Por Ricardo Rowies
Nadie lo podía creer, fue algo terrible, nunca visto y todo por culpa de Richard, que jugaba de tres en el equipo, él se llevó las camisetas y los pantaloncitos para lavar, y no tuvo peor idea que ponerlos en el lavarropas con una bombacha de su mujer. Justo esa mujer, la más sexy, la más hermosa , la más mirada de todo el pueblo, la madre de nada más y nada menos que siete hijos. Todo junto. ¡Qué desastre!
Para colmo llegó sobre la hora de comienzo del partido, ni tiempo tuvimos de darnos cuenta de semejante papelón.
Nos vestimos rápido y salimos a la cancha, el pantaloncito me tiraba y ni me quise mirar. Todos estábamos formados para que los visitantes nos dieran la mano uno por uno como marca el reglamento. Nos saludaban rápido y riéndose en nuestra cara.
De la tribuna tiraban de todo, y desde la femenina empezaron a tirar los corpiños. ¡Que papelón hombre!
Nos reunimos, como siempre, para que el capitán, el uruguayo, dijera cómo íbamos a jugar, pero esta vez, fue distinto.
- “Muchachos, algo raro pasa, pero tratemos de concentrarnos en el juego”.-
No había caso, no se bajaban.
Perdimos por goleada, pero durante los noventa minutos de juego, estuvimos así.
Nunca habíamos perdido por tantos goles y nunca habíamos recibido tantos aplausos, de la local como de la visitante.
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