Futbolísticamente no nos iba demasiado bien. Pero los resultados parecían no importar, al menos de las paredes del club para adentro. Nosotros cobrábamos siempre a fin de mes y la empresa facturaba muchísimo en publicidad.
Yo había podido comprarme una Nissan Terrano y empecé a salir con una de las modelos que hacía más ruido. Muchos de los otros componentes del plantel también empezaron a salir con modelos. Los que eran casados no salían con ellas, simplemente las alquilaban por una noche.
Varios jugadores se vieron obligados a firmar su renuncia, recibieron su liquidación correspondiente, «por no estar en la línea estética de lo que pretende la empresa». Empezaron a traer algunos jugadores extranjeros. La mayoría de ellos eran futbolistas que habían brillado en otra época, pero ahora estaban ya viejos. Se convirtió nuestro club en un verdadero cementerio de elefantes, donde venían los grandes a enterrar su carrera deportiva. Eso era algo nuevo para nosotros, que trajeran jugadores buenos, lo usual era que vendieran al primero que levantara la cabeza medio milímetro por encima de los demás, que lo vendieran rápidamente, al mejor postor. Eso era lo normal, porque el mismo presidente del club era dueño de la ficha de muchos jugadores y había empresarios-buitres observando cada entrenamiento.
Los recién llegados eran jugadores viejos pero de gran técnica y experiencia. Uno de los que trajeron fue un número diez zurdo, Reconto, un jugador uruguayo que en otra época fue uno de los mejores del planeta. Tenía un control de balón verdaderamente envidiable. Y un cabezazo por demás terrible. Con el ejército de extranjeros capitaneados por Reconto, más la legión de jugadores locales, nuestro equipo empezó a ganar los partidos.
Habíamos vuelto a enamorar a la afición deportiva luqueña. El merchandising era abrumador. Se vendían lapiceras auriazules, tazas, brújulas, camisetas, mochilas, llaveros con fotos de los jugadores, termómetros. Inclusive se comercializaban bonsais tatuados con el escudo de la institución. Pero duró poco tiempo el romance, en dos meses el aluvión de extranjeros se marchó tan rápidamente como llegó, habían sido contratados por sesenta días nada más. Sólo quedaron unos pocos jugadores brasileños en el plantel.
Al parecer la FIFA había visto el video de varias de nuestras celebraciones de gol y por ello sacó su Circular Nº 579 donde ordenaba a los árbitros impedir los festejos grupales ensayados. «No están permitidas las celebraciones coreografiadas que ocasionen una pérdida de tiempo excesiva», decía el documento publicado. Por ello tuvimos que aprendernos nuevos festejos individuales para reemplazar a los colectivos.
Entre semana solíamos ver por la oficina de nuestro DT/Presidente Lucas a directivos de los otros clubes de la primera división. A veces inclusive con el maletín en la mano. Se estaban una hora encerrados conversando (negociando) y luego salían, y me era imposible evitar mirar esa sonrisa desdeñosa que lanzaba el directivo visitante cuando veía nuestro entrenamiento, una sonrisa de burla como diciendo «vamos, troten, troten muchachos, sigan entrenando, todo es en vano porque ya el resultado del partido acabamos de fijarlo».
Eso me enervaba y me ponía a correr como loco, despertando en algunos de mis compañeros cierto fervor de batalla. Otros, en cambio, levantaban el dedo índice y lo hacían orbitar en torno a la oreja derecha, indicando mi escasa salud mental.
Transmisión en vivo en la página web del Deportivo Mbusu:
http://www.deportivombusu.com.py/online.php
Está por iniciar el segundo tiempo. Este empate en uno no nos favorece en lo absoluto. Tenemos fe en que se podrán marcar más goles, hay equipo y tiempo de sobra para ello. La hinchada no para de alentar.
45': Empieza la segunda mitad.
