martes, 30 de agosto de 2011

Los mejores partidos que ví en mi vida (por Esteban Silva)


Por Esteban Silva

Mirá si me apurás así de una, no te puedo decir uno solo. Porque la verdad Pepe que no creo que haya habido un solo “ Partido de mi vida” sino varios.
Para comenzar yo arranqué tarde yendo a la cancha, como sabés mis viejos eran cero fútbol. Por eso que yo recuerde mis primeros partidos fueron por los años ochenta más o menos. Tenía once años, ya a esa altura a mí me veían la cara solo para el almuerzo te digo. Para entonces había un pibe que la descocía… Sí, Pelusa quien otro. Era tal el desparpajo del pibe que los noticieros ya le hacían nota como el “ fenómeno” de entonces…
Y que querés que te diga, a mí me picó el “ Bichito” viste, porque a pesar de ser bostero, para entonces nada nos unía a Argentinos Juniors.. La cuestión Pepe, que alertado por la magnitud del fenómeno resolví ir al verlo al pibe, así de camufleti , como un veedor que le chupa un huevo el resultado digamos…Día de semana en cancha de Atlanta, el partido Argentinos Juniors vs Independiente Rivadavia de Mendoza. El Diego estaba intratable, pases de rabona, bicicletas, amasadas, lo que se te ocurra. Vos podés creer que mete dos goles de tiro libre y uno de jugada… Ahí pensé, ¡como me gustaría verlo en Boca!.
Y a la temporada siguiente, para mi deseo, el Diego estaba firmando para Boca ¡yo no lo podía creer!, parecía un deseo concretado. Por eso cuando en cancha de Boca , dejó desparramado al Pato juntando monedas, después hizo un amague y se la metió al conejo que hacía de “ arquero”, no te puedo contar lo que sentí.
Le ganábamos a la gallina en nuestra propia casa 3-0, con un verdadero golazo de antología. Después como sabrás ganamos ese campeonato, pidiendo la hora claro, y rogando que Racing no se comiese un gol contra Ferro.. Ese mismo año José vi un 2 a 2 con los cuervos en Mar del Plata, que era uno de los últimos partidos del Diego que había firmado con el Barcelona. En el último minuto tiro un pelotazo de mitad de cancha, como hacen los jugadores de básquet ¿viste?, para no desperdiciar la jugada; la pelota pega en el travesaño y se va afuera, fin del partido.
Como no acordarme también cuando vacunamos a la gallina 5 a 1 en su propia cancha…Habíamos ido con el “Chino” Marchi, ¿te acordás de él no?, con su viejo y sus primos, todos tanos bosteros. A los cinco minutos se escapa un juvenil de ellos,- porque a decir verdad eran todos juveniles, no sé qué quilombo tenían las gallinas que no presentaban el equipo oficial-,y nos mete una pepa.. Y que querés que te diga, un poco de zogaca me agarró, no te lo voy a negar. Pero decí que después lo pasamos por arriba, y la verdad, ¡es que me importó tres carajos que fuesen juveniles!.¿Quién mierda se acuerda de eso ahora Pepe? Qué pensará el pibe de River ahora, con ocho o diez años , que le pica el bichito de las estadísticas, como para tener un poco de argumento viste, y revisa en su compu los “ grandes resultados”, cuando ve ése, así, limpito de circunstancias atenuables pensará:
¡ Mierda, que peludo que nos comimos ese día!. Porque la verdad Pepe, es que para nosotros los argentinos funciona así. Cuando te hacés hincha de un club, te hacés cargo de su pasado. Salís a refrendar todas sus glorias como si vos mismos hubieses asistido a esos campeonatos…
Sí sí, los del 30´ los del 40´, todos, no importa. ¿Que no había nacido?, ¡ Y eso que mierda tiene que ver! Como si cuando vas a Brasil los negros no te enrostraran el “ pentacampeonato”, y me querés decir un tipo de nuestra edad ¿cuántas veces vio salir campeón a la verde amárela?
Sí Pepe ¡ dos nomás! ¡Y una la ganaron por penales los culorotos!, de qué te vas a jactar me podés decir…
Por eso, es muy importante tener memoria, como para taparle la boca a cuanto boludo se plante entendés.
Una vuelta por ejemplo vi un 7 a 1 a favor nuestro en cancha de Huracán. El partido, un encuentro choto con un equipo de interior. Esos que tienen destino apenas suben, de una temporada viste. Y eso que en aquella época no había promedios… La casualidad Pepe, podés creer, era Independiente Rivadavia de Mendoza…Mouzo ex zaguero de Boca se despedía en ese club. Como para robar una temporada más sabés, la cuestión es que el viejo pudo patear un penal y así tener un poco de revancha. Porque si hay una ley que se cumple en el fútbol José es la del jugador “ despechado”. Primer partido de un ex jugador contra su ex equipo y te la manda a guardar, es así de simple.
