Por Roberto Fontanarrosa
La Hermana Rosa está insoportable. Luego de su impactante seguidilla de aciertos en los resultados de los partidos, se ha declarado en "silenzio stampa" y se niega a recibir a la prensa. Es más, patea afuera de su casa los diarios que le dejan debajo de la puerta. Incluso a este cronista, a quien conoce desde niño por ser vecinos (y al que auguró un enorme futuro en la danza), le ha quitado el saludo. A la mentalista rosarina, asimismo, la tiene a mal traer el alejamiento de José Luis Chilavert. Sin ser demasiado explícita, desliza que la relación que mantuvo con el arquero paraguayo fue algo más que una amistad. "Y algo menos de lo que muchos están pensando", recompone, intencionada. Al parecer todo comenzó en una ocasión en la que Chilavert le elogió sus atributos de adivina. La Hermana Rosa entendió "divina" y allí se precipitaron los hechos. "José Luis me envía poemas desde Estrasburgo —admite la vidente, suspirando—. Y que nadie se sorprenda. Su mismo nombre indica su descendencia de poetas franceses: Chilavert, Prevert, Cambembert". No obstante, la pitonisa asegura que el gigante paraguayo no es feliz en tierras francesas, ya que no le permiten patear penales ni tiros libres. "José Luis no quiere pensar que eso obedezca a una actitud racista —explica— ya que los franceses nunca han discriminado a los extranjeros". De todos modos, la atención de la Hermana está centrada ahora en el partido de mañana. Ella guarda especial cariño por el país trasandino. Supo recitar, en una fiesta a beneficio, en el club Leña y Leña, allá por los sesenta, poemas de Violeta Parra. Actuación que algún crítico barrial calificó de "parricidio". Su mayor éxito era la "Mazurquica modernica" con aquéllo de "me han preguntádico muchas persónicas/ si peligrósicas para las másicas/ son las canciónicas agitadóricas. ..". La mentalista estuvo convencida, durante muchísimo tiempo, de que la letra de la canción estaba escrita en lengua mapuche, hasta nuestros días, cuando escuchándola cantar por el Serrat, le ha entrado la duda de que esa lengua no sea el catalán.
Esta es solo una de las tantas inolvidables columnas que el Negro Fontanarrosa escribía para el diario "Clarín", en donde fue publicada originalmente.
Agradecemos a Mónica Bonifazio el hecho de haberla guardado y de enviarla para su publicación aquí.
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