46': En una jugada desafortunada, al sacar los luqueños, Acosta marca el gol que los pone arriba en el marcador. Para celebrar su tanto Acosta hace ante la cámara el conocido ‘saludo-pulgar’ de la compañía celular «Hablana». Luqueño nos gana por 2 a 1. Pero queda todavía mucha tela por cortar, esto recién inicia.
48': Ocasión desaprovechada por Otazú tras una gran jugada individual, asistido por Núñez.
50': Los nuestros presionan en todos los sectores del campo. Los luqueños están arrinconados y la arrojan a cualquier parte. La pelota les quema los botines.
51': Falta sobre Acosta por empujón de Otazú. Tiro libre para la visita.
52': Folha seca de Acosta que lame el travesaño.
55': Saca el arquero y en tres toques llegamos al área rival. Remata Mendoza por línea de fondo.
57': Mendoza está enchufado. Baila solito a toda la defensa y termina rematando por encima del larguero. Se salva Luqueño.
59': Arranca Otazú en velocidad por el andarivel derecho, se mete al área, lo barre un defensa y el juez nada cobra. Otazú se queda en el piso reclamando penal. El árbitro nos está perjudicando.
62': Infantil error de Núñez en el mediocampo y se viene Luqueño en contragolpe con Acosta que la lleva por el medio, remata desde unos veintitantos metros y nos salvamos: el balón pasa cerquita del poste derecho.
65': Cambio en Luqueño.
Entra: Jorge Aranda.
Sale: Reinaldo Arévalos.
66': Arévalos sale diciéndole algunas cosas a su entrenador y le arroja la camiseta.
67': Metimos dos centros al área pero el arquero del equipo visitante estuvo acertadísimo en sus rechazos.
68': Nuestro D. T. cambia.
Entra: Antonio Rodríguez.
Sale: Roberto Núñez.
69': Tarjeta amarilla para Acosta, por falta sobre Rodríguez.
71': Aranda se metió una galopada al área pero nuestra zaga estuvo muy coordinada para aplicar la trampa del off-side.
73': Empieza a hacerse notar el nerviosismo en ambos conjuntos. Pero más en los luqueños que reparten patadas y codazos a granel. ¿El árbitro? Con lentes de sol.
75': Error en la zaga visitante y la pelota es recuperada por Fante, se mete al área, va a patear y oportunamente aparece Aguilera para barrer y enviarla fuera del campo de juego.
76': Cambio en Luqueño.
Entra: Joao Acevedo.
Sale: Tadrio Aguilera.
77': Finta Fante y marca un precioso gol de cucharita pero recibió el balón en posición prohibida, a medio cuerpo nada más del último hombre de la zaga luqueña. Habrá que ver la repetición, porque evidentemente jugamos contra más de once hombres.
78': Tarjeta amarilla para Acevedo, por reclamar una falta inexistente.
80': Se viene el equipo visitante de contragolpe, tres contra tres, la pelota la lleva Acosta, engancha hacia adentro, quiere habilitar a Aranda y afortunadamente equivoca el pase.
81': El central luqueño se despachó con una entrada realmente sucia sobre Fante. Acosta lanza la pelota afuera para que lo atiendan. El juez del encuentro no amonesta ni siquiera verbalmente al infractor. Es una vergüenza la actuación del conjunto arbitral.
82': Fante está siendo atendido fuera del campo.
84': Se reincorpora Fante. Otazú devuelve la gentileza a los luqueños. El estadio aplaude el fair play de nuestro equipo.
86': Tarjeta amarilla para Aranda por ir con excesiva brutalidad a una pelota dividida.
87': Entró el delantero auriazul a nuestra área, lo marcó Rodríguez y el luqueño se arrojó a la pileta. El juez debería mostrarle la amarilla por simular.
89': El árbitro indica dos minutos de adición, iremos hasta los 92. Otazú mete el amague y recibe una tremenda plancha del jugador luqueño que termina viendo la tarjeta roja, ahora somos once contra diez en el terreno. Aunque quizá sea ya muy tarde para reaccionar, no hay tiempo para más.
