcelona que ya había probado y que me encanta, aunque no es un plato fácil de digerir, y cuando me dejé caer en mi nueva cama me entró un sopor tan grande que sólo tuve fuerzas para sacarme los zapatos y ya estaba dormido. Tuve entonces un sueño rarísimo. Soñé que estaba en Santiago otra vez, en mi barrio de La Cisterna, y que estaba recorriendo con mi padre la plaza esa en donde estuvo la estatua del Che, la primera estatua del Che que hubo en América, exceptuando Cuba, y eso era lo que me iba contando mi padre en medio del sueño, la historia de la estatua y de todos los atentados que sufrió la estatua hasta que llegaron los milicos y la volaron definitivamente, y mientras caminábamos yo miraba hacia todas partes y era como si camináramos por en medio de la selva, y mi padre decía por aquí debe estar la estatua, pero no se veía nada, las hierbas eran altas y los árboles apenas dejaban pasar unos rayitos de sol, suficientes para ver, para darnos cuenta de que era de día, y nosotros íbamos por un sendero de tierra y de piedras, pero a los lados hasta lianas había, y no se veía nada, sólo sombras, hasta que de pronto llegábamos como a una especie de claro, un claro rodeado de selva, y mi padre entonces se detenía y me ponía una mano en el hombro y con la otra señalaba algo que se levantaba en medio del claro, un pedestal de cemento de color gris clarito, y sobre el pedestal no había nada, ni rastros de la estatua del Che, pero eso mi padre y yo lo sabíamos y lo esperábamos, al Che lo habían quitado de allí hacía mucho tiempo, eso no nos sorprendía, lo importante era que estábamos juntos mi viejo y yo y que habíamos encontrado el lugar exacto en donde antes se levantaba la estatua, pero mientras contemplábamos el claro sin movernos, como embebidos en nuestro hallazgo, yo me fijé en que bajo el pedestal, al otro lado, había algo, una cosa oscura que se movía, y me solté de la mano de mi padre (me tenía cogido de la mano) y empecé a rodear lentamente el pedestal.
<br />
<br /><span style="font-size:85%;">
<br />Este fragmento pertenece al texto "Buba", publicado en la antología de cuentos <span style="font-style: italic;">Putas Asesinas</span>, Anagrama, 2001.</span>
<br />Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-86262484602709017712011-08-09T06:00:00.000-07:002011-08-09T06:00:16.663-07:00El mismo cielo, la misma pasión (por Sonia Figueras)Por <a href="http://soniacautiva.blogspot.com/"><span style="font-weight: bold;">Sonia Figueras</span></a><br /><br /><br />El mismo cielo. En los extremos aguas tumultuosas, límpidas, únicas y la urbe en contínuo movimiento. Tal los extremos de este país maravilloso.<br />Se conocieron por ser hijos de amigas. Ellas se escribían y la misionera bajaba todos los años a Buenos Aires para visitarla y de paso hacer algunas compras. Por ese medio, en un comienzo supieron uno del otro. Los unía el futbol, el fanatismo por Boca.<br />Ya de chiquitos los dos pateaban la redonda en la canchita improvisada de la Facultad enfrente de su casa uno y en la del pueblo, el otro. Allí poca letra llegaba y el porteño, Marcelo, en cuanto pudo escribir legible lo anoticiaba. Los dos amigos tenían la misma edad de su ídolo, Diego. ¿ hace falta decir Maradona?<br />Se carteaban seguido. En marzo del 69, apresurado el porteño le contó con orgullo y admiración que el pibito Diego había empezado a entrenar en Argentinos Juniors, en Las Malvinas, a cuatro cuadras de su casa, allá por Agronomía en los tiempos de los Cebollitas, del “Goyo” Carrizo, el que lo llevó a Argentinos.<br />Marcelo, en una de las cartas le contó que de casualidad, andando en bicicleta, vio cómo un grupo de chicos, allí nomás, en Llerena y Gamarra se fotografiaban en un rastrojero naranja, que supo más tarde que Dieguito iba sentado adelante del padre.<br />Los dos amigos distantes seguían la trayectoria del pibe de Villa Fiorito, que era el motivo por el cual intercambiaban correspondencia.<br />Como dice el antiguo refrán “de tal palo tal astilla”, el padre de Marcelo era boquense y para el año 70 lo llevó a Vélez a ver Argentinos y Boca. Corearon con todo el estadio”...que se quede...que se quede...”¿a quién coreaban? al futuro hombre magia, que en el entretiempo hacía viajar la pelota de la cabeza a un muslo, luego al otro, a la zurda, a la derecha y los dos, padre e hijo volvieron a su casa exultantes a contar que habían visto a un chico que manejaba la pelota como nunca se viera.<br /><br /><br /><br /><br /><br /><br />Para octubre del 76, tiempos nefastos en nuestra Patria, el chico mago, motivo y razón de amistad de otros dos purretes como él, reemplazó a Giacobetti y Marcelo envió una rápida carta extra. Siendo un seguidor de este juego prodigioso y apasionante como es el futbol, que no permite la interrupción de un ruido, que no se saque la mirada de la pantalla ni el oído de la radio, presintió que era el comienzo de todas las maravillas y éxitos de un único.<br />Y era así. Este pequeño hechicero con su pose desafiante en un cuerpo retacón, fibroso, con un corazón de oro, estaba preestinado.<br />Esteban y Marcelo crecieron a la par del admirado cebollita. Mientras el dotado de la parada con el pecho y la vista en el justo lugar del pase ascendía meteóricamente, Marcelo se quedó para terminar su carrera en la Facultad y Esteban viajó a Italia por trabajo y en Nápoles presenció la presentación del 10 en el estadio San Paolo, un jueves glorioso, inolvidable, un 5 de julio, ante 80.000 personas que vitoreaban al campeón.<br />A Esteban no le cabía el corazon en su pecho azul oro. Todo lo contado por el porteño era poco. Diego, hizo justamente 16 jueguitos, pasaditas, vestido con jogging celeste, una bufanda del Nápoli alrededor de su cuello que mandó a la tribuna. De locura.<br />Se cambiaronn los papeles, el provinciano informaba al porteño. La historia de estos dos amigos que se vieron, según contaron sus madres una sola vez en Buenos Aires estaba paralelada a la del astro.<br />El porteño fue a España por un master, el amigo, transferido a Londres. Parecería que nunca podrían mediante un café conversar sobre lo que más les gustaba, el futbol y Diego.<br />Hoy Marcelo vive en Canadá, Esteban retornó a Argentina. Siguen escribiéndose de sus vidas y especialmente del recuerdo de ese pibe, nene, joven, hombre, el campeón que le dio tantas satisfacciones al futbol argentino. El 10 que puso sus pies de oro y su garra al servicio de la camiseta celeste y blanca.<br />Los hijos de los amigos, Diego Esteban y Marcelo Diego ya comenzaron a escribirse. Hijos’e tigres.Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-41003803732270815592011-07-29T16:26:00.000-07:002011-07-29T16:35:56.803-07:00Independiente, mi viejo y yo (por Eduardo Sacheri)Por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Sacheri"><span style="font-weight: bold;">Eduardo Sacheri</span></a><br /><br /><br />«Mirá que esta noche es el partido», me dijo él. Hizo bien porque uno, a los cinco años, no tiene una conciencia cabal de la periodización del tiempo. Como mucho distingue el sábado y el domingo, porque esos días no hay que ir al jardín, y papá se queda en casa a jugar con uno. Pero con los otros días y las otras noches, la cosa se complica. Por eso sin la advertencia de papá, hecha con el beso de recién llegado del atardecer, yo habría pasado por alto la infinita importancia de esa noche.<br />Los preparativos fueron los de siempre. Mientras él encendía el Stromberg–Carlson con suficiente antelación para darle tiempo a las válvulas, yo le pedí a mamá la ropa apropiada para el evento. Primero se negó a lo del pantaloncito corto, aduciendo que era invierno y que hacía mucho frío. Yo argüí hasta el cansancio que los jugadores juegan con pantalones cortos, y al aire libre. Una salomónica intervención de papá desempantanó por fin el pleito: con pantalón corto, pero sentado cerca de la estufa de kerosene del comedor. Después me puse la camiseta roja con el cuellito blanco, con el once de cuero cosido en la espalda, igualito que Daniel Bertoni. Papá, mientras tanto, iba trayendo la colección de trapos rojos que colgábamos a modo de banderas. Había pañuelos, una frazada, un pulóver, un par de camisas chillonas. La lámpara de pie, el timón de barco que adornaba la pared, varias de las sillas, todos terminaron ocultos en nuestro rito ornamental y futbolero. Cuando llegué, rigurosamente ataviado con los colores reglamentarios, me llené los ojos de banderas rojas. Lo único que nos faltaba era el viento para que flamearan, como en la cancha.<br />Papá se negaba, pese a mis acaloradas argumentaciones, a vestir también el atuendo correspondiente. Nada de camiseta. Y mucho menos de pantalones cortos. A mí me parecía un desperdicio, con tanto trapo rojo disponible y tan a mano. Pero él prefería verlo con su bata de siempre, calzado con sus chinelas ruidosas, con el paquete de Kent y el cenicero, pobrecito, para fumarse los nervios uno por uno.