Por Germán Franco
Entró al área como si fuera Julio Bocca dando refinados movimientos en su actuación despedida. Los defensores lo miraron con vergüenza ajena y después le quitaron la pelota con demasiada facilidad. El continuó bailando hasta terminar su paso, y es que eso había practicado justito minutos antes de entrar a la cancha frente al espejo que el mismo hizo colocar en el vestuario local. A centímetros de la línea del arco abrió sus brazos y saludó como un señorito ingles a la hinchada amiga. El arquero contrario lo miró desorientado y luego comenzaron a volar botellas, encendedores, zapatillas usadas y hasta un choripan.
Minutos después el técnico decidió cambiarlo por algún ignoto jugador del banco de suplentes y así terminó la carrera futbolística de Pedro Ismael Filipetti, exquisito media punta del Racing Club de Villa Regina.
“Fili”, como lo llamaba su abuela y todo el pueblo, comenzó su carrera de futbolista casi por error. Fue cuando tenía 7 años que su tío Roberto decidió llevarlo a una nueva academia de danzas clásicas que recién abría en el pueblo. Al tío Roberto le decían el “Travolta” reginense por esa gran película que habían dado en el cine Circulo Italiano hace ya muchos años, otros le decían “el puto ese”. En los pueblos hay oficios de hombres y oficios de mujeres. Eso no se negocia por más que seas un genio.
Sin querer el tío Roberto, gran bailarín de los escenarios locales, lo indujo al mundo de la danza para que pueda recorrer el mundo que él no pudo conocer: “con el baile vas a recorrer el mundo entero, verás miles de noche distintas, con otras lunas y otras lenguas, y lo mejor serán esos soles de la mañana cuando te levantes en una cama nueva y pongas Make Your Own Kind of Music". Pedrito lo miraba extrañado de cómo los pequeños agujeros de su nariz se agrandaban y se achicaban, hasta casi desaparecer, al ritmo de la respiración.
El tío Roberto de pequeño pretendió ser escritor pero la verdad que era bastante malo en el mundo de las letras. Su madre, “la que no era una santa” decían en el barrio, se encargó de criarlo sola cuando murió el padre de Roberto. Roberto no recordaba a su padre pero jamás pudo olvidar esa navidad cuando Papá Noel cayó por la chimenea reventando su cabeza contra el piso y manchando de sangre la cajita de soldaditos de plomo que eran para él. En la familia, por este desgraciado acontecimiento que desembocó en la muerte del Papá Noel en cuestión, no se volvió a festejar la noche buena.
Su madre, “la que no era una santa”, siempre creyó que Roberto era un niño especial. En realidad esto ocurre con todas las madres, pero en el caso de Magdalena (así se llamaba “la que no era una santa” madre de Roberto) era así. Ella había sido escritora en su juventud cuando vivía en Buenos Aires antes de conocer a Raúl Pistagnessi, un petrolero que la enamoró. De quien se convertiría en su esposa y luego en su viuda.
De grande, Magdalena se dedicó a su hijo y su casa, escapando algunas veces a la Biblioteca Popular del pueblo donde leía libros de escritoras anarquistas y tenía un apasionado romance con Julián, el bibliotecario.
Por mucho tiempo, luego de la muerte de Raúl Pistagnessi, en el pueblo se rumoreo que en realidad Roberto Pistagnessi era hijo de Julián. Las vecinas chusmas los habían visto varias veces caminando de la mano por el cementerio y además el pibe era idéntico al bibliotecario.
El sobrino de Roberto Pistagnessi, Pedro Ismael Filipetti, comenzó su carrera de futbolista porque aquella tarde cuando iban camino a la academia de danza su tío falleció de un ataque al corazón, dejando estacionado en su último suspiro el auto justo enfrente del club que quedaba en el camino. Pedrito lo miro extrañado porque sus agujeros de la nariz estaban cerrados y casi no se distinguían, pero como era un pibe distraído que se pasaba las tardes matando y comiéndose hormigas en el jardín, bajó del auto pensando que ya habían llegado. Tampoco entendía demasiado lo que su tío Roberto le había contado por lo que entró dispuesto a dejar todo por el baile. Y como al Racing Club de Regina le decían “La academia” pensó que estaba en el lugar correcto.
“Fili” fue un gran delantero hasta que a los 21 años se terminó de dar cuenta que se había equivocado. Siempre lo sospechó, luego de que su madre lo fuera a buscar esa noche al club y le informara que su tío estaba muerto. Porque si algo hay que decir de la madre de Pedrito es que siempre les dijo la verdad a sus hijos.
Una tarde de otoño, Pedrito vio en tele la revelación y comprendió lo que su difunto tío Roberto le quiso decir aquella tarde. Fue ese otoño cuando el final de la carrera futbolística empezó.