Otro partido inolvidable que vi, fue la vuelta de Maradona a Boca, con el narigón , el Cani, el negro Tchami..
no es que fuese un partido excepcional, ¡la emoción!, de verlos juntos, sabés…
Pero si me pedís que te diga, cual fue el más emocionante, el más caliente que ví en mi vida no lo vás a encontrar en la “ A “, no, querido , los partidos que queman están en la “ B”.
Ahí, donde el odio es visceral. Dónde para llegar a la cancha visitante, la única manera es ir con el micro del club, si querés llegar sano.. Dónde la cana hace la vista gorda cuando vas de visitante, para dejar cagarte a piedrazos “a piaccere”, por la hinchada local.
Pero escuchá, el partido que te hablo era en cancha neutral. Final del ascenso Atlanta-Temperley del 82´.
El primer partido ( ida –vuelta ), lo ganan los celestes agónicamente 2 a 1 con gol de Ricardo Dabrowski, si , si el técnico actual de Temperley. La revancha cancha de Huracán a la otra semana.
Yo me había mandado hacer un trapo de unos 6 metros de largo..La mitad era azul-amarillo-azul, la otra mitad lo contrario, amarilla –azul- amarilla, je, así mataba dos pájaros de un tiro. Total quién se iba a enterar, que yo era de Boca y de Atlanta…
La cuestión Pepe que ese día, ¡cayeron soretes de punta!, parecía que había sacado a pasear el cubrecamas “ pallette” por el peso. No te miento pero pesaría unos veinticinco kilos te juro…
Eso, no es nada la cuestión es que en el desarrollo del partido, nos habían echado tres jugadores. La cancha super embarrada, y los minutos que se iban…
Los celestes estaban con diez, pero regulaban el partido, tranqui. Dejando pasar el tiempo se coronaban en la reclasificación. Pero faltando cinco minutos, el milagro se hizo posible.
Penal para Atlanta.
El encargado, Porté, su número histórico. Un cañonero de los de antes, de los que no perdonan.
Y no perdonó nomás. 1 a 0, y a cobrar, suplementario.
La cuestión ahora era aguantar José, porque una cosa es que de pedo vos le saqués un resultado a último minuto a un club, sin posibilidad de revancha, y otra es que le toqués el culo así, y queden dos tiempos suplementarios para desquitarse…Porque si una cosa iba a pasar Pepe, es que no se iban a quedar con ese toquecito intrascendente del segundo tiempo, que tan poco resultado le dio. ¡Iban a salir como leones seguro!
Y ¿querés saber lo que paso?. Nada. Pasaron los treinta minutos como si nada…
A esta altura, no te miento, entre un corte de luz en el estadio y ocho cuartos, ya irían como tres horas.
El arco designado fue el de la hinchada de Atlanta, hecha sopa y pegada al alambrado.
Al pedo lo puteaban a Cassé, ( arquero de Temperley ), si era mudo el pobre..
Te la hago corta, patean todos, sí todos, 12 a 12, turno de Atlanta. Va Hrabina, nuestro número 3, un picapiedras con más entusiasmo que técnica. No importa pensé, la asegura, le mete un sablazo y a la ¡concha de su madre!
Le mete un sablazo, pero el conchudo del mudo, se tira a su izquierda y la desvía de un manotazo…
Perdimos 13 a 12 en un memorable encuentro que duró cuatro horas.
Lo bueno del fútbol Pepe, es que siempre da revancha. Por ahí no es hoy, ni mañana, pero siempre llega..ponéle la firma.
Diecisiete de mayo del 2005, fecha 34ª del campeonato Nacional “ B “,estadio de Ferro, Temperley local, con solo empatar salían campeones relegando a Platense al 2ª lugar. Mauro Dobler ( Temperley ) le saca un penal a Guillermo Cejas ( Atlanta ), y la historia parecía volver a repetirse..
Pero un segundo tiempo espectacular de los “ bohemios “ agrandan la cuenta a tres contra uno de los “celestes” dejándolos fuera de toda chance.
Te juro Pepe, que la expresión de ese tercer gol, es indescriptible…
¡Cinco mil personas agarrándose los huevos al unísono con ambas manos!
La hinchada cantando: - ¡Ahora, ahora, nos chupan bien las bolas!-
- ¡ Y ya lo vé, y ya lo vé, es para Chaca que lo mira por TV!-
No sé, que querés que te diga, sentí un alivio…
Má que copa del mundo, me hablás.
¡Dejáme de joder..! querés.