90': Aún así, nuestros muchachos lo intentan vía el movedizo Otazú que encara, aguanta la marca, hace el giro y la toca para Fante que le pega y la pelota es contenida en dos tiempos por el guardameta auriazul.
92': Todo ha terminado. Encajamos una derrota más de locales. Nuestros hombres lo dejaron todo sobre el campo de juego pero no pudo ser, no se puede contra el árbitro. Se despiden los jugadores en el centro del campo y también nosotros nos vamos. Cerramos la transmisión, no sin antes agradecer su compañía. Buenas noches y hasta la próxima.
Radio «Catorce de Marzo». Entrevista con Bernardo Acosta, el crack de la casaca número diez del Sportivo Luqueño, «el jugador del partido».
Me hallo porque me eligieron la figura. Sí, fue un partido muy difícil. Pero gracias a Dios y La Virgen pudimos encontrar la victoria con un gol de vestuario. Apenas tocamos la pelota en el segundo tiempo y con toda la confianza que El Profe depositó en mí pude ñapytirle un derechazo, rematé fuerte y tomé de sorpresa a la defensa del Deportivo. Sabíamos que iba a ser un partido complicado porque ellos tienen buenos jugadores y son siempre muy fuertes jugando en su casa, pero nosotros también teníamos lo nuestro y por suerte para nosotros ellos no pudieron empatar después de mi gol y nos vamos muy contentos llevando los tres puntos de visitantes.
Me parecía poder entender el funcionamiento de la mente de nuestro DT, Lucio Viega. El era nada más que un empleado de una empresa poderosa, tenía su maestría en administración de empresas y había hecho el curso de entrenador, y la unión de esos dos títulos lo convirtió automáticamente en un candidato potable para trabajar para «O Rei» Sports. Era un individuo solitario, que actuaba y se movía como si estuviera en campo enemigo, parecía desconfiar de todo y de todos. Cuando daba las órdenes había un dejo de inseguridad en su voz. Yo había trazado ya su perfil psicológico. Era un individuo aclimatado a las derrotas, acostumbrado a los naufragios, alguien que apostaba siempre por los caballos perdedores y para él era algo raro su presente de éxito laboral y económico. Le parecía un truco del destino, un engaño, un castillo de arena que el viento o algún gracioso derribaría de repente de un puntapié.
Una vez lo encontré en un karaoke. Estaba bebiendo y probablemente ebrio, al menos eso podía pensarse al observar la cantidad de botellas en su solitaria mesa. Lo vi primero desde la distancia, sin que el se percatara de mi presencia. Pidió el micrófono y cantó Um dia de domingo con la voz más triste y el portugués más cercano al francés que escuché en mi vida. Cuando terminó fui a saludarlo:
––¿Qué tal, entrenador?
Me estrechó la mano y conversamos un rato. Siempre me gustó la Psicología, durante mi casi concluido bachillerato fue la materia que llegó a desagradarme menos. Luego de la conversación que mantuve con el entrenador pude darme cuenta de que conspiraba contra sí mismo, de manera inconsciente se saboteaba y por eso los repetidos fracasos. Y también pude concluir que esta era una tregua nada más, las multiplicadas derrotas le daban un respiro, o él mismo se estaba dando un respiro ahora. Pero eso pronto iba a cambiar, así lo pude intuir esa noche.
Por mi parte, yo me estaba cansando de ser un producto y perder con tanta asiduidad. Acumulábamos siete derrotas, dos victorias y cinco empates. A ese ritmo terminábamos últimos en la tabla. Los partidos estaban casi siempre arreglados, porque la estrategia que nos daba el entrenador era a veces francamente perdedora. En ocasiones, casualmente contra algunos equipos más chicos, la táctica era como para salir a aplastarlos. Era evidente que se vendían nuestros partidos y los equipos grandes podían comprarlos, no así los clubes más pequeños. Un día decidí azuzar a mis compañeros, nos reunimos y les comenté mis ideas. El equipo que enfrentaríamos era un equipo que en el torneo interno arrasaba, tenía ganados numerosos campeonatos locales. Rugía como el motor de un Fórmula Uno en el certamen casero pero en el ámbito internacional se convertía en una miga de pan. El equipo se llamaba «Real Ambere» y padecía una suerte de pánico escénico o tal vez una forma malentendida de patriotismo (jugaba bien solamente en Paraguay) o por otro lado quizá fuera malinchismo, mirando de rodillas a los equipos extranjeros y viéndolos como si fueran gigantes.
