domingo, 27 de septiembre de 2009

De la raya para afuera (Por Andrés Lence)

Por Andrés Lence


Y entonces suena el silbato y ya sé lo que va a pasar en ese entretiempo. Los muchachos se reúnen en torno al DT, toman agua, se arengan un poco porque el partido esta bravo pero parejo. Yo me voy a un costado con, casualmente, Nacho y me siento sobre el respaldo de lo que alguna vez fue un banco.

Había terminado ese primer tiempo en el que había corrido mucho pero siempre mirando desde atrás los números del 9 y el 10 rivales que se reían de mi desgracia de lateral derecho improvisado e inexperto y se apropiaban de mis espaldas impiadosamente. Gracias a Dios, y a pesar de esos 40 minutos con mi sector protegido por un puñado de debilidades, el score, como diría Fioravanti, seguía en cero.

“Salen Lorenzo y Nacho, entran Mauro y La Gata”, dijo Fede, en su rol de DT ocasional mientras yo revoleaba al pasto las canilleras y Nacho ponía una hermosa cara de orto. “Tenés que dejar todo siempre Lorenzo, mira que cuanto más en deuda estás, más ganas tenés de revertir todo y más afuera te quedás en el segundo tiempo, es ley", me había jurado alguna vez Augusto, un primo que jugaba torneos chacareros para un equipo de Lincoln, su pueblo natal.

Ahí, según me contaba este volante central flaquito pero salvaje a la hora de meter la suela, había que poner huevos en serio, porque si sacabas la patita no solo te limpiaban del equipo, si no que en el pueblo te marcaban como pecho frío hasta las viejas cuando van a hacer las compras... Entonces, mientras empezaba el segundo tiempo, desde afuera recordaba a mi primo y me sentía verdaderamente un boludo, aunque agradecí no vivir en un pueblo y tener que bancarme las miradas de las viejas en la feria.

En la cancha se jugaba, afuera yo sentía el frío de junio pero por dentro me subía la temperatura, cada vez más. Apreté los dientes, levante la vista a la enormidad del césped y me acordé de Aguirre. Cuántas veces le había gritado “BUURROO” desde la popular a Gastón Aguirre y hoy me sentía como él pero sin las puteadas. “Quisiera tener un cuarto del quite de ese muchacho con cara de Quico”, pensé... Y me acordé de Tula, un defensor aguerrido que tuvo su momento de gloria en el San Lorenzo campeón del 2007. “Quisiera tener el 1 % del cabezazo de Tula…”. Claro, Tula es un cuatro común y corriente pero que cabeceando es Gardel con guitarra eléctrica y yo saltando pareciera que escondo la cabeza como las tortugas…

Me sentía tan vacío en el banco, tan frustrado por no tener la chance de demostrar que ese viejo rengo con la remera 10 ya no me iba a pasar má, que ese gordo con la 9 no era má que un pedazo de carne con patas... pero no, ponete la campera que hace frío y bancate la pelusa. ¿Como se sentiría entonces Adrián González, a quien Ramón Díaz lo uso solo un partido en ese equipo campeón del 2007 y clavo dos tremendos golazos de tiro libre contra Chicago? Si eso no es injusto, entonces ¿qué es una injusticia? ¿Cómo hizo para controlar la calentura? Si yo estoy caliente por salir en un partido amateur, entonces ¿cómo hizo ese muchacho para no salir corriendo del banco en pleno partido y, mientras Ramón daba una indicación con el bracito levantado, pegarle una soberana trompada en la oreja que lo deje tirado en el piso media hora? Porque si vamos a los papeles el tipo se la merecía. Entonces volví al presente y la figura de Ramón todavía medio mareado por el ñoqui en la oreja volvió a ser Fede, ahora con un mate en la mano y gritando orgulloso: “¡¡qué huevos tiene este equipo, carajo!!”.

Y el Nuevo Gasómetro se desvaneció como un espejismo y apareció la figura de los pibes, los de siempre, los del barrio, luchando cada pelota como si jugaran en la primera de mi querido Ciclón pero levantando polvareda amateur en esa cancha con poco pasto. Me subí el cierre de la campera, me levante decidido a sacarme toda la mufa de una; pensé en Adrián González, en las injusticias de Ramón, en la bronca de estar en el banco y avance decidido y lo encare ahí nomás a Fede y... "che..." dije y Fede me miro y solo vi a uno mas de los pibes, uno mas de mis amigos, sin roles ni buzo de DT... “dale, dame un mate che, que no estoy pintado”...


Este texto fue tomado de la página "Cuentos y más". Desde acá les agradecemos el muy buen aporte que hacen a la literatura en general y a la futbolera en particular.
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jueves, 17 de septiembre de 2009

El patio de las pelotas perdidas (Por Alejandro Dolina)

Por Alejandro Dolina

Los demonios ladrones andan merodeando cerca de las canchas. Cuando la pelota se va lejos, la ocultan entre los yuyales o en las zanjas para que los jugadores no puedan encontrarla. Ya en la noche, llevan las pelotas perdidas a un patio secreto.

Los demonios realizan además acuerdos infames con vecinos chúcaros. Y en las madrugadas recorren techos, canaletas y terrazas para comprobar su despojo.

Nadie lo sabe, pero en el patio están todas las pelotas perdidas: duras reliquias con tiento, flamantes cueros profesionales, humildes “pulpos” de goma, infames bolas de plástico que doblan en el aire, ásperas veteranas que han conocido mil costurones.

Un día entre los días vendrá del sur un duende bienhechor que ha de sacar las pelotas cautivas para devolverlas a sus dueños Y todos sentirán la emoción de revivir viejos piques olvidados.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Sueños

Por Juan José Panno


El sábado a la noche el delantero soñó que en el partido del día siguiente ejecutaba un penal y era gol porque amagaba y disparaba a la izquierda del arquero que se iba, engañado, hacia su derecha.
El domingo, el árbitro cobró un penal para su equipo y el delantero, que tenía muy presente el sueño, amagó a la derecha y le dio hacia la izquierda del arquero, casi con displicencia, respondiendo a la premonición.
El arquero, que se había volcado justamente hacia su izquierda, no tuvo que hacer mucho esfuerzo para detener la pelota.
El delantero se quedó estático, azorado. La perturbación se multiplicó cuando el arquero, al pasar a su lado, mientras sacaba la pelota le dijo en tono canchero: “los sábados a la noche me tiro a la derecha, los domingos a la tarde, no”.

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