martes, 23 de agosto de 2011

Fragmento de "Buba" (por Roberto Bolaño)


Por Roberto Bolaño

La ciudad de la sensatez. La ciudad del sentido común. Así llamaban a Barcelona sus habitantes. A mí me gustaba. Era una ciudad bonita y yo creo que me acostumbré a ella desde el segundo día (decir el primer día sería una exageración), pero los resultados no acompañaban al club y la gente como que te empezaba a mirar raro, eso siempre pasa, hablo por experiencia, al principio los aficionados te piden autógrafos, te esperan en las puertas del hotel para saludarte, no te dejan en paz de tan cariñosos que son, pero luego enhebras una racha de mala suerte con otra y ahí mismo te empiezan a torcer el gesto, que si eres un flojo, que si te pasas las noches en las discotecas, que si te vas de putas, ustedes ya me entienden, la gente empieza a interesarse por lo que cobras, se especula, se sacan cuentas, y nunca falta el gracioso que públicamente te llama ladrón o algo mil veces peor. En fin, estas cosas pasan en todas partes, a mí personalmente ya me había sucedido algo parecido, pero entonces mi condición era la de nacional, jugador de la casa, y ahora mi condición era la de extranjero, y la prensa y los aficionados siempre esperan un plus extra de los extranjeros, para eso los han traído, ¿no?

Yo, por ejemplo, como todo el mundo sabe, soy extremo izquierdo. Cuando jugaba en Latinoamérica (en Chile y después en Argentina) marcaba una media de diez goles cada temporada. Aquí por el contrario, mi debut fue asqueroso, al tecer partido me lesionaron, tuvieron que operarme de ligamentos y mi recuperación, que en teoría tenía que ser rápida, fue lenta y trabajosa, para qué les voy a contar. De golpe volví a sentirme más solo que la una. Ésa es la verdad. Gastaba una fortuna en llamadas a Santiago y lo único que conseguía era preocupar a mi mamá y a mi papá, que no entendían nada. Así que un día decidí irme de putas. No lo voy a negar. Ésa es la verdad. En realidad lo único que hice fue seguir el consejo que un día me dio Cerrone, el arquero argentino. Cerrone me dijo: chico, si no tienes nada mejor que hacer y los problemas te están matando, consulta a las putas. Qué buena persona era Cerrone. Por aquella época yo debía de tener diecinueve años a lo más y acababa de llegar al Gimnasia y Esgrima. Cerrone ya andaba por los treintaicinco o por los cuarenta, su edad era un misterio, y entre los veteranos era el único que todavía estaba soltero. Algunos decían que Cerrone era raro. Eso me retrajo al principio en mi trato con él. Yo era un muchacho más bien tirado a tímido y pensaba que si conocía a un homosexual éste iba a querer acostarse conmigo al tiro. En fin, puede que lo fuera, puede que no lo fuera, lo único cierto es que una tarde en que yo estaba más deprimido que nunca, me cogió aparte, era la primera vez que hablábamos, podría decirse, y me dijo que esa noche me iba a llevar a conocer algunas muchachas de Buenos Aires. Nunca me olvidaré de esa salida. El departamento estaba en el centro y mientras Cerrone se quedaba en el living tomando unas copas y viendo un programa nocturno en la tele, yo me acosté por primera vez con una argentina y la depresión comenzó a amainar. A la mañana siguiente, mientras volvía a mi casa, supe que todo mejoraría y que mi carrera en el fútbol argentino aún me iba a deparar muchas tardes de gloria. Las depresiones eran inevitables, me dije, pero Cerrone me había dado el remedio para atenuarlas.

Y eso fue lo que hice en mi primer club europeo: salí de putas y así fui capeando la lesión, el periodo de recuperación, la soledad. ¿Que si me acostumbré? Puede que sí, puede que no, no soy quién para emitir un juicio tan rotundo. Allí las putas son unos verdaderos bombones, las putas de categoría, quiero decir, además de ser en líneas generales unas chicas bastantes inteligentes y preparadas, así que aficionarse a ellas, lo que se dice aficionarse, pues tampoco es tan difícil.