<br />Mientras daban las últimas propagandas, y antes del aviso de «minuto cero del primer tiempo, es tiempo para una ginebra Bols» (o cosa por el estilo) que marcaba la hora señalada, papá se sintió en la obligación de preservarme de desilusiones demasiado abruptas. Me miró como me miraba siempre que tenía algo importante que decirme, con una mezcla de solemnidad y de ternura, con un bosquejo de sonrisa iluminándole los ojos. «Mira, tipito – empezó, porque él me llamaba de esa manera cuando teníamos que aclarar cosas importantes–, que la cosa viene difícil.» Y volvió a enumerarme todas las dificultades que nos esperaban en esa noche de invierno. Que ellos habían ganado en Brasil, que nos habían pegado un peludo bárbaro, que no sólo teníamos que ganar, sino que debíamos hacerlo por no se qué diferencia de gol. Pero para mí sus argumentos sonaban confusos. ¿Acaso él mismo no me había dicho que Independiente era el rey de copas, que la copa, la copa se mira y no se toca, que los brasileños nos tenían un miedo descomunal, y que en Avellaneda y de noche se morían de frío, y no podían ni levantar las patas del pasto? El trató de convencerme de que, pese a la absoluta veracidad de lo dicho en otras ocasiones, esta noche las cosas iban a ser muy difíciles y peliagudas.<br />De todos modos, nos entonamos cantando un par de veces el «sí, sí señores, yo soy del Rojo», y algún otro estribillo para ir matando el tiempo. Cuando finalmente se acabaron las propagandas, papá encendió la radio Phillips, con su estuche de cuero, que debía ser la primera portátil de Sudamérica (y la teníamos en casa). Le bajó el volumen a la tele: ambos sabíamos que los relatores de radio son mejores que los otros. Cada uno ocupó su sitio de siempre. El en la cabecera de la mesa, y yo sobre el arcón de mirar la tele. Acercó la estufa de kerosene de ese lado para cumplir lo pactado en cuanto a temperatura corporal con la madre del win izquierdo de bolsillo.<br />Pero la carne es débil. No importa cuánta preocupación ocupe nuestro pensamiento, ni cuánta angustia agobie nuestro espíritu. Uno siempre termina teniendo hambre, o teniendo sueño, y sucumbiendo a esas necesidades poco altruistas. Empecé a cabecear apenas empezado ese partido inolvidable. Mamá me dijo varias veces que me fuera a la cama. Pero yo seguía ahí, impertérrito, sentado en el arcón, con las patas colgando y pateando en el aire como si estuviese en plena cancha en los escasos momentos de lucidez que tenía en medio de mi mar de sueño.<br />Papá esperó un rato y después me dijo que me fuera, que me quedara tranquilo. Yo protesté que de ninguna manera, que teníamos que seguir ahí los dos, haciendo fuerza con los canutos y las banderas. El me dijo con aire confiado que no hacía falta, que igual sin mí íbamos a salir campeones, que me quedara tranquilo, que los teníamos de hijos. Ante semejante desparramo de confianza le hice caso y me dormí.<br />A la mañana siguiente mamá me despertó para ir al jardín. Embotado de sueño me dejé vestir, abrigar y conducir a la cocina a tomar la leche. Después ella me sentó en el sillón del living para atarme los cordones, como hacía siempre mientras esperábamos que pasara el micro. Apenas me despabilé un poco recordé la noche de la víspera, y me desesperé preguntándole el resultado del partido. A la luz del día, y después de un sueño reparador, mi deserción de la noche me parecía imperdonable. Ella me miró y dijo no saberlo. Le pregunté por papá, y respondió que aún no se había levantado.<br />Han pasado veinticinco años, pero aunque pasen sesenta voy a recordarlo como si hubiese sucedido hoy. La casa estaba iluminada por uno de esos soles oblicuos y tibios del invierno. Yo tenía el guardapolvo cuadrillé lila y blanco, y la bolsita en el regazo, bien agarrada en la diestra, para no olvidármela (otras veces me había pasado, y me había quedado sin el Jorgito de dulce de leche y sin la taza de plástico para el mate cocido; así que ahora la cuidaba más que a mi vida). De repente oí abrirse la puerta del dormitorio. Y enseguida escuché el clásico arrastrar de las chinelas en el parquet del pasillo. El corazón me dio un vuelco. Lo llamé a los gritos. Entró a las carcajadas, preguntándome el motivo de mi ansiedad. Yo lo interrogué por el resultado, ya totalmente despierto, ya absolutamente pendiente de lo que dijeran sus labios, ya indiferente a mamá terminando de atarme los cordones.<br />El se acercó, se inclinó, me dio un beso de buenos días, y se me quedó mirando con expresión jubilosa. Recién cuando volví a preguntarle me dijo que sí, que claro, que habíamos salido campeones de nuevo, y que no me olvidara en el jardín de decirle a todo el mundo que Independiente había vuelto a salir campeón de América. Yo, aún en medio de mi alegría, me hice el tiempo de preguntarle cómo habíamos hecho, si él me había dicho que era muy difícil, que en Brasil nos habían dado un baile bárbaro, que teníamos que hacerles como tres goles, que en el campeonato de acá andábamos como la mona. El me miró risueño, y sembró una semilla más en el fértil potrero de mis sueños de pibe.<br />«Pero, tipito –empezó, como enunciando una verdad ya reiterada hasta el cansancio–, ¿no te dije que los brasileños ven la camiseta del Rojo y se asustan tanto que no pueden ni mover las patas? ¿No te dije que, con el frío, se quieren volver a su casa a comer bananas para entrar en calor? Por eso te dejé dormir. Porque era tan fácil que nos las rebuscarnos sin tu aliento.» Y en medio de mi maravilla impávida, terminó: «Menos mal que te dormiste. Imagínate si te quedas despierto y gritas conmigo: les hacemos veinte goles y no quieren venir a jugar nunca más, y nos quedamos sin nadie a quien ganarle la copa». Después me levantó en brazos y cantamos «la copa, la copa, se mira y no se toca», y dimos la vuelta olímpica a los saltos, por toda la casa. Vino el micro y me fui al jardín de infantes.<br />Supongo que ésos son los recuerdos que se le meten a uno en los recovecos del corazón, y echan cría y se nutren de su propio néctar, y nos marcan para toda la vida. Por lo menos así ocurrió conmigo. Y no me avergüenza reconocer que ahora, ya grande, cuando tengo un problema que me agobia, o cuando me toca sufrir por radio y por televisión un partido de Independiente y me como los codos por la ansiedad y la angustia (la vida me enseñó lo inconveniente que puede resultar fumarse los nervios), siento un impulso difícil de dominar, una tentación casi irresistible que me invita a irme a dormir, a abrigarme en la certeza de que mientras yo sueño, mi papá e Independiente, como duendes laboriosos, van a arreglarme el mundo para que yo lo encuentre refulgente en la mañana.<br />Y queda en mí el mandato inexorable que dictan las fidelidades eternas. Cuando Independiente gana un campeonato –al fin y al cabo, Dios y sus milagros evidentemente existen– lo primero que hago, en la cancha o en mi casa, es levantar los brazos y los ojos hacia el cielo, abrazándolo a mi viejo a través de todos los rigores del destino, y por encima de todas las traiciones de la muerte. Lo que pasa es que tratándose del Rojo, de mi viejo y de mí, hay veces que la muerte es una señora que nos tiene un miedo bárbaro. Una vieja podrida a la que, de locales en Avellaneda, le tiramos la camiseta y podemos, de vez en cuando, llenarle la canasta.<br />Todavía me acuerdo de ese número once de cuero blanco, cosido en la camiseta como el de Bertoni. Pero ahora también veo, cuando me fijo con suficiente atención, que mi viejo también lleva lo suyo. Lo tiene ahí, en la espalda, justo a la altura del nacimiento de las alas: un diez de cuero blanco, igualito igualito al de Bochini.<br /><br /><br /><span style="font-size:85%;">Este texto fue extraído del excelentísimo libro <span style="font-style: italic;">"Esperandolo a Tito"</span> de Eduardo Sacheri</span>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com15tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-17014473866190693702011-07-05T06:00:00.000-07:002011-07-05T06:00:16.370-07:00Fútbol Ciencia II, homenaje al Negro (por Esteban Silva)Por <a href="http://estebangabrielsilva.blogspot.com/"><span style="font-weight: bold;">Esteban Silva</span></a><br /><br />Aunque te cueste creerlo es así. El fútbol argentino está viciado de malas costumbres, solo una acción como esa pudo sacudirlos un poco. Porque no me digas , que a esta altura es común lo que pasaba en las canchas argentinas… El jugador argentino es muy pillo, si le dás rienda libre ¡te pinta la cara!. De nada sirve un montón de normas, si a la hora de ejecutarlas te tiembla la mano. Porque en eso hay que reconocerle a Castrilli, que el viejo muere en la de él. Que por otra parte es la pura ley, de todas formas…<br />¿Que echó más jugadores en su vida, que el resto de sus contemporáneos juntos?.Puede ser, no te lo niego.<br />¿Ahora no me vas a decir que la mayoría no estaban bien expulsados?. Que la media del arbitraje tolera circunstancias de juego,que bajo la aplicación estricta de la norma tendrían instancias tempranas de ducha…<br />Porque los argentinos, te digo, las tenemos todas eh..,simulación, exageración, avivadas, faltas arteras, relevo en las faltas, faltas estratégicas ( salir a quebrar ), hacer tiempo ( cuando se va ganando ), instruir a los alcanzapelotas para demorar los laterales en los contra-ataques, apalabrar al árbrito para modificar o condicionar sus fallos, osea completitos somos..<br />Por eso Juan, escuchame, si tomaron una medida de esas ¡no fue al pedo!, lo hicieron por algo, para sentar un precedente digamos, para abrirle los ojos a unos cuantos, que así no se podía seguir..<br />Al principio cuando lo anunciaron me dije: ¡ no va a andar, una cosa así!. Porque una cosa es que te cambien el color de la pelota, que te pinten las faltas en el piso con ese aerosol blanco o una huevada de esas, que ojo, ¡ayudan eh..!, no, pero meter dieciséis modificaciones radicales de una, en un partido de primera división ¡me pareció mucho!. Sí, ya sé, era un partido prototipo , experimental , lo que vos quieras, pero tantas modificaciones en una sola escala, es una locura.