Primero fue el espejo, los compañeros lo miraron raro pero era el goleador del equipo y respetaban sus excentricidades de estrella. Lo segundo hizo dudar a propios y extraños: Filipetti decidió que de ahora en más jugaría con zapatos de baile aduciendo que la dureza del botín no le permitía doblar lo suficiente el pie. Está bien, pensó el técnico, mientras siga haciendo goles. Esa temporada el bailarín no desentonó, fue en la final del campeonato cuando se vio a un Pedrito muy desconectado. Por momentos se dedicaba a pedir la pelota y dar giros interminables que siempre terminaban en tremendos contragolpes del rival. Sino directamente se iba del juego y realizaba piruetas sobre la línea de cal simulando estar sobre una cuerda: “parece que el Pedrito está jugando de win”, comentaban los aficionados.
En el final del primer tiempo de aquel partido a Pedrito ya no le perdonaban sus actitudes. El bailarín había borrado totalmente al futbolista y en el segundo tiempo decidió salir en calzas para dar su mejor show pero ustedes ya saben que pasó.
Pasado el tiempo la muchedumbre comprendió que aquella tarde la actuación de Pedrito Ismael Filipetti, sobrino de Roberto Pistagnessi, había sido brillante pero la copa se la llevó el contrario y eso no se perdona en ninguna hinchada.
Germán por él mismo: tengo 32 años; en algún momento de mi vida estudie Comunicación Social y Letras, ambas las abandoné. Trabajo en periodismo desde hace mucho, siempre en producciones independientes tanto en radio como en gráfica. En la actualidad trabajo freelance y escribo, escribo bastante, con la idea de publicar en algún momento.
Nací en la Republica de Regina en el Alto Valle de Río Negro el 7/7/77.
Hace 2 años que vivo en Villa Crespo.
Si quieren leer más de su material, pueden visitar http://unanoveladelaputamadre.blogspot.com/ en donde publica una novela por capítulos junto con un amigo.
martes, 18 de mayo de 2010
martes, 11 de mayo de 2010
El adversario (por Horacio Gómez)
Por Horacio Gómez
Se dio cuenta enseguida. El ruido que escuchó no dejaba lugar a dudas.
Había ido demasiado fuerte con los tapones de punta y el jugador contrario yacía de espaldas muy quieto y gritando de dolor, con doble fractura expuesta de tibia y peroné.
De nada sirvió que le dijera al árbitro que fue sin intención, que el campo de juego húmedo, que fue a la pelota y resbaló.
Terminó expulsado e insultado por la parcialidad visitante.
No sería fácil de olvidar ese domingo, las tribunas que explotaban de gente a pesar del calor abrumador, la necesidad que tenía su equipo de sumar puntos como local y él, el jugador más experimentado, lo dejaba con un hombre menos.
Y Benítez, el fracturado, un muchacho recién llegado del Chaco, con tantos sueños como urgencias económicas, que por su culpa estaría cerca de ocho meses sin poder jugar.
Debía hacer algo, ¿pero qué? El club le adeudaba a todo el plantel cinco meses, los premios y la mitad de la prima, estaba sin un peso, cero al as.
¿Pedir prestado? Imposible, ya debía cinco lucas y seguramente nadie querría prestarle al rudo y sucio marcador de punta que lesionó tan gravemente al pobre chico del interior.
Todo eso pensaba en el trayecto desde el césped hasta el vestuario local.
Al ingresar, lo notó frío y vacío, como él.
Comenzó a desvestirse lentamente y se dirigió al sector de duchas. Fue entonces que lo vio, algo a lo que nunca le había prestado atención en tantos años.
Un largo caño que venía desde el otro vestuario y sobresalía unos 20 cm. de la pared azulejada al finalizar en la última ducha.
No lo pensó; tomando carrera, se mandó un pique corto con toda la velocidad que sus piernas le permitieron y arqueándose en el aire, como si estuviera por hacer un gol de tijera en la final de un Mundial, incrustó su pierna derecha contra el caño con extrema violencia.
Despertó en el sanatorio, rodeado por dos médicos, algunos compañeros y el vicepresidente del club.
La pierna, enyesada hasta la rodilla, le dolía enormemente pero a pesar de eso se sentía bien, con un alivio difícil de explicar.
Giró la cabeza y pudo ver en la cama de al lado a Benítez. Parecía sonreírle.
