lunes, 27 de junio de 2011

Concurso de Cortos "El fútbol y otras pasiones argentinas"



Concurso de Cortos ´El Fútbol y otras Pasiones Argentinas´ organizado por el INCAA y ´Fútbol para Todos´

Desde el 1.º de junio hasta el 12 de julio, se encuentra abierta la inscripción para participar en el Concurso Nacional de Cortos “El Fútbol y otras Pasiones Argentinas”, a partir del cual se seleccionarán piezas audiovisuales para ser exhibidas durante las transmisiones del torneo apertura 2011.

La iniciativa del certamen es de la Secretaría de Comunicación Pública, el programa “Fútbol para Todos”, el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), la Secretaría de Deporte y el Ministerio de Educación.

La convocatoria está abierta a los alumnos de las escuelas primarias, secundarias y universidades, estudiantes de cine, profesionales y todas aquellas personas que, desde su lugar, tengan algo para contar, indica un comunicado del INCAA.

El jurado está integrado entre otros especialistas por el Secretario de Comunicación Pública, Juan Manuel Abal Medina; los periodistas Víctor Hugo Morales y Julio Ricardo; el Secretario de Deportes, Claudio Morresi; el ex futbolista y actual comentarista Roberto Perfumo y el cineasta Carlos Sorín.

Se elegirán 60 obras (10 por cada región) que serán exhibidas durante las transmisiones de los partidos de Fútbol para Todos, informó el INCAA.

Las piezas serán recibidas por este instituto entre del 1 de junio al 12 de julio y los cortos seleccionados de todo el país se verán en las transmisiones de "Futbol para Todos".

El concurso tiene como objetivo "promover la cultura e incentivar la producción audiovisual, reflejando la diversidad de aquello que define y caracteriza a los argentinos" y está organizado "con orientación federal, premiando piezas representantes de todas las regiones del país".

Los informes, bases y condiciones se pueden consultar en www.incaa.gov.ar

Fuente: Telam
Más información: www.telam.com.ar

martes, 14 de junio de 2011

Homenaje a Martín Palermo (por Juan Sasturain y Juan José Panno)


Después de la emoción que vivimos el domingo los hinchas de Boca (aunque creo que debe haber rodado también algun lagrimón por una mejilla no-xeneize que sepa algo de fútbol, de la vida y del amor por algunos jugadores épicos) nos encontramos el lunes en el diario Página 12, con dos hermosos textos sobre Martín Palermo, el Titán, el Loco, el Optimista del gol. Uno de Juan Sasturain y otro de Juan José Panno, dos grandes en esto de cruzar pelota y libro, fútbol y literatura.
Los subimos acá, a "Gambeteando...", para que nuestros lectores puedan disfrutar y emocionarse tanto o más que nosotros. ¡Que los disfruten!


El cubo de Palermo

Por Juan Sasturain

Aunque parezca el título de una novela de Umberto Eco, no lo es. El cubo de Palermo es apenas (o nada menos que) el intento de descripción de una forma euclidiana, un cuerpo geométrico ideal, un imaginario paralelepípedo regular (así se dice), un dado descomunal y transparente, un cubo hecho de aire y vértigo, espacio puro de tormenta (diría De Santis): el hábitat natural y de caza, el monoambiente móvil, el espacio vital y mortal, el microclima ominoso, the moveable jail dentro de la cual se movió siempre Martín Palermo –animal, fiera noble y persistente, depredador natural, genuino (de genes) nueve de área– durante todos los años de sus tantas campañas.

Lo de campañas suena bien –mucho mejor que carrera o trayectoria– para Martín, el Campeador. Porque hay todo tipo de goleadores: explosivos, aparatosos y calientes, fríos como cirujanos, ocasionales, solapados, incluso furtivos cazadores de sobras y rebotes, minimalistas... Martín es el goleador franco, alevoso, ostensible, frontal y de referencia, el goleador campante. En él, la vocación es (en términos lógicos) anterior al oficio, y lo sostiene, le da ese plus indefinible. Quiero decir: la disposición, la actitud sostenida precede al desarrollo de la aptitud creciente. Y pareciera que la vocación primera no es jugar al fútbol sino hacer goles. Contemporáneamente, y en otro registro de jugador, sólo en Batistuta se da una condición tan radical y definitiva.