<br />Te cuento algunas que leí en el OLE: La pelota tendrá en su interior un rastreador Gps en contacto directo con los organizadores del evento, y actuará conjuntamente en sintonía con los otros elementos, provistos por la asociación a saber, 1. Unos guantes de malla en la totalidad de los brazos de los jugadores, con sensores digitales en contacto permanente con un ordenador central.<br />2. Cuatro escaners de banda en cada uno de los lados del perímetro del campo, para evitar las confusiones en laterales, off-side, y puntos de recomienzo del juego en las faltas.<br />3. Sensores infrarojos en los tres palos del arco, que miden con exactitud el ingreso o no del balón en las jugadas dudosas.<br />4. Sensores infrarojos holográficos proyectados directamente en el campo de juego para el ordenamiento de la barrera en un tiro libre. ( al menor contacto con ellos, se advierte la falta y se amonesta al jugador correspondiente).<br />5. Micrófono de aire incorporado en el “ guante de brazo digital “, para acompañar los entredichos y saldar toda “discusión semántica” de un altercado.<br />6. Cámara incorporada junto al dispositivo, para discernir toda intencionalidad en las faltas, y para de paso mostrar diferentes alternativas del juego.<br />Eso como medidas principales, después había otras que ni me acuerdo. Lo que sé, es que el encuentro no lo dirigía el árbitro. No , lo ¡podés creer!, lo dirigía ¡ la máquina viejo!, sí ese cartel choto de arriba de la tribuna, acondicionado claro..El referí acompañaba la jugada, y solo intervendría si su albedrío lo exigiese..!mirá que bien Che!, un veedor el juez ahora…<br />¿Quién carajo lo iba a putear ahora?, nadie, si quien tomaba las decisiones era una computadora y un programa creado a tal efecto.<br />Por eso Juan, para Castrilli, este invento era un fenómeno. Había pedido innovaciones de este tipo por años el exárbitro. ¡Estaba como puto con dos culos el viejo!, más cuando lo invitaron para “ arbitrar “ el partido inaugural. Te lo cuento a vos Juan, porque acabas de llegar, y sé que en ese país choto que estuviste laburando, ni se habrán enterado de esto. Porque ¡ojo!, acá en Latinoamérica se re-cagaron de la risa, fuimos el hazmereir de cuanto programa deportivo y noticiero hubo.. Los brazucas se hicieron una panzada, y los culo-rotos de los yorugüas ¡ni te cuento!.<br />En realidad para ser sinceros, todo comenzó en aquella tarde del noventa y seis. En la fecha trece para ser exactos, cuando Vélez recibió a Boca en el Amalfitani.. Me acuerdo patente, Juan, porque en la semana le hacíamos el quince a la nena..<br />Los bosteros venían bien, el Diego estaba afilado, el Narigón era un violín, bien lo que se dice bien, digamos.<br />Vélez no se quedaba atrás eh, campeón de la Libertadores, campeón en Japón, primero en la tabla..Aparte tenía al paraguayo ese, ¡agrandado como sorete en balde..!<br />Pero lo podés creer vos, a los cinco minutos los bosteros ¡ya iban ganando!. Cosas del fúbol, sabés, esos goles de vestuarios que le dicen, salís medio dormido, no estás enchufado del todo y te vacunan…<br />Pero los de Vélez ni se inmutaron che, a los diez minutos Camps marcaba un gol ( que no había pasado la raya) y Castrilli a instancias del Lineman lo convalidaba.<br />Ahí, no sabés ¡como se pusieron los bosteros!, les rajaron a tres: El Diego, El Colorado y al Mono.<br />El Paragüa le clavó un tiro libre, y al final se comieron cinco los bosteros…<br />La cuestión es, que después en televisión se vió bien clarito Juan, la pelota no había entrado ¡ni ahí!.<br />El viejo, lo reconoció, dijo que estas cosas pasaban por no aplicar los recursos de la tecnología al campo de juego. Y fue mas lejos, dijo que ese error inicial, condujo a un espiral de acontecimientos que vicio todo el encuentro.Pero que los expulsados, estuvieron bien expulsados.<br />Por eso, la re-edición del clásico era como una revancha para “ el sheriff”. Ahora dieciséis años después gracias a los avances de la técnica, el viejo iba a resarcirse de la cagada que se había mandado.<br />Porque la verdad Juancito, es que a cuanto programa fuese, y te digo que yo soy de mirarlos todos, Castrilli se ponía re-mal cuando le citaban el encuentro. Se le ponían los ojos vidriosos, ¡te juro!, y se le quebraba la voz al duro del arbitraje. Medio como que tenían que ir a tanda sabés..<br />No sé a qué cráneo se le ocurrió, lo cierto che es que eligieron la misma sede para re-editar el partido.<br />Esa tarde, a la misma hora que antes, cincuenta y cinco mil almas se reunieron en las tribunas del Amalfitani.<br />En las plateas, uno de cada lado, estaban los otrora íconos de Boca y Vélez, el paragüas Chilavert, y el Diego Maradona. Te digo que si no estaban uno de cada lado de la platea no los diferenciabas a los gordos che..<br />!Andarían por los cuatroscientos kilos juntos!, Creo que el Diego tenía el pelo un poco más enrulado..<br />Te cuento esto Juan, porque yo estaba en la cancha. Si, vos te preguntarás ¿ qué carajos hace un hincha de Chicago en un Boca-Velez?.<br />No viejo, ¡yo no hincho por ninguno de esos muertos!, ni en contra de Vélez te digo.., a mí, lo que se dice a mí, el resultado me ¡chupa un huevo!.<br />Yo fui por el fútbol viejo, por la redonda, por ver los cambios propuestos en primera fila. No me iba a perder ese partido por ¡nada del mundo!, aunque fuese en “ El fortín” che.<br />En la tribuna visitante habían instalado otra pantalla gigante, que unida a la de Juan B Justo, harían de “ jueces digitales”, marcando a vista de todos, las faltas y determinaciones durante el partido.<br />Castrilli, estaba un muñequito…Vestía la ropa habitual de árbitro, con una máscara a la altura de su rostro que le cubría un solo ojo. Como la mira de los pilotos de combate ¿viste?.<br />Lo que no me gustó, te voy a aclarar, es esa propaganda en la espalda “ Castrilli Gobernador 2011”, me pareció ridícula che..Pero sabés lo que pasa Juan, no le daban mucha cámara por entonces al viejo…<br />El pitazo inicial, fue como quien dice alegórico…, para continuar con la costumbre. Porque lo que se dice el arbitraje, la aplicación de las normas lo hacía la computadora, y lo anunciaba al instante por los parlantes.<br />Creo que habían contratado al uruguayo Victor Hugo, para hacer las grabaciones, mira lo que te digo, porque a decir verdad, tendrán toda esa tecnología pero los parlantes y los baños en esa cancha siempre fueron una reverenda mierda que me acuerde..<br />Movió Boca, pase aquí, allá lo común del comienzo, más en un amistoso. Córner para Boca, lo va a patear Mouche desde la punta izquierda, - ¡PIiiiiiT- suena el autotrol<br />!Penal para Boca!<br />Desde la pantalla se observaba en la repetición a Fabián Cubero perseguir en la marca a Martín Palermo, sin siquiera tocarlo en lo más mínimo.<br />Hubo un silencio generalizado, la “ Máquina” en su primer fallo, estaba dando un penal inexistente, y vaya a saber en qué decisión se apoyaba para tomar tal medida..<br />Acto seguido, una reproducción de video focalizada en un plano corto de los labios del defensor, dejaba oír claramente la amplificada voz de “pito” del número cinco de Liniers.<br />- Puto, Cornudo- Le dijo.<br />Castrilli, con una sonrisa en su rostro, marcó con su índice el punto del Penal.<br />Desde ambos tableros, se anunciaba en un rojo vívido: 2: 05 minutos del Primer tiempo, Fabián Cubero ( 5 ) Vélez Sarsfield, Argentina OUT, tarjeta roja.<br />El sheriff, en un gesto demorado, como diciendo “ vieron lo que yo les decía”, sacó su tarjeta de plástico roja, y anotó en una libretita, al pedo Juan…, el jugador sancionado.<br />Como siempre el que se paró para ejecutar el penal fue “ el loco”.<br />A él le gustaban esas paradas difíciles. Porque si algo hay que reconocerle a Palermo, es que nunca se escondió. Siempre se puso el equipo al hombro, en las peores circunstancias..<br />La hinchada de Boca, hizo un silencio abismal…Medio que le tenía miedo también, por lo de aquella vez contra Colombia viste, ¡ a quién se le olvida!...<br />La cuestión es que acomodó la pelota, le dio tres o cuatro vueltas con la mano, como queriendo encontrar el pasto ideal que sirviese de apoyo al esférico y la puso en el punto de cal, como quién pone una bomba de nitroglicerina, así de despacito mirá..<br />Pito del árbitro toma carrera Palermo, unos poco habituales veinticinco metros te diría, por la actitud, te digo, lo iba a fusilar al pibe Barovero..<br />Viene corriendo de a trancos, como contando los pasos exactos que median entre la carrera y el impacto del balón. Se acelera, a tres metros de la pelota se da cuenta que el impulso de su carrera y sus pasos largos no iban a coincidir con el impacto de su pie derecho..<br />¿ Y sabés lo que hace Juancito?, No lo vas a creer escuchá.<br />Se tira de palomita por encima de la pelota, como para pasar por encima de ella, a media altura y con la punta de su botín la engancha, como quien la quiere picar por encima del arquero ¿sabés?. Solo que en la maniobra el balón sale picado de debajo de él, que en un intento desesperado trata de despegar la trayectoria de la pelota haciendo a un lado su cara.<br />Esta le pega en la punta de parietal izquierdo y se clava al ángulo del arco de Vélez.<br />La máquina automáticamente marcaba: ¡GOL gol GOOOL!, Velez 0, Boca Juniors 1.<br />Castrilli apuntaba el círculo central.