Por Nicolás Barrasa
Sin la compañía de Miguel ir a la cancha ya no es lo mismo. Es increíble como uno hecha de menos no a una persona en sí, sino a una persona en alguna circunstancia. Con Miguel no faltábamos un solo domingo a “La Bombonera”. Me acuerdo de él y se me pianta un lagrimón: sus bigotes pulcramente afeitados, la raya al medio como marca registrada y el pucho que parecía ser una extensión más de su cuerpo.
Llegábamos temprano, nos ubicábamos, y me ofrecía algo de comer a lo que yo siempre aceptaba. Mientras mirábamos la reserva se ponía serio y preguntaba:
- Pibe, ¿Cómo van esos estudios? -, siempre con una mirada severa pero complaciente.
- Bien, creo que este año no me llevo ninguna. Parece que voy a tener unas vacaciones largas.
Sin premeditación se paraba y le hacía un gesto al heladero. Compraba dos “palito bombón”, volvía a sentarse y proseguía con la charla:
- Qué grande, así me gusta. Yo como un boludo abandoné, pero eran otras épocas. Abandoné y me puse a laburar en la metalúrgica en el turno noche. Bueno, la historia ya la conocés, si te la debo haber contado mil veces.
- Sí, sí, ya la tengo sabida como el padre nuestro.
Sin embargo era una de esas historias que podría ser repetida una y otra vez y yo siempre me disponía a escuchar.
Miguel fue como un segundo padre para mí. No se casó ni tuvo hijos. Consideraba que en la vida el que juega con reglas claras triunfa. Había tenido varias mujeres, pero ante la insistencia del compromiso sus relaciones se habían diluido.
Era un tipo tranquilo, pero su tranquilidad se rompía cuando empezaba el partido. Se le transformaba la cara, se ponía rojo, y se le hinchaban las venas del cuello de tanto gritar. Un clásico en su conducta era el insulto que le profería al número nueve:
- Pianetti, ¡doná los órganos muerto! Jugá hermano, poné la gamba. ¿A vos te parece?, decí, decí algo querés.
A lo que yo comentaba con énfasis: - ¡No puede haber errado ese gol! Estaba sólo, abajo del arco.
Muchas veces nos miraban raro, Pianetti era uno de los mejores del equipo. Es más, ese año salió goleador del campeonato. Lástima que Miguel no lo llegó a ver.
Ya no voy tanto a la cancha. No se si será porque uno crece, porque se convierte en un profesional y se organiza la vida para no disfrutar…
Yo quiero pensar que es porque falta Miguel.
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