Pero, volviendo al cubo, creo que uno de los secretos de la eficacia de Martín a lo largo de tantos años (con picos de excelencia lejanos en el tiempo, pero que no obstante le han permitido mantenerse vigente hasta ahora en este fútbol nuestro), uno de los secretos –digo, y no descubro nada nuevo– ha sido su capacidad (actitud + aptitud) para ofrecerse como potencial receptor, amplio y generoso, sobre todo para el envío aéreo, de sus ocasionales compañeros.

Quiero decir: cuando alguien apto para la habilitación –fuera el Mellizo, Román o Rodrigo en los últimos años– tenía como referencia a Martín en el área, más precisamente “en la Troya”, que le dicen; ya viniera por derecha o por izquierda para tirar centro atrás rasante o pasado a la carrera; ya lo buscase con tiro libre frontal o habilitación vertical en ataque o contragolpe; cualquiera de esos compañeros sabía, sentía, que el Titán no necesitaba la pelota milimétrica en la cabeza o en el pie zurdo. No: bastaba la mínima aproximación.

La experiencia indica que, en sus mejores momentos, el área de recepción útil de Palermo (el espacio en que cada pelota que le llegaba él podía convertir en aprovechable oportunidad de gol) era, aproximadamente, un cubo de algo más de tres metros de lado: entre 27 y 30 metros cúbicos de corazón de área, con él en el centro. Si la pelota enviada por el compañero caía en algún punto de ese cubo imaginario que solía coincidir con el punto del penal o sus inmediatos alrededores, Martín la alcanzaría, le daría, la desviaría hacia el arco y acaso a la red. De cualquier manera.

Por abajo, por arriba, de lleno o pifiado, con la frente, con el parietal derecho, con el izquierdo, con la coronilla, con la rodilla, estirando el pie, con el pecho o el hombro, zambulléndose con las muelas, de taco, con extraña chilena, con una tijera fuera de los libros, de volea de derecha, de izquierda, de puntazo y de puntín, con los dos pies a la vez, colgándose del travesaño, con el culo, con el tobillo, con la cara, con la oreja y el hombro... Y eso, solo o acompañado: no importó nunca si había otros habitantes ocasionales –marcadores, arquero, compañeros– dentro de su cubo de influencia. El iba. Y llegaba, solía llegar. Siempre.

En los últimos tiempos, la precisión y oportunidad de los proveedores de buenas pelotas aprovechables –incluso por él– escaseó a su alrededor y, en general, en su deslucido equipo. En el mismo sentido, es probable que con los años el cubo virtual haya ido disminuyendo en su tamaño. Es evidente que no llegaba tan lejos ni tantas veces a conectar lo que le tiraban. Sin embargo, Martín siempre fue. A eso se refería Bianchi al definirlo como un “optimista del gol”: nunca calculó el porcentaje de posibilidades que tenía de llegar antes de ir.

Eso lo ha hecho un jugador inclasificable (mucho más inteligente que hábil; más serio que loco) y un goleador único, sostenido por una fortaleza física y mental a toda prueba.

Grande, Martín.

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Goleador serial

Por Juan José Panno

Modus operandi eficiente
ataque directo al objetivo
sin vueltas, sin rodeos, sin piedad
ojos bien abiertos, tronco erguido
y el impacto certero y contundente.

Paloma, taco, volea, media vuelta
frentazo, nuca, chilena, parietal
derecha, zurda, tobillo, de revés
usó armas de todos los calibres
y hasta clavó un penal con los dos pies.

El hilo conductor de su campaña
son los blancos piolines de la red;
tejió con cada uno mil hazañas
que quedan para siempre en el recuerdo
y el tiempo ya se encarga de agrandar.

El gol que le hizo a River en muletas
amagando a defensores azorados
con torpes movimientos de ballet
y un toque sutil hacia la red,
no va ser muy fácil de olvidar.

Y el de Vélez, en el arco del Riachuelo,
¿qué demente lo podía imaginar?
Un testazo desde mil quinientos metros
sólo concebible en la increíble
cabezota de un gran cabeceador.

El número preciso de los goles,
las tablas y cualquier comparación
son apenas cuestiones secundarias.
Lo que vale es la marca y el ejemplo
de lo que puede lograrse con pasión.