En resumen, que me dio por salir de noche, incluso los domingos, cuando había partido y lo que se esperaba de nosostros, los lesionados, era que estuviéramos allí, en las gradas, convertidos en hinchas de lujo. Pero así uno no se cura de las lesiones y yo prefería pasarme las tardes de los domingos en alguna sala de masaje, con mi whisky y una o dos amigas a cada lado, hablando de cosas más serias. Al principio, por supuesto, nadie se dio cuenta. No era yo el único que estaba lesionado, debíamos de ser unos seis o siete los que estábamos en el dique seco, la mala racha parecía cebarse con nuestro club. Pero luego, claro, nunca falta el periodista culiado que te ve salir de una discoteca a las cuatro de la mañana y ahí se acabó el asunto. En Barcelona, que parece tan grande y tan civilizada, las noticias vuelan. Quiero decir: las noticias futbolísticas.

Una mañana me llamó el entrenador y me dijo que se había enterado de que estaba llevando un ritmo de vida impropio de un deportista y que eso se tenía que acabar. Yo, por supuesto, le dije que sí, que sólo había sido una canita al aire, y seguí con mis asuntos, porque, a ver, ¿qué otra cosa podía hacer mientras duraba la lesión y el equipo bajaba en la tabla que daba pena abrir el periódico los lunes para repasar las clasificaciones? Además, como es lógico, yo pensaba que lo que me había servido en Argentina me tenía por fuerza que servir en España, y lo peor era que tenía razón: me servía. Pero entonces entraron los burócratas del club y me dijeron: oiga, Acevedo, esto tiene que acabar, usted está resultando un mal ejemplo para la juventud y una pésima inversión de nuestra sociedad, en donde sólo trabajan hombres serios, así que a partir de ahora se acabaron las salidas nocturnas, usted verá. Y luego, sin decir agua va, me encontré de golpe con una multa que podía pagar, claro, pero que puestos a perder dinero hubiera preferido enviarlo a Chile, no sé, a mi tío Julio, por ejemplo, para que se lo gastara arreglando su casa.

Pero estas cosas pasan y hay que aguantarse. Así que me aguanté y me hice el firme propósito de salir menos, digamos una vez cada quince días, pero entonces llegó Buba y los del club decidieron que lo mejor para mí era que dejara el hotel y que compartiera el departamento que habían puesto a disposición de Buba, un departamento bastante coqueto, con dos habitaciones y una terraza pequeñita pero con una buena vista, justo al lado de nuestros campos de entrenamiento. Y eso fue lo que tuve que hacer. Así que cogí mis maletas y me fui con un administrativo del club al departamento y como no estaba Buba, pues escogí yo mismo el dormitorio que quería para mí y saqué mis cosas y las metí en el closet y entonces el administrativo me dio mis llaves y se marchó y yo me puse a dormir la siesta.

Eran las cinco de la tarde, aproximadamente, y antes me había echado entre pecho y espalda una fideuà, un plato típico de Barcelona que ya había probado y que me encanta, aunque no es un plato fácil de digerir, y cuando me dejé caer en mi nueva cama me entró un sopor tan grande que sólo tuve fuerzas para sacarme los zapatos y ya estaba dormido. Tuve entonces un sueño rarísimo. Soñé que estaba en Santiago otra vez, en mi barrio de La Cisterna, y que estaba recorriendo con mi padre la plaza esa en donde estuvo la estatua del Che, la primera estatua del Che que hubo en América, exceptuando Cuba, y eso era lo que me iba contando mi padre en medio del sueño, la historia de la estatua y de todos los atentados que sufrió la estatua hasta que llegaron los milicos y la volaron definitivamente, y mientras caminábamos yo miraba hacia todas partes y era como si camináramos por en medio de la selva, y mi padre decía por aquí debe estar la estatua, pero no se veía nada, las hierbas eran altas y los árboles apenas dejaban pasar unos rayitos de sol, suficientes para ver, para darnos cuenta de que era de día, y nosotros íbamos por un sendero de tierra y de piedras, pero a los lados hasta lianas había, y no se veía nada, sólo sombras, hasta que de pronto llegábamos como a una especie de claro, un claro rodeado de selva, y mi padre entonces se detenía y me ponía una mano en el hombro y con la otra señalaba algo que se levantaba en medio del claro, un pedestal de cemento de color gris clarito, y sobre el pedestal no había nada, ni rastros de la estatua del Che, pero eso mi padre y yo lo sabíamos y lo esperábamos, al Che lo habían quitado de allí hacía mucho tiempo, eso no nos sorprendía, lo importante era que estábamos juntos mi viejo y yo y que habíamos encontrado el lugar exacto en donde antes se levantaba la estatua, pero mientras contemplábamos el claro sin movernos, como embebidos en nuestro hallazgo, yo me fijé en que bajo el pedestal, al otro lado, había algo, una cosa oscura que se movía, y me solté de la mano de mi padre (me tenía cogido de la mano) y empecé a rodear lentamente el pedestal.