La estrategia que nos trazó el director técnico consistía en tener seis defensores y cuatro medios. Era francamente defensiva y jugar a perder. Hablé con los muchachos la noche de la concentración antes del partido. Me sentí poseído por otra lengua. Les hablé de gloria deportiva, de triunfo, de esfuerzo, de las esperanzas de una ciudad que se depositaban en nosotros como una olla al final del arco iris.
Llegó el sábado, jugamos el partido contra los amberetistas. Les llenamos la canasta. Joao convirtió un bonito gol. La pelota curvó dos veces su dirección como si tuviera vida propia y fue a estrellarse no en el ángulo, hay que decir la verdad, se clavó más o menos a la altura de la cintura del golero y hasta por el golpe y la fuerza que llevaba echó al suelo la toalla que estaba colgada de la red. Fue el gol que abrió el marcador. No hicimos caso del planteamiento táctico y fuimos para el frente. De un tiro de esquina nuestro defensor central aprovechó y remató a placer. Y el último tanto fue de tiro penal. El ejecutor estuvo a punto de correr hacia la cámara para festejar su gol con la coreografía aprendida pero dos jugadores lo agarramos de la camiseta y fuimos caminando con él hasta el mediocampo. El entrenador estaba furioso, nos insultaba en un portugués cerradísimo, gesticulaba como un epiléptico, hizo los tres cambios, pero aun así seguimos dominando el partido y nos alzamos con la victoria.
Todo el plantel recibió una sanción. Económica, por supuesto. Por haber sido el cabecilla de la rebelión yo fui separado del club, me mostraron el memorando que venía de Río de Janeiro con firma y sello real. No me pagaron nada por mi salida pero ahora soy dueño de mi pase. Si bien es cierto que estoy ya algo viejo, aún puedo fichar por otro equipo. Quizá todavía incluso llegue a marcar un gol. Si se me llega a dar el gol me abrazaré con el compañero más cercano luego de gritarlo con toda mi alma y dedicárselo a la hinchada.
Javier Viveros (Asunción, 1977). Es Licenciado en Análisis de Sistemas e Ingeniero en Informática. Publicó los libros de cuentos La luz marchita, Ingenierías del Insomnio y Urbano, demasiado urbano, así como también los poemarios Dulce y doliente ayer, En una baldosa, Panambi Ku’i y Mensajeámena (poemas a ras del saldo).
Su último libro, Urbano, demasiado urbano, agrupa diez cuentos donde se respira el smog de las ciudades y puede percibirse esa “alucinación en marcha” de la vida moderna. El cuento “Misterio JFK” del libro mencionado, resultó finalista entre 4.735 textos participantes del Concurso Internacional “Juan Rulfo”, en su edición del 2009. Dicho concurso está organizado por Radio Francia Internacional, el Instituto de México en París, el Instituto Cervantes, la Casa de América Latina, Unión Latina, el Colegio de España en París y Le Monde Diplomatique (España).
El blog del autor: http://javierviveros.blogspot.com y su e-mail: jviveros@gmail.com
Yo había podido comprarme una Nissan Terrano y empecé a salir con una de las modelos que hacía más ruido. Muchos de los otros componentes del plantel también empezaron a salir con modelos. Los que eran casados no salían con ellas, simplemente las alquilaban por una noche.
Varios jugadores se vieron obligados a firmar su renuncia, recibieron su liquidación correspondiente, «por no estar en la línea estética de lo que pretende la empresa». Empezaron a traer algunos jugadores extranjeros. La mayoría de ellos eran futbolistas que habían brillado en otra