<br />Los indios Juan, estaban que se mataban. La puteada más chica, es irreproducible mirá..<br />Los bosteros , se cagaban de la risa, no entendían, o sí entendían, como el paladín de la justicia, caía bajo los efectos de la tecnología en un fallo tan polémico…<br />Pero que iba a hacer el viejo, me querés decir, iba a contradecir a la “ máquina “ en la primera decisión.<br />!Sería como escupirse el asado uno mismo!<br />La cuestión Juan, es que el partido ¿ Sabés como terminó?.<br />Ganaron los Bosteros ¡Dieciocho a dieciséis!.<br />Creélo Juan.<br />El partido se suspendió a los cinco minutos del segundo tiempo, cuando por aplicación del reglamento solo quedaban once jugadores en el campo de juego, haciendo imposible su desarrollo.<br />Los goles todos de penal, treinta y cuatro..<br />Consultado Castrilli a la salida del espectáculo, ¿sabés que dijo ante la inquisitoria de la prensa el atorrante?<br />- Javier, ¿Cómo calificaría la implementación del sistema asistido?-<br />- ¡ Impecable!- Respondió, en su habitual y lacónico tono.<br />Y se marchó, quien sabe, a proseguir con su campaña en el conurbano bonaerense…Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-40320156527203485142011-06-27T09:32:00.001-07:002011-06-27T09:35:28.886-07:00Concurso de Cortos "El fútbol y otras pasiones argentinas"<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQ5-WUl2jC5Vbf6BITrI3Nll-l9zkv_62IGz0XQVeY7vgZB47Eej03_Qoxjp1KOs3qiZ_0bHDajXyV-1xNhVpDjLvg6R2UQhgTiVaVjEwxBXFgrG3gBps3SDwJlkdE7Pe7JSkb_eZXiSZT/s1600/concurso+cortos.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 320px; height: 228px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQ5-WUl2jC5Vbf6BITrI3Nll-l9zkv_62IGz0XQVeY7vgZB47Eej03_Qoxjp1KOs3qiZ_0bHDajXyV-1xNhVpDjLvg6R2UQhgTiVaVjEwxBXFgrG3gBps3SDwJlkdE7Pe7JSkb_eZXiSZT/s320/concurso+cortos.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5622938391829835890" border="0" /></a><br /><br />Concurso de Cortos ´El Fútbol y otras Pasiones Argentinas´ organizado por el INCAA y ´Fútbol para Todos´<br /><br />Desde el 1.º de junio hasta el 12 de julio, se encuentra abierta la inscripción para participar en el Concurso Nacional de Cortos “El Fútbol y otras Pasiones Argentinas”, a partir del cual se seleccionarán piezas audiovisuales para ser exhibidas durante las transmisiones del torneo apertura 2011.<br /><br />La iniciativa del certamen es de la Secretaría de Comunicación Pública, el programa “Fútbol para Todos”, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), la Secretaría de Deporte y el Ministerio de Educación.<br /><br />La convocatoria está abierta a los alumnos de las escuelas primarias, secundarias y universidades, estudiantes de cine, profesionales y todas aquellas personas que, desde su lugar, tengan algo para contar, indica un comunicado del INCAA.<br /><br />El jurado está integrado entre otros especialistas por el Secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina; los periodistas Víctor Hugo Morales y Julio Ricardo; el Secretario de Deportes, Claudio Morresi; el ex futbolista y actual comentarista Roberto Perfumo y el cineasta Carlos Sorín.<br /><br />Se elegirán 60 obras (10 por cada región) que serán exhibidas durante las transmisiones de los partidos de Fútbol para Todos, informó el INCAA.<br /><br />Las piezas serán recibidas por este instituto entre del 1 de junio al 12 de julio y los cortos seleccionados de todo el país se verán en las transmisiones de "Futbol para Todos".<br /><br />El concurso tiene como objetivo "promover la cultura e incentivar la producción audiovisual, reflejando la diversidad de aquello que define y caracteriza a los argentinos" y está organizado "con orientación federal, premiando piezas representantes de todas las regiones del país".<br /><br />Los informes, bases y condiciones se pueden consultar en www.incaa.gov.ar<br /><br />Fuente: Telam<br />Más información: www.telam.com.arDiego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-75629233632391738422011-06-14T06:00:00.000-07:002011-06-29T18:49:18.134-07:00Homenaje a Martín Palermo (por Juan Sasturain y Juan José Panno)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0My5-s7WFvwkT1k5o6nk5fEyY9mPaUEBr_ppDNAHS0CFaeJ9Z50zJMM7DQE-l7nn3ipIeKQCds8hnQNVBbf-AnT8zlQfquMcEpALEVtz5icS-QidzqrhD3-QTciLd6aJruRyJeJW9hd1c/s1600/1273751565.jpg"><img style="display:block; margin:0px auto 10px; text-align:center;cursor:pointer; cursor:hand;width: 214px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0My5-s7WFvwkT1k5o6nk5fEyY9mPaUEBr_ppDNAHS0CFaeJ9Z50zJMM7DQE-l7nn3ipIeKQCds8hnQNVBbf-AnT8zlQfquMcEpALEVtz5icS-QidzqrhD3-QTciLd6aJruRyJeJW9hd1c/s320/1273751565.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5617864920080392146" border="0" /></a><br />Después de la emoción que vivimos el domingo los hinchas de Boca (aunque creo que debe haber rodado también algun lagrimón por una mejilla no-xeneize que sepa algo de fútbol, de la vida y del amor por algunos jugadores épicos) nos encontramos el lunes en el diario <a href="http://www.pagina12.com.ar/"><span style="font-style: italic;">Página 12</span></a>, con dos hermosos textos sobre <span style="font-weight: bold;">Martín Palermo</span>, el Titán, el Loco, el Optimista del gol. Uno de <span style="font-weight: bold;">Juan Sasturain</span> y otro de <span style="font-weight: bold;">Juan José Panno</span>, dos grandes en esto de cruzar pelota y libro, fútbol y literatura.<br />Los subimos acá, a <span style="font-style: italic;">"Gambeteando..."</span>, para que nuestros lectores puedan disfrutar y emocionarse tanto o más que nosotros. ¡Que los disfruten!<br /><br /><br /><span style="font-weight: bold;">El cubo de Palermo</span><br /><br />Por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Sasturain"><span style="font-weight: bold;">Juan Sasturain</span></a><br /><br />Aunque parezca el título de una novela de Umberto Eco, no lo es. El cubo de Palermo es apenas (o nada menos que) el intento de descripción de una forma euclidiana, un cuerpo geométrico ideal, un imaginario paralelepípedo regular (así se dice), un dado descomunal y transparente, un cubo hecho de aire y vértigo, espacio puro de tormenta (diría De Santis): el hábitat natural y de caza, el monoambiente móvil, el espacio vital y mortal, el microclima ominoso, the moveable jail dentro de la cual se movió siempre Martín Palermo –animal, fiera noble y persistente, depredador natural, genuino (de genes) nueve de área– durante todos los años de sus tantas campañas.<br /><br />Lo de campañas suena bien –mucho mejor que carrera o trayectoria– para Martín, el Campeador. Porque hay todo tipo de goleadores: explosivos, aparatosos y calientes, fríos como cirujanos, ocasionales, solapados, incluso furtivos cazadores de sobras y rebotes, minimalistas... Martín es el goleador franco, alevoso, ostensible, frontal y de referencia, el goleador campante. En él, la vocación es (en términos lógicos) anterior al oficio, y lo sostiene, le da ese plus indefinible. Quiero decir: la disposición, la actitud sostenida precede al desarrollo de la aptitud creciente. Y pareciera que la vocación primera no es jugar al fútbol sino hacer goles. Contemporáneamente, y en otro registro de jugador, sólo en Batistuta se da una condición tan radical y definitiva.<br /><br />Pero, volviendo al cubo, creo que uno de los secretos de la eficacia de Martín a lo largo de tantos años (con picos de excelencia lejanos en el tiempo, pero que no obstante le han permitido mantenerse vigente hasta ahora en este fútbol nuestro), uno de los secretos –digo, y no descubro nada nuevo– ha sido su capacidad (actitud + aptitud) para ofrecerse como potencial receptor, amplio y generoso, sobre todo para el envío aéreo, de sus ocasionales compañeros.<br /><br />Quiero decir: cuando alguien apto para la habilitación –fuera el Mellizo, Román o Rodrigo en los últimos años– tenía como referencia a Martín en el área, más precisamente “en la Troya”, que le dicen; ya viniera por derecha o por izquierda para tirar centro atrás rasante o pasado a la carrera; ya lo buscase con tiro libre frontal o habilitación vertical en ataque o contragolpe; cualquiera de esos compañeros sabía, sentía, que el Titán no necesitaba la pelota milimétrica en la cabeza o en el pie zurdo. No: bastaba la mínima aproximación.<br /><br />La experiencia indica que, en sus mejores momentos, el área de recepción útil de Palermo (el espacio en que cada pelota que le llegaba él podía convertir en aprovechable oportunidad de gol) era, aproximadamente, un cubo de algo más de tres metros de lado: entre 27 y 30 metros cúbicos de corazón de área, con él en el centro. Si la pelota enviada por el compañero caía en algún punto de ese cubo imaginario que solía coincidir con el punto del penal o sus inmediatos alrededores, Martín la alcanzaría, le daría, la desviaría hacia el arco y acaso a la red. De cualquier manera.<br /><br />Por abajo, por arriba, de lleno o pifiado, con la frente, con el parietal derecho, con el izquierdo, con la coronilla, con la rodilla, estirando el pie, con el pecho o el hombro, zambulléndose con las muelas, de taco, con extraña chilena, con una tijera fuera de los libros, de volea de derecha, de izquierda, de puntazo y de puntín, con los dos pies a la vez, colgándose del travesaño, con el culo, con el tobillo, con la cara, con la oreja y el hombro... Y eso, solo o acompañado: no importó nunca si había otros habitantes ocasionales –marcadores, arquero, compañeros– dentro de su cubo de influencia. El iba. Y llegaba, solía llegar. Siempre.