Por Javier Aguirre
Hace algunas semanas, aquel blooper de Nico Cambiasso ante Quilmes me dejó pensando sobre una jugada que resulta más común que lo que debería: el pase atrás. Es que justo antes del yerro del arquero albo, Hugo Barrientos le había dado la pelota desde el campo rival, en un retroceso de más 40 metros que bien podría ser un (nefasto) récord mundial si es que el Libro Guinness, en lugar de medir pavadas como la medialuna más oblonga del mundo, mensurara cuestiones clave para la humanidad, como por ejemplo, el pase atrás en el fútbol.
El yerro –conceptual– de Hugo, abrió la puerta al yerro –técnico– de Nico.
El pase atrás –una jugada obligatoria en el rugby, prohibida en el básquet y discutible en el fútbol– suele ser defendido con dos argumentos: uno, mantener la pelota en poder del equipo cuando no hay mejor opción de pase; y el otro, dejar que el reloj se consuma, para defender el resultado privando al rival de la posesión de la pelota.
Sin embargo, el pase atrás implica, necesariamente, aceptar ciertos perjuicios inevitables y conceptuales para el equipo.
El primer perjuicio inevitable y conceptual es el más obvio: la pérdida de metros.
Es cierto que “en la vida, para ganar, primero hay que invertir”, como decía Aníbal, el personaje de Juan Carlos Calabró (un saludo a los hinchas de Villa Dálmine, Atlético Campana, o como carajos se llame hoy el club violeta). Dicho en términos futbolísticos; perder metros en una jugada puntual, podría redundar en beneficios mayores en la jugada siguiente. Pero aquí el problema es el verbo en potencial: lo único seguro es que el pase atrás lleva el peligro más cerca del arco propio, que del arco del rival.
El segundo perjuicio inevitable y conceptual es más antipático: el traspaso del problema a un compañero que suele ser menos hábil que el jugador que da el pase.
Esto es delicado, ya que si un “10 talentoso que la lleva atada” de pronto se encuentra asfixiado por la marca rival, y decide darle un pase atrás a un “5 que tiene tres pulmones”, resulta evidente que, después del pase, la pelota estará en manos (bueno, en pies) menos confiables que antes del pase. Si ese mismo “5 que tiene tres pulmones”, a su vez, ensaya otro pase atrás para dársela a un “2 aguerrido pero tosco”, el riesgo de perder esa pelota es todavía vez mayor. Ni hablar si ese “2 aguerrido pero tosco” ahora hace otro pase atrás, pero para entregar la bocha al “1 que con las manos sí, pero con los pies no tanto”...
Que no se enojen Nico, prócer del Álbum Blanco, ni tampoco el warrior Barrientos, cuya saña feroz a la hora de defender el mediocampo del Albo a lo largo de todo el torneo no puedo sino agradecer. Que no se enoje ningún arquero, ni ningún 2, ni ningún 5; pero si el equipo logró que la pelota llegue hasta nuestro 10, lo ideal sería terminar la jugada con un tiro al arco. Al arco rival, claro.
Le agradecemos a Javier por dejarnos publicar textos de su muy buen blog “Album Blanco, diario de un hincha de All Boys”
Link a la publicación original: http://albumblancodiariodeunhinchadeallboys.blogspot.com/2010/12/repudio-del-pase-atras.html
2 comentarios:
El pase atrás tiene su analogía en el ajedrez. En principio, se estima que sirve para atacar desde una posición más ventajosa. En el que las piezas están mejor ordenadas con posibilidades concretas de marcar. En la práctica es cómo vos decís, se eluden responsabilidades lateralizando el juego con, tal de no asumir los riesgos de una gambeta individual que dejaría expuesta la verdadera magnitud de un jugador...
Siempre supe (bueno!), que el pase atrás en el fútbol es una jugada non sancta. En este cuento, mostrás una gran calidad en el texto y el nudo. Hiciste uun cuento con una simple jugada "el paso atrás". Una hermosura. ¿ Se nota que soy mujer?
Hermoso cuento.
Gracias
Sonia
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