Por Susana Duré
Famoso fue el caso del futbolista uruguayo Hermes Washington Camacho. Hijo de un corredor de bolsa y una contorsionista profesional, se destacaba en la primera división de Peñarol por su agilidad, su impecable pegada y sus indescifrables gambetas. Con el número “10” en la espalda, era el capitán del equipo y el ídolo del público en general, y de los aurinegros en particular.Todos querían verlo jugar; a los 19 años era la mayor promesa del fútbol oriental. En el cuerpo técnico de Peñarol, el club que lo había visto nacer, todos lo adoraban y destacaban su físico privilegiado: flexible como un junco, fuerte como una barra de acero y veloz como el viento. Aquel domingo se jugaba la final de la Copa de Honor, frente a Defensor Sporting. El partido estaba igualado en cero, y faltaban minutos para el pitazo final. Sacó el arquero; Hermes bajó el balón con el pecho, y en una sucesión de rápidos movimientos enganchó, con pelota dominada, de izquierda a derecha, giró, metió una espectacular rabona en la que no midió su fuerza... Y terminó hecho un nudo en el área rival. No hubo manera de desatarlo. Probaron los jugadores, los entrenadores, los utileros... Tampoco pudo su madre, experta en la materia. La cirugía no prosperó, los doctores no se animaron a meter mano.Agotados todos los medios, la única esperanza era Lily Montalvo, la famosa curandera charrúa. Lily se negó por razones poderosas: era fanática de Nacional. Intentaron convencerla por todos los medios, con halagos primero, con amenazas después... Pero no hubo caso, la curandera no quería saber nada con los clásicos rivales.El pobre Hermes no se resignó, y siguió ligado al club de sus amores, aunque ya no como jugador, sino como mascota. Sin embargo, nunca dejaron de insistir con Lily. Tanto le rogaron, que finalmente, dos años después, accedió a concederle un pequeño alivio. Le desanudó el pie derecho.Son muy pocos los que recuerdan a Hermes Washington Camacho por sus goles y sus lujos. “El Nudo”, como se lo llamó, quedó en la historia de Peñarol por alegrar los entretiempos haciendo jueguitos con su pie derecho. Y eso que era zurdo...
Gracias a Daniel Frini por enviarnos este texto!
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