<br /><br />En los últimos tiempos, la precisión y oportunidad de los proveedores de buenas pelotas aprovechables –incluso por él– escaseó a su alrededor y, en general, en su deslucido equipo. En el mismo sentido, es probable que con los años el cubo virtual haya ido disminuyendo en su tamaño. Es evidente que no llegaba tan lejos ni tantas veces a conectar lo que le tiraban. Sin embargo, Martín siempre fue. A eso se refería Bianchi al definirlo como un “optimista del gol”: nunca calculó el porcentaje de posibilidades que tenía de llegar antes de ir.<br /><br />Eso lo ha hecho un jugador inclasificable (mucho más inteligente que hábil; más serio que loco) y un goleador único, sostenido por una fortaleza física y mental a toda prueba.<br /><br />Grande, Martín.<br /><br /><div style="text-align: center;">*****************************************<br /></div><br /><span style="font-weight: bold;">Goleador serial</span><br /><br />Por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_Panno"><span style="font-weight: bold;">Juan José Panno</span></a><br /><br />Modus operandi eficiente<br />ataque directo al objetivo<br />sin vueltas, sin rodeos, sin piedad<br />ojos bien abiertos, tronco erguido<br />y el impacto certero y contundente.<br /><br />Paloma, taco, volea, media vuelta<br />frentazo, nuca, chilena, parietal<br />derecha, zurda, tobillo, de revés<br />usó armas de todos los calibres<br />y hasta clavó un penal con los dos pies.<br /><br />El hilo conductor de su campaña<br />son los blancos piolines de la red;<br />tejió con cada uno mil hazañas<br />que quedan para siempre en el recuerdo<br />y el tiempo ya se encarga de agrandar.<br /><br />El gol que le hizo a River en muletas<br />amagando a defensores azorados<br />con torpes movimientos de ballet<br />y un toque sutil hacia la red,<br />no va ser muy fácil de olvidar.<br /><br />Y el de Vélez, en el arco del Riachuelo,<br />¿qué demente lo podía imaginar?<br />Un testazo desde mil quinientos metros<br />sólo concebible en la increíble<br />cabezota de un gran cabeceador.<br /><br />El número preciso de los goles,<br />las tablas y cualquier comparación<br />son apenas cuestiones secundarias.<br />Lo que vale es la marca y el ejemplo<br />de lo que puede lograrse con pasión.<br /><br />Tipo recto de la más noble madera<br />en sentido directo o transversal.<br />Ilustre loco, goleador de raza pura,<br />el fútbol lo saluda emocionado<br />los arqueros contrarios más que más.<br /><br /><br /><span style="font-size:85%;">Link al texto de Juan Sasturain publicado en la contratapa de <span style="font-style: italic;">Página 12</span>: <a href="http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2011-06-13.html">http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2011-06-13.html</a><br /><br />Link al texto de Juan José Panno publicado en el suplemento <span style="font-style: italic;">Líbero</span> de <span style="font-style: italic;">Página 12</span>: <a href="http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libero/subnotas/6062-3185-2011-06-13.html">http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libero/subnotas/6062-3185-2011-06-13.html</a></span>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-22193673809534971082011-06-07T06:00:00.000-07:002011-06-07T06:00:11.853-07:00Santi chiquito (por Sonia Figueras)Por <a href="http://soniacautiva.blogspot.com/"><span style="font-weight: bold;">Sonia Figueras</span></a><br /><br />El agua mojaba el césped de tal forma que terminó en un lodazal.<br />Todos los dìas a la hora del entrenamiento Santiago miraba el charco sin límites en que se convertìa la cancha y hacía lo posible por no resbalar, no caer. Le iba en ello la vida. Con un poco de suerte serìa el próximo candidato del técnico para hacer su entradita en primera.<br />Rogaba que parara el agua o que no lo convocara ese día.<br />Santiago, San chiquito, como lo llamaba el abuelo desde siempre, desde que a los dos años le puso la camiseta de Boca, desde que lo llevaba al campito a patear...Entrà...asì, asì, meté la pelota. El abuelo Pepe, en los huecos de su vida se ocupaba y soñaba con ese chico.<br />Como casi todos los pibes a los cinco, a la pregunta ¿ què vas a hacer cuando seas grande?, doctor, decìa y rápido, en un soplo agregaba o jugador de primera como el Diego.<br />Y seguìa yendo al campito con el abuelo hasta que recaló de la mano...del abuelo en el club del barrio, semillero de estrellas.<br />Ascendìa de categorìa con la mirada del abu en la nuca, tal la mirada de exigencia como el oyente del gallinero del Colón, en velada de ópera, allì donde se marcan con rigor maestro, fielmente las notas y los silencios..<br />Ahora era octubre, como casi todos los malditos octubres, maldecìa, llovía, bajo la mirada compasiva de la abuela Delia que ojeaba desde el cuadro de la pared del comedor. La abu no estaba pero él sentía en su oreja el aliento tibio de ella que le susurraba... dale Santi chiquito, yo sé que vas a jugar en primera. Pero la abuela Delia estaba muerta. Él confiaba que desde algún agujerito entre las nubes, ¿ no era que los que se mueren iban al cielo?, le daba un empujoncito.<br />Cuando el técnico armó el equipo para la siguiente fecha, siempre con lluvia, lo llamó aparte. - Santiago, ésta es la tuya, el domingo te pongo un rato, entrás los últimos 10. Ya sabés pibe que esta camiseta no se la pone cualquiera.<br />Al muchacho le recorrió por el cuerpo un tumulto loco...el abuelo Pepe con sus ojos de abisinio no lo perdería de vista, el calor de la abu con su dale San chiquito, su viejo con aparente indiferencia aunque rebullera por dentro y seguro que la vieja no soltaría la medallita de la cadena que llevaba al cuello, todos estarían con él.<br />Llegó el domingo. Con cuidado, se puso la camiseta como si fuera de tul o gasa, el pantaloncito le acarició los muslos de piedra, las medias cantaron una canción de cuna al deslizarse por sus caños como en el palo enjabonado, los botines lustrosos al charol. Se paró como cuando en 7º le dieron la medalla al mejor compañero, escolta de bandera, con el corazón al galope peleando con el rubor y las lágrimas. En la foto estaba. Serio, tacurú en el camino.<br />Desde el banco siguió el partido. Cinco tiros de esquina a favor, dos tiros libres que se perdieron por ahí y dos atajadas del arquero que resultaba imbatible. Ni un gol. Por la derecha no podìan entrar, mucha marca, por la izquierda llegaban y nada.<br />Faltaban 10 minutos. El técnico lo palmeó. – Entrá Santiago, armá a la izquierda.<br />Dos flexiones, besó el pasto y entró a correr. Se desmarcaba, avanzaba locomotora controlada, se metió por la izquierda, metió el centro, se la volvió el turco, la paró con el pecho, levantó la vista y en un giro espacial con todo el efecto del mundo, pateó y la clavó en el ángulo del segundo palo.<br />La tribuna vibró.<br />Santiago no supo cómo un sablazo de fuego le dio en la rodilla. Cayó como en oración.<br />Santi chiquito no pudo jugar más al futbol.Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-413274082644804032011-05-24T15:56:00.000-07:002011-05-24T15:58:40.397-07:00El director técnico (por Eduardo Galeano)Por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Galeano"><span style="font-weight: bold;">Eduardo Galeano</span></a><br /><br /><br />Antes existía el entrenador, y nadie le prestaba mayor atención. El entrenador murió, calladito la boca, cuando el juego dejó de ser juego y el fútbol profesional necesitó una tecnocracia del orden. Entonces nació el director técnico, con la misión de evitar la improvisación, controlar la libertad y elevar al máximo el rendimiento de los jugadores, obligados a convertirse en disciplinados atletas.<br />El entrenador decía:<br />Vamos a jugar.<br />El técnico dice:<br />Vamos a trabajar.<br />Ahora se habla en números. El viaje desde la osadía hacia el miedo, historia del fútbol en el siglo veinte, es un tránsito desde el 2-3-5 hacia el 5-4-1. pasando por el 4-3-3 y el 4-4-2. Cualquier profano es capaz de traducir eso, con un poco de ayuda, pero después, no hay quien pueda. A partir de allí, el director técnico desarrolla fórmulas misteriosas como la sagrada concepción de Jesús, y con ellas elabora esquemas tácticos más indescifrables que la Santísima Trinidad.<br />Del viejo pizarrón a las pantallas electrónicas; ahora las jugadas magistrales se dibujan en una computadora y se enseñan en video. Esas perfecciones rara vez se ven, después, en los partidos que la televisión transmite. Más bien la televisión se complace exhibiendo la crispación en el rostro del técnico, y lo muestra mordiéndose los puños o gritando orientaciones que darían vuelta al partido si alguien pudiera entenderlas.<br />Los periodistas lo acribillan en la conferencia de prensa, cuando el encuentro termina. El técnico jamás cuenta el secreto de sus victorias, aunque formula admirables explicaciones de sus derrotas:<br />Las instrucciones eran claras, pero no fueron escuchadas, dice, cuando el equipo pierde por goleada ante un cuadrito de morondanga. O ratifica la confianza en sí mismo, hablando en tercera persona más o menos así: «Los reveses sufridos no empañan la conquista de una<br />claridad conceptual que el técnico ha caracterizado como una síntesis de muchos sacrificios necesarios para llegar a la eficacia».