Tipo recto de la más noble madera
en sentido directo o transversal.
Ilustre loco, goleador de raza pura,
el fútbol lo saluda emocionado
los arqueros contrarios más que más.


Link al texto de Juan Sasturain publicado en la contratapa de Página 12: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2011-06-13.html

Link al texto de Juan José Panno publicado en el suplemento Líbero de Página 12: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libero/subnotas/6062-3185-2011-06-13.html

martes, 7 de junio de 2011

Santi chiquito (por Sonia Figueras)

Por Sonia Figueras

El agua mojaba el césped de tal forma que terminó en un lodazal.
Todos los dìas a la hora del entrenamiento Santiago miraba el charco sin límites en que se convertìa la cancha y hacía lo posible por no resbalar, no caer. Le iba en ello la vida. Con un poco de suerte serìa el próximo candidato del técnico para hacer su entradita en primera.
Rogaba que parara el agua o que no lo convocara ese día.
Santiago, San chiquito, como lo llamaba el abuelo desde siempre, desde que a los dos años le puso la camiseta de Boca, desde que lo llevaba al campito a patear...Entrà...asì, asì, meté la pelota. El abuelo Pepe, en los huecos de su vida se ocupaba y soñaba con ese chico.
Como casi todos los pibes a los cinco, a la pregunta ¿ què vas a hacer cuando seas grande?, doctor, decìa y rápido, en un soplo agregaba o jugador de primera como el Diego.
Y seguìa yendo al campito con el abuelo hasta que recaló de la mano...del abuelo en el club del barrio, semillero de estrellas.
Ascendìa de categorìa con la mirada del abu en la nuca, tal la mirada de exigencia como el oyente del gallinero del Colón, en velada de ópera, allì donde se marcan con rigor maestro, fielmente las notas y los silencios..
Ahora era octubre, como casi todos los malditos octubres, maldecìa, llovía, bajo la mirada compasiva de la abuela Delia que ojeaba desde el cuadro de la pared del comedor. La abu no estaba pero él sentía en su oreja el aliento tibio de ella que le susurraba... dale Santi chiquito, yo sé que vas a jugar en primera. Pero la abuela Delia estaba muerta. Él confiaba que desde algún agujerito entre las nubes, ¿ no era que los que se mueren iban al cielo?, le daba un empujoncito.
Cuando el técnico armó el equipo para la siguiente fecha, siempre con lluvia, lo llamó aparte. - Santiago, ésta es la tuya, el domingo te pongo un rato, entrás los últimos 10. Ya sabés pibe que esta camiseta no se la pone cualquiera.
Al muchacho le recorrió por el cuerpo un tumulto loco...el abuelo Pepe con sus ojos de abisinio no lo perdería de vista, el calor de la abu con su dale San chiquito, su viejo con aparente indiferencia aunque rebullera por dentro y seguro que la vieja no soltaría la medallita de la cadena que llevaba al cuello, todos estarían con él.
Llegó el domingo. Con cuidado, se puso la camiseta como si fuera de tul o gasa, el pantaloncito le acarició los muslos de piedra, las medias cantaron una canción de cuna al deslizarse por sus caños como en el palo enjabonado, los botines lustrosos al charol. Se paró como cuando en 7º le dieron la medalla al mejor compañero, escolta de bandera, con el corazón al galope peleando con el rubor y las lágrimas. En la foto estaba. Serio, tacurú en el camino.
Desde el banco siguió el partido. Cinco tiros de esquina a favor, dos tiros libres que se perdieron por ahí y dos atajadas del arquero que resultaba imbatible. Ni un gol. Por la derecha no podìan entrar, mucha marca, por la izquierda llegaban y nada.
Faltaban 10 minutos. El técnico lo palmeó. – Entrá Santiago, armá a la izquierda.
Dos flexiones, besó el pasto y entró a correr. Se desmarcaba, avanzaba locomotora controlada, se metió por la izquierda, metió el centro, se la volvió el turco, la paró con el pecho, levantó la vista y en un giro espacial con todo el efecto del mundo, pateó y la clavó en el ángulo del segundo palo.
La tribuna vibró.
Santiago no supo cómo un sablazo de fuego le dio en la rodilla. Cayó como en oración.
Santi chiquito no pudo jugar más al futbol.