Este fragmento pertenece al texto "Buba", publicado en la antología de cuentos Putas Asesinas, Anagrama, 2001.

martes, 9 de agosto de 2011

El mismo cielo, la misma pasión (por Sonia Figueras)

Por Sonia Figueras


El mismo cielo. En los extremos aguas tumultuosas, límpidas, únicas y la urbe en contínuo movimiento. Tal los extremos de este país maravilloso.
Se conocieron por ser hijos de amigas. Ellas se escribían y la misionera bajaba todos los años a Buenos Aires para visitarla y de paso hacer algunas compras. Por ese medio, en un comienzo supieron uno del otro. Los unía el futbol, el fanatismo por Boca.
Ya de chiquitos los dos pateaban la redonda en la canchita improvisada de la Facultad enfrente de su casa uno y en la del pueblo, el otro. Allí poca letra llegaba y el porteño, Marcelo, en cuanto pudo escribir legible lo anoticiaba. Los dos amigos tenían la misma edad de su ídolo, Diego. ¿ hace falta decir Maradona?
Se carteaban seguido. En marzo del 69, apresurado el porteño le contó con orgullo y admiración que el pibito Diego había empezado a entrenar en Argentinos Juniors, en Las Malvinas, a cuatro cuadras de su casa, allá por Agronomía en los tiempos de los Cebollitas, del “Goyo” Carrizo, el que lo llevó a Argentinos.
Marcelo, en una de las cartas le contó que de casualidad, andando en bicicleta, vio cómo un grupo de chicos, allí nomás, en Llerena y Gamarra se fotografiaban en un rastrojero naranja, que supo más tarde que Dieguito iba sentado adelante del padre.
Los dos amigos distantes seguían la trayectoria del pibe de Villa Fiorito, que era el motivo por el cual intercambiaban correspondencia.
Como dice el antiguo refrán “de tal palo tal astilla”, el padre de Marcelo era boquense y para el año 70 lo llevó a Vélez a ver Argentinos y Boca. Corearon con todo el estadio”...que se quede...que se quede...”¿a quién coreaban? al futuro hombre magia, que en el entretiempo hacía viajar la pelota de la cabeza a un muslo, luego al otro, a la zurda, a la derecha y los dos, padre e hijo volvieron a su casa exultantes a contar que habían visto a un chico que manejaba la pelota como nunca se viera.






Para octubre del 76, tiempos nefastos en nuestra Patria, el chico mago, motivo y razón de amistad de otros dos purretes como él, reemplazó a Giacobetti y Marcelo envió una rápida carta extra. Siendo un seguidor de este juego prodigioso y apasionante como es el futbol, que no permite la interrupción de un ruido, que no se saque la mirada de la pantalla ni el oído de la radio, presintió que era el comienzo de todas las maravillas y éxitos de un único.
Y era así. Este pequeño hechicero con su pose desafiante en un cuerpo retacón, fibroso, con un corazón de oro, estaba preestinado.
Esteban y Marcelo crecieron a la par del admirado cebollita. Mientras el dotado de la parada con el pecho y la vista en el justo lugar del pase ascendía meteóricamente, Marcelo se quedó para terminar su carrera en la Facultad y Esteban viajó a Italia por trabajo y en Nápoles presenció la presentación del 10 en el estadio San Paolo, un jueves glorioso, inolvidable, un 5 de julio, ante 80.000 personas que vitoreaban al campeón.
A Esteban no le cabía el corazon en su pecho azul oro. Todo lo contado por el porteño era poco. Diego, hizo justamente 16 jueguitos, pasaditas, vestido con jogging celeste, una bufanda del Nápoli alrededor de su cuello que mandó a la tribuna. De locura.
Se cambiaronn los papeles, el provinciano informaba al porteño. La historia de estos dos amigos que se vieron, según contaron sus madres una sola vez en Buenos Aires estaba paralelada a la del astro.
El porteño fue a España por un master, el amigo, transferido a Londres. Parecería que nunca podrían mediante un café conversar sobre lo que más les gustaba, el futbol y Diego.
Hoy Marcelo vive en Canadá, Esteban retornó a Argentina. Siguen escribiéndose de sus vidas y especialmente del recuerdo de ese pibe, nene, joven, hombre, el campeón que le dio tantas satisfacciones al futbol argentino. El 10 que puso sus pies de oro y su garra al servicio de la camiseta celeste y blanca.
Los hijos de los amigos, Diego Esteban y Marcelo Diego ya comenzaron a escribirse. Hijos’e tigres.