<br />La maquinaria del espectáculo tritura todo, todo dura poco, y el director técnico es tan desechable como cualquier otro producto de la sociedad de consumo. Hoy el público le grita:<br />¡No te mueras nunca!<br />Y el Domingo que viene lo invita a morirse.<br />El cree que el futbol es una ciencia y la cancha un laboratorio, pero los dirigentes y la hinchada no sólo le exigen la genialidad de Einstein y la sutileza de Freud, sino también la capacidad milagrera de la Virgen de Lourdes y el aguante de Gandhi.<br /><br /><span style="font-size:85%;"><span style="font-style: italic;">Este texto pertenece al excelente libro "El fútbol a sol y sombra"</span></span>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-74017891736121938612011-05-17T07:00:00.000-07:002011-05-17T07:00:02.821-07:00Fútbol para todos (por Esteban Silva)Por <span style="font-weight: bold;">Esteban Silva</span><br /><br /><div style="text-align: justify;">En mi vida, salí dos veces campeón de fútbol. Una en la secundaria en un torneo de futbol cinco. Otra, con veintitrés años, en un torneo inter-fabricas en Japón. Tuve la suerte en ambas ocasiones de verme rodeado de los artífices necesarios para lograr tales hazañas. En mi condición de pica-piedras, lo único que podía aportar al equipo era sacrificio. Mi posición a tal efecto era la de nueve “pescador”, a la espera de la resolución de una jugada. Una infancia dedicada a juegos mecánicos, cine e intercambios grupales con compañeras de grado, redundó en un bajo rendimiento con la redonda. Ya en la temprana edad de doce años, mi escaso curriculum futbolístico colisionó con la escuela secundaria para varones de San Rafael. Acostumbrados a torneos escolares parroquiales y campamentos, me llevaban años de distancia en las lides de la esférica. A pesar de ello, participaba de todo picado que se organizase. Dicha práctica, no me aportó ninguna dote de habilidad. Con el tiempo, lo que sí fui logrando es cierta ubicuidad en el terreno. Un poco por desmarcamiento, otro poco por mis escasas atribuciones, hacían que mi posición dentro del campo resultase inofensiva. Los habilidosos, más dedicados a mostrar las virtudes de una gambeta individual, poco aportaban al orden colectivo. Y en muchos casos la sumatoria de habilidosos no era condición de superioridad en un torneo. Eso quedó demostrado en el campeonato de los sábados contándome a mí como participante. Mi equipo, era un rejuntado de pataduras con más ímpetu que nociones del buen fútbol. Pero la determinación, sumada al sacrificio a veces rinde sus frutos. Máxime en un campo de estrechas dimensiones como el del colegio. En una ocasión, recuerdo haber pateado al arco simultáneamente con un jugador de mi equipo. Tal era el desorden, que parecíamos un enjambre de abejas atrás de la pelota. El final del campeonato arrojo la cifra de dieciséis goles para Ferrara ( el goleador principal ), y la nada despreciable cifra de diez goles en mi haber. Con el tiempo compañeros de curso acuñaron el apodo de “goleador”, no sin sorna claro, refiriéndose más a mi vocación del área, que a las condiciones intrínsecas de mi juego. Para mí este era más un juego de estrategia, de pases al hombre libre, y de ir avanzando hasta encontrar la posición favorable de rematar al arco. Una vez frente a el, el destino inevitable era el puntín de mi botín derecho, para asegurar la jugada, y de prescindir de toda puntería o efecto. De cabeza, poco y nada. Solo recuerdo una vez en el ateneo que un compañero de defensa metió un pase-gol con tanta exactitud, que la pelota picó en mi cabeza y superó al arquero. Creo que en la posición de nueve hay que tener culo también. Es necesario la cuota de suerte necesaria para que la carambola de la pelota disputada, caiga en los pies nuestros, o en la red rival. Los palos también aportan lo suyo. Cuantas veces vemos el ensañamiento de una pelota al estrellarse indefinidamente en estas barreras del gol. Así vemos pasar indefinidamente nuestras posibilidades, a sabiendas que “ los goles errados se sufren en el arco propio”. Dicha máxima se cumple a rajatabla, desde el potrero más precario, hasta la copa del mundo.<br />Yo tenía compañeros habilidosos en el secundario: “Adriano”, un jugador de características particulares, buena gambeta de baldosa, piques cortos y desplazamientos laterales impredecibles. Su poca participación en los torneos, la tendencia al juego individual y su deserción a temprana edad nos privó de su magia. “ Rogido”, era más grande que el resto de nosotros, por haber repetido, y por cuestiones naturales también. Juego largo y asociado, buena patada y cabezazo. Marca y garra en ocasiones. Lo mejor: su cross de derecha en el concurso de una discusión con rivales de otros colegios. “Montero”, jugador completo, gambeta en velocidad, recuperación y juego colectivo. Magia en circunstancias favorables y garra a la hora de ir perdiendo. Era imposible frenarlo en el mano a mano, a pesar de repetir una y otra vez la misma maniobra evasoria. Por eso para estar a la altura de mis condiciones, era preferible participar de un equipo que tuviese un habilidoso y no fuese morfón. Solo así podría explotar mis condiciones de pseudo-goleadoras. Como aquella vez en Japón que tuve la suerte de formar en un equipo de obreros de fábrica, predominantemente brasileños. Es sabido de su habilidad con la pelota en todos los ámbitos de disputa. A la optima lectura del juego le suman técnica y velocidad.<br />Por eso, no nos fue difícil llegar a las finales del torneo de seis en cancha de césped. La primer fase estaba compuesta principalmente de nipones entusiastas, pero ingenuos a la hora de los puntos. La final ya era otra cosa, un combinado de bolivianos aguerridos que trabajaban en una planta vecina de acero. Un primer tiempo disputado, en el que no se consiguió sacar ventajas 1-1. A la segunda mitad rápidamente nos pusimos en ventaja, hasta ampliarla al valor de seis, con tanto de mi autoría. Los minutos finales fueron simples pases laterales y “ fitas” cerca de la raya lateral haciendo el tiempo pasar.<br />Tiempo que llegó a su fin con la marca de 6-3, a pesar del esfuerzo de los hermanos trasandinos.<br />La recompensa un metálico estimado en doscientos dólares para el equipo, junto con un símil de la copa del mundo en yeso o cerámica pintada.<br />Lo paradógico del caso, fue que a instancias mías, providencié un juego de camisetas para suplir al ajuar del equipo.<br />Cuando los brazucas recibieron la “ suplente “ de la selección argentina versión 93, ( la del gol de Diego a los griegos), palidecieron de asombro y estupor. Solo accedieron a su uso, previo “ arrancamiento” del emblema patrio, cierta dosis de insultos y la certeza de que nadie les devolvería lo abonado por la vestimenta…<br />Una paradoja doble, un equipo campeón en su mayoría brasileños vistiendo la albiceleste, y un patadura alzando la copa del mundo.<br /><br /><br /><span style="font-size:85%;">Esteban Silva es alumno de nivel inicial en el taller de creatividad literaria de <a style="font-weight: bold;" href="http://www.cruzagramas.com.ar/">Cruzagramas</a>.<br />En éstas líneas nos cuenta un poco más de él: Mis ganas de escribir comenzaron con la lecturas de mis primeros cuentos, allá por la escuela primaria; Cuentos de la selva, Mi planta de Naranja Lima, El Corsario Negro, fueron los primeros títulos que atraparon mi imaginación .De ellos obtuve la fascinación descriptiva de las locaciones distantes y la caracterización de los personajes. A mi paso por la juventud y la adolescencia se sumaron infinidad de colecciones enciclopedistas de los más variados temas, acompañados ya por novelas Best Sellers. De este cocktail, derivó mi inclinación por el ensayo de temas aleatorios, por lo general, reformulaciones de diversos temas en envases nuevos. El transcurso por la facultad de arquitectura, alterno temas académicos, con las consabidas novelas de compra obligada en el círculo de lectores, sumándose en este período, la novela histórica, los comics, libros de humor , especialmente Fontanarrosa, equilibrando parcialmente el tinte cientificista del pabellón 3 . De esta experiencia, surgió la argumentación, la gimnasia en la corrección de una obra, la exposición frente a la crítica,la intervención humorística como recurso de comunicación, las citas alusivas, y las ganas de parecer interesante frente a los demás; el egocentrismo resumidamente. La vida en sí, aportó lo suyo, una excursión a Japón por cinco años, diez años de lengua portuguesa por adopción de conveniencia, en dos relaciones fallidas, infinidad de viajes a Brasil , a su literatura. Esta colisión de mundos arrojó como saldo el exotismo, la visión paralela de otra sociedad, los puntos de vista, la palabra “ gasolina “ en vez de nafta. El saldo: las líneas que son las bases de este breve raconto, rayano al sincericidio</span><br /></div>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-37778108859153639392011-05-10T15:36:00.000-07:002011-05-10T15:39:18.841-07:00Relatores (por Alejandro Dolina)<div style="text-align: justify;"><br />Por <a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Dolina"><span style="font-weight: bold;">Alejandro Dolina</span></a><br /><br /><br />Los griegos creían que las cosas ocurrían para que los hombres tuvieran algo que cantar. Las guerras, los desencuentros, los amores trágicos, los horrendos crímenes, las gestas heroicas: todo tenía para los dioses impíos el único fin de proporcionar tema a los cantores. La Historia pone al alcance del menos docto centenares de ejemplos de relatos que fueron más ilustres que los sucesos narrados.