El fanático es el hincha en el manicomio. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique a la razón y a cuanta cosa se le parezca, y a la deriva navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes, siempre alborotadas por la furia sin tregua.
El fanático llega al estadio envuelto en la bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar.
En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla. La sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible. El Bien no es violento, pero el Mal lo obliga. El enemigo, siempre culpable, merece que le retuerzan el pescuezo. El fanático no puede distraerse, porque el enemigo acecha por todas partes. También está dentro del espectador callado, que en cualquier
momento puede llegar a opinar que el rival está jugando correctamente, y entonces tendrá su merecido.
Este muy buen texto fue extraído del libro "El fútbol a sol y sombra"
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3 comentarios:
Es tan perfecta la figura del fanático delineada en el papel por Eduardo Galeano, que se hace muy difícil intentar garabatear vocablos, frases par acercarse a su maestría, aún con la mayor humildad.
Así me parecen, de la misma manera, los relatos que le suceden.
Me gustan la página y el nombre. Me parecen muy buenas la idea y la calidad.
Un abrazo.
Sonia
Sonia: tarde pero seguro!! muchas gracias por la buena onda que nos tirás. Creo que desde este comentario en adelante te hiciste seguidora del blog, es un placer tener lectores y escritores como vos.
Gracias!
Mejor imposible!!!
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