Horacio Gómez nació en Capital Federal el 11 de noviembre de 1954. Reside en Mar de Ajó, Partido de La Costa, desde el año 1988. Fundador del Grupo EPOCA (Escritores y Poetas de la Costa Atlántica). Desde el año 2003 coordina los Talleres Literarios del Centro Cultural Municipal “Prof. Marcelino Villar” de Mar de Ajó. Tiene publicados dos libros, “Esquirlas del pasado” (poemas, 1997) y “Volveré en otoño” (poemas, 2009). Participó en varias antologías y páginas de poesía. Obtuvo premios en diferentes certámenes de cuento y poesía. Miembro de Poetas del Mundo y W.P.S (World Poets Society). Actualmente preside la Fundación de Poetas “René Villar” y es Director de Organización de ASOLAPO (Asociación Latinoamericana de Poetas) filial Argentina.
Se dio cuenta enseguida. El ruido que escuchó no dejaba lugar a dudas.
Había ido demasiado fuerte con los tapones de punta y el jugador contrario yacía de espaldas muy quieto y gritando de dolor, con doble fractura expuesta de tibia y peroné.
De nada sirvió que le dijera al árbitro que fue sin intención, que el campo de juego húmedo, que fue a la pelota y resbaló.
Terminó expulsado e insultado por la parcialidad visitante.
No sería fácil de olvidar ese domingo, las tribunas que explotaban de gente a pesar del calor abrumador, la necesidad que tenía su equipo de sumar puntos como local y él, el jugador más experimentado, lo dejaba con un hombre menos.
Y Benítez, el fracturado, un muchacho recién llegado del Chaco, con tantos sueños como urgencias económicas, que por su culpa estaría cerca de ocho meses sin poder jugar.
Debía hacer algo, ¿pero qué? El club le adeudaba a todo el plantel cinco meses, los premios y la mitad de la prima, estaba sin un peso, cero al as.
¿Pedir prestado? Imposible, ya debía cinco lucas y seguramente nadie querría prestarle al rudo y sucio marcador de punta que lesionó tan gravemente al pobre chico del interior.
Todo eso pensaba en el trayecto desde el césped hasta el vestuario local.
Al ingresar, lo notó frío y vacío, como él.
Comenzó a desvestirse lentamente y se dirigió al sector de duchas. Fue entonces que lo vio, algo a lo que nunca le había prestado atención en tantos años.
Un largo caño que venía desde el otro vestuario y sobresalía unos 20 cm. de la pared azulejada al finalizar en la última ducha.
No lo pensó; tomando carrera, se mandó un pique corto con toda la velocidad que sus piernas le permitieron y arqueándose en el aire, como si estuviera por hacer un gol de tijera en la final de un Mundial, incrustó su pierna derecha contra el caño con extrema violencia.
Despertó en el sanatorio, rodeado por dos médicos, algunos compañeros y el vicepresidente del club.
La pierna, enyesada hasta la rodilla, le dolía enormemente pero a pesar de eso se sentía bien, con un alivio difícil de explicar.
Giró la cabeza y pudo ver en la cama de al lado a Benítez. Parecía sonreírle.
Horacio Gómez nació en Capital Federal el 11 de noviembre de 1954. Reside en Mar de Ajó, Partido de La Costa, desde el año 1988. Fundador del Grupo EPOCA (Escritores y Poetas de la Costa Atlántica). Desde el año 2003 coordina los Talleres Literarios del Centro Cultural Municipal “Prof. Marcelino Villar” de Mar de Ajó. Tiene publicados dos libros, “Esquirlas del pasado” (poemas, 1997) y “Volveré en otoño” (poemas, 2009). Participó en varias antologías y páginas de poesía. Obtuvo premios en diferentes certámenes de cuento y poesía. Miembro de Poetas del Mundo y W.P.S (World Poets Society). Actualmente preside la Fundación de Poetas “René Villar” y es Director de Organización de ASOLAPO (Asociación Latinoamericana de Poetas) filial Argentina.
martes, 4 de mayo de 2010
Domingo de fútbol (por Ricardo Martínez Gálvez)
Por Ricardo Martínez Gálvez
Desde "Gambeteando..." agradecemos cordialmente al autor por autorizarnos a publicar su obra.
Barrios que palpitan y se embanderan.
Corazones que laten más que nunca.
Ceremonia repetida, la camiseta, el trapo y
esa cábala en la que se vuelve a creer,
acaso por no tener otra.
Un sentimiento de fiesta recorre el país de norte a sur...
Hoy es domingo, hoy hay fútbol.
Corazones que laten más que nunca.
Ceremonia repetida, la camiseta, el trapo y
esa cábala en la que se vuelve a creer,
acaso por no tener otra.
Un sentimiento de fiesta recorre el país de norte a sur...
Hoy es domingo, hoy hay fútbol.
Desde "Gambeteando..." agradecemos cordialmente al autor por autorizarnos a publicar su obra.
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