<br /><br />Resulta difícil concebir una idea más triste del destino humano. Sin embargo, a los juglares, cantores, cronistas y narradores de cuentos, les complace pensar que el mundo se mueve para favorecerlos en su oficio.<br /><br />Héctor Bandarelli, el relator deportivo de Flores, creyó pertenecer a la estirpe de Homero. Durante toda su vida se esforzó para que la narración deportiva alcanzara las alturas artísticas de la épica.<br /><br />En sus comienzos, Bandarelli hizo algo que nadie había hecho antes. Siendo entreala izquierdo del equipo de Empalme San Vicente, acostumbraba relatar los partidos que él mismo jugaba. Era héroe y juglar, Aquiles y Hornero, Eneas y Virgilio. Según dicen, no era del todo imparcial en sus narraciones. Cuando se hacía de la pelota, comenzaba a elogiar su propia jugada.<br /><br />—Extraordinario, Bandarelli avanza en forma espectacular.<br /><br />Muchas veces, por elegir las palabras e impostar la voz, se perdía goles cantados. Cantados incluso por él mismo.<br /><br />A medida que pasaba el tiempo, el relator iba superando al jugador. Algunos viejos que lo vieron jugar cuentan que pasaba la mayor parte del tiempo parado en el medio de la cancha, relatando, casi sin tocar la pelota. inalmente fue excluido del equipo. Sin rencor ni tristeza, siguió acompañando las modestas giras del Empalme San Vicente, sólo para relatar desde un costado de la cancha el partido que jugaban sus antiguos compañeros. Lo hacía sin micrófono y sin radio, de modo que nadie lo escuchaba, salvo algún wing peregrino que alcanzaba a oír de paso su voz emocionada.<br /><br />Después, según se sabe, el Empalme San Vicente dejó de jugar y sus futbolistas pasaron a integrar otros equipos. Y en ese momento, cuando todo hacía sospechar la decadencia de Bandarelli, el hombre dio un paso genial: descubrió que su narración no necesitaba de un partido real. Era posible relatar partidos imaginarios, hijos de su fantasía. Parece una evolución previsible: los antiguos poetas cantaban hazañas más o menos reales. Después las inventaron.<br /><br />Lo mismo sucedió con Bandarelli. Y al no tener que ceñirse al rigor de los hechos ciertos, los partidos que relataba empezaron a mejorar: se lograban goles estupendos, los delanteros eludían docenas de rivales, había disparos desde cincuenta metros, los arqueros volaban como pájaros, se producían incidentes cruentos, los árbitros cometían errores perversos.<br /><br />De a poco, el artista fue incorporando elementos más complejos a su obra. El tiempo, por ejemplo, manejado en un principio de un modo convencional, pasó a tener durante el apogeo de Bandarelli un carácter artístico y psicológico. Los partidos podían durar un minuto o tres horas.<br /><br />Algunas veces, el relator omitía cantar un gol, pero daba claves y mensajes sutiles para que el oyente descubriera la terrible existencia del gol no cantado. Aparecían, cada tanto, unas historias laterales que provocaban un falso aburrimiento, que no era sino una trampa para mejor asestar la alevosa puñalada del gol sorpresivo. Todos recuerdan el famoso partido Boca-Alumni que Bandarelli relató en un asado del club Claridad de Ciudadela. En esta obra mezcló jugadores actuales con glorias de nuestro pasado futbolístico. Los viejos hacían fuerza por Alumni, los más jóvenes por Boca. Ganó Alumni, pero en su magistral narración, Bandarelli dejó caer —con toda sutileza— la sensación de que los boquenses, por respeto a la tradición, se habían dejado ganar.<br /><br />Las audiencias de Bandarelli no siempre fueron numerosas. Algunos partidos los relató solo, en una mesa del bar La Perla de Flores, ante el estupor de los mozos y parroquianos. Pero poco a poco, los muchachones del barrio fueron descubriendo sus méritos y con el tiempo hubo quienes prefirieron escucharlo a él antes que ir a la cancha.<br /><br />En 1965, Héctor Bandarelli organizó su campeonato paralelo de fútbol. Todos los domingos narraba el encuentro principal, mientras un colaborador lo interrumpía para comunicar lo que sucedía en el resto de los partidos. Algunas firmas comerciales de Flores lo ayudaron a solventar los nulos gastos del certamen a cambio de avisos publicitarios.<br /><br />Las narraciones tenían lugar en la puerta de la casa de Bandarelli y, cuando llovía, en la cocina. Hay que decir que el relator poeta nunca trabajó para ninguna emisora y jamás utilizó micrófono, salvo en la grabación que realizara del segundo tiempo de Barracas Central-Barcelona, ya en el final de su carrera.<br /><br />El campeonato paralelo terminó en un desastre. El artista no tuvo mejor ocurrencia que sacar campeón a Unión de Santa Fe y mandar al descenso a River, lo que irritó a muchas personas, que hasta llegaron a agredir a Bandarelli. Pero todos los que saben algo del relator coinciden en afirmar que su mejor partido fue Alemania-Villa Dálmine, relatado en el Colegio Alemán de la calle José HErnández, a pedido de la Asociación Cooperadora. Ese encuentro fue un verdadero canto a la hermandad entre los hombres. Los zagueros entregaban banderines a los delanteros rivales en cada jugada. El árbitro abrazaba llorando a los futbolistas que quedaban en off-side.<br /><br />Los de Villa Dálmine hicieron una suelta de palomas celestes y blancas a los quince minutos del segundo tiempo para celebrar el segundo gol de la selección alemana. En el final, todos se abrazaron e intercambiaron obsequios. Fue inolvidable. En el Colegio Alemán, los padres lloraban de emoción añorando la tierra de sus antepasados. Algunos miembros de la Asociación Cooperadora pidieron a Bandarelli que volviera a relatar el encuentro en diferido, pero el artista se negó. En el esplendor de su actividad, tal vez advirtiendo el carácter efímero de su obra, resolvió escribir libretos detallados que luego archivaba prolijamente. Desgraciadamente, sus familiares quemaron este valiosísimo corpus argumentando que juntaba mugre. Nos queda apenas un breve fragmento, correspondiente al encuentro Boca Juniors 3 - Vélez Sársfield 3. "Solidario, agradecido, ayuno de envidias, Javier Ambrois entrega la pelota a Nardiello. El viento agita las banderas en los mástiles de la Vuelta de Rocha. Nardiello tira un centro rasante... Arremete. J. Rodríguez, pero ya es tarde... tarde para remediar los errores del pasado... tarde para volver a unos brazos que ya no nos esperan... Ya es tarde para todo. "Según sus seguidores, el libreto le quitaba frescura a Bandarelli y -como hemos visto— recargaba un tanto su estilo.<br /><br />Un día desapareció. Algunos dicen que se mudó, o que se murió, es lo mismo. La gente volvió a preferir los partidos sonantes y constantes de la radio. Los relatores de hoy tienen la posibilidad de seguir al maestro e intentar la ficción y la fantasía en sus narraciones. ¿Por qué depender de la actuación, muchas veces mediocre, de los futbolistas?<br /><br />¿Por qué no crear con la voz jugadas más perfectas? ¿Por qué no dar nacimiento a deportistas nobles, diestros y mágicos que nos emocionen más que los reales? Se puede ir más allá. Todo el periodismo podría tener un carácter fantástico y abandonar los vulgares hechos de la realidad para aludir a sucesos imaginarios: conflictos, tratados, discursos, crímenes e inauguraciones de ilusión. En este último instante comprendo que nadie me asegura que estos artistas no existen ya. Tal vez, todo cuanto uno lee en los diarios no es otra cosa que un invento del periodismo de ficción.<br /><br />Sin embargo, esta clase de incredulidad conduce a sospechar la falsedad del Universo mismo. Suspendamos semejante astucia porque algunos hasta podrían pensar que el propio Bandarelli es imaginario y sus partidos sombras de una sombra.<br /></div><br /><br /><div style="text-align: justify;"><span style="font-size:85%;">Este texto fue extraído de la muy buena página web <span style="font-style: italic;">Cuentos y más</span> http://www.cuentosymas.com.ar/</span><br /></div>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-3547010516716968692011-04-19T06:00:00.001-07:002011-04-19T06:00:08.388-07:00El niño y la luna (por Walter Saavedra)Por <span style="font-weight: bold;">Walter Saavedra</span><br /><br />Encorvado sobre el pescante regresa por la madrugada llevándose con él esa luna llena, redondamente gorda y blanca, y se duerme con las tripas retobadas, sin un beso de buenas noches.<br /><br /> El niño sueña. Sueña que esa luna llena, redondamente gorda y blanca, baja del cielo, hace nido en su pecho, le recorre el cuerpo como la caricia que le anda escaseando, cae en el hueco justo de su empeine y escapa con ella.<br /><br />“¡Corre, niño, corre!”, le grita un ladrón y el niño corre haciéndole gambetas de luna llena a la miseria.<br /><br />“¡Corre, niño, corre!”, le grita una prostituta y el niño huye sin dejar que la luna llena toque el suelo y se manche de barro y estiércol.<br /><br />Y salen los vecinos, alarmados por un bochinche de perros trasnochados, y aplauden... Aplauden asombrados al niño malabarista que ahora inventa una rabona que deja una estela de chispas, luminosa como la vía láctea, y a la vuelta de una esquina niño y luna desaparecen, hundiéndose en la noche mas profunda.<br /><br />Shhhh... No despierten al niño que ha encontrado, por fin, eso que nosotros llamamos... felicidad.<br /><br /><span style="font-style: italic;font-size:85%;" ><br />Este texto fue extraído de la muy buena página web Cuentos y más http://www.cuentosymas.com.ar/</span>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-58681555478225919902011-04-05T07:00:00.000-07:002011-04-05T07:00:08.223-07:00Pase de magia (por Ariel Scher)Por <a href="http://www.elgrafico.com.ar/2008/11/07/C-923-ariel-scher.php"><span style="font-weight: bold;">Ariel Scher</span><br /></a><br /><br /><div style="text-align: justify;">Por eso era El Mago. Porque se animaba a todo y porque ya hacía un tiempo largo que había demostrado que en el fútbol conseguía lo posible y lo imposible. Sobraban pruebas. Una tarde castañeteó los dedos y logró que un marcador de punta aficionado apareciera protagonizando una final profesional como centrodelantero. Otra vez fantástica, susurró tres palabras y provocó que un mediocampista arrogante quedara sepultado por una colección de pelotas. Un mediodía sin olvido, enterado de que en un barrio pobre querían una cancha cubierta, puso la mano en un bolsillo y sacó palomas hasta sumar cuatrocientas que, juntas y apretadas, formaron un techo perfecto. Había más: una leyenda de la que él prefería no hablar aseguraba que era hincha de un equipo barrero y que, en un día decisivo, hasta había sido capaz de hacer llover.<br /><br />Porque era El Mago, por eso mismo, es que esos hombres lo fueron a ver. Se compadeció de ellos en un minuto: hablaban con la urgencia de los desesperados y cada vez que pestañaban removían en el aire una angustia. Era evidente: se trataba de gente que sufría.<br /><br />“Discúlpenos, Mago, pero nos ocurre algo horrendo- explicó uno de los hombres-. Somos personas que amamos al fútbol. Con pasión, sí; pero con salud. Y estamos en problemas”. El hombre dejó correr apenas un silencio, como si tanto dolor lo obligara a un reposo breve, y después siguió. “Queremos que vea”, dijo, y le mostró las imágenes de miles insultando a otros miles en un estadio. “Queremos que oiga”, agregó, y le pasó la grabación de un comunicador deportivo que, por dinero, parloteaba a favor de un candidato a algo. “Queremos que lea”, pidió, y le dio un recorte en el que se detallaba cómo un empresario era “dueño” del pase de un chico de 16 años. “Queremos que sepa”, afirmó, y le contó que había entrenadores que sostenían que un partido sin goles era un partido perfecto. “Queremos que nos ayude. Todo esto es insoportable”, imploró el hombre. Y casi se puso a llorar.<br /><br />El Mago se comprometió a intentar. Apeló a paños y a pañuelos de cada color, y a libros cargados de trucos, y, además, a una bruja retirada, todo un pozo de saber, que le había enseñado de qué manera mover una varita mágica para que un arquero eternamente suplente fuera alguna vez titular.<br /><br />Entonces, El Mago convocó a los hombres. “Señores- les confesó-, no puedo. Sucede que yo soy apenas un obrero de las ilusiones y ustedes están ardiendo por las miserias de la pura realidad. Pero no se desesperen. Se los digo convencido: pronuncien fuerte sus indignaciones, denuncien tanta trampa grosera, rechacen el poder de la mediocridad y, en especial, organicen la rabia. En el fútbol y en mil cosas, la mejor magia de todas es desear, es soñar, es luchar”. Luego metió las manos en su galera, dibujó una sonrisa de artista y regaló dos maravillas. Porque era mago, primero sacó un conejo. Porque era un hombre, después sacó una esperanza.<br /><br /><div style="text-align: left;"><span style="font-size:85%;">Este texto fue extraído de la muy buena página web <span style="font-style: italic;">Cuentos y más</span> http://www.cuentosymas.com.ar/</span><br /></div></div>Diego Mhttp://www.blogger.com/profile/02297800265050272878noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-4883304607527897836.post-73439917396268206372011-04-02T07:00:00.000-07:002011-04-02T07:00:02.678-07:00"Football is God" en el BAFICI 2011<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKXzilSW_x6z5g0lZh3iYjW9GDTK8js-lh1huPrF1Pg36CbTnA5AQ8z09qwjiES6tnoSpB0qDQqVTeXDS05CGxltDrEa8DoUxITVIhY65aMh9gxysIHqQ2t7cKqUZByj9tScjQ1dcBg-BY/s1600/fodbold_er_gud_1_full.jpg"><img style="display: block; margin: 0px auto 10px; text-align: center; cursor: pointer; width: 320px; height: 179px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKXzilSW_x6z5g0lZh3iYjW9GDTK8js-lh1huPrF1Pg36CbTnA5AQ8z09qwjiES6tnoSpB0qDQqVTeXDS05CGxltDrEa8DoUxITVIhY65aMh9gxysIHqQ2t7cKqUZByj9tScjQ1dcBg-BY/s320/fodbold_er_gud_1_full.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5589926011923483682" border="0" /></a>
<br /><meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 9"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 9"><link rel="File-List" href="file:///C:/DOCUME%7E1/COMPAQ%7E1/CONFIG%7E1/Temp/msoclip1/01/clip_filelist.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:donotoptimizeforbrowser/> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} h1 {mso-style-next:Normal; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; page-break-after:avoid; mso-outline-level:1; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-font-kerning:0pt; mso-ansi-language:ES-MX; font-style:italic;} a:link, span.MsoHyperlink {color:blue; text-decoration:underline; text-underline:single;} a:visited, span.MsoHyperlinkFollowed {color:purple; text-decoration:underline; text-underline:single;} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --></style><meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 9"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 9"><link rel="File-List" href="file:///C:/DOCUME%7E1/COMPAQ%7E1/CONFIG%7E1/Temp/msoclip1/01/clip_filelist.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:donotoptimizeforbrowser/> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin-top:0cm; margin-right:0cm; margin-bottom:6.0pt; margin-left:0cm; text-align:justify; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; mso-bidi-font-size:12.0pt; font-family:Arial; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-font-family:"Times New Roman";} h1 {mso-style-next:Lista; margin-top:6.0pt; margin-right:0cm; margin-bottom:6.0pt; margin-left:0cm; text-align:justify; mso-pagination:widow-orphan; page-break-after:avoid; mso-outline-level:1; font-size:10.0pt; mso-bidi-font-size:12.0pt; font-family:Arial; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-font-kerning:0pt; mso-ansi-language:ES-MX; font-style:italic;} p.MsoList, li.MsoList, div.MsoList {margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; text-align:justify; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; mso-bidi-font-size:12.0pt; font-family:Arial; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-font-family:"Times New Roman";} a:link, span.MsoHyperlink {color:blue; text-decoration:underline; text-underline:single;} a:visited, span.MsoHyperlinkFollowed {color:purple; text-decoration:underline; text-underline:single;} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">
<br /></span></p><p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Se viene el BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) y ya se pusieron en venta las entradas para todas sus funciones. Habrá algunos eventos especiales, seminarios, <i>workshops</i>, películas proyectadas en espacios abiertos y gratuitos, y nuevas secciones. Una de ellas se llama “Elegante sport” y reúne filmes cuya principal temática es el deporte.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Como no podía ser de otra manera, hay una película en particular que analiza parte del fenómeno del fútbol en la Argentina, siguiendo a tres hinchas de Boca un poco peculiares: Pablo, el ultra fanático de Maradona que se integra a la Iglesia Maradoniana y sigue todos sus ritos; la “Tía”, una señora que trata a los jugadores de Boca como si fueran sus sobrinos y les hace regalos para sus cumpleaños (como el calzoncillo que le da a Martín Palermo); y Hernán, un fanático envenenado, al que, por ejemplo, se le quiebra la voz recordando un gol de Mastrángelo de hace décadas y, sin embargo, vemos en sesiones de psicoanálisis tratando de analizar su fanatismo. Todo esto, claro está, no sería tan peculiar sino fuera porque la visión que se posa sobre estos tres fanáticos es la de un director danés. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal">En resumen, el documental danés <i>Football Is God</i> es un apasionante paseo por las pasiones. Y por la Bombonera. Y por una parte de la psiquis argentina vista por un extranjero.</p> <h1 style="margin-top: 12pt;"><span lang="ES-MX">Football Is God</span></h1> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Días y horarios:<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoList"><span style="" lang="ES-MX">7 de abril a las 17.30 en Hoyts Abasto<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoList"><span style="" lang="ES-MX">9 de abril a las 22.15 en Hoyts Abasto<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoList"><span style="" lang="ES-MX">10 de abril a las 17 en Pasaje Carlos Gardel (función gratuita)<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoList"><span style="" lang="ES-MX">14 de abril a las 21.45 en Alianza francesa <o:p></o:p></span></p>
<br /><span style="" lang="ES-MX"> <o:p></o:p></span> <p class="MsoNormal"><span style="" lang="ES-MX">Más info en <a href="http://www.bafici.gov.ar/home11/web/es/films/show/v/id/78.html">http://www.bafici.gov.ar/home11/web/es/films/show/v/id/78.html</a> <o:p></o:p></span></p>Mi nombre ya es canciónhttp://www.blogger.com/profile/02252281348441691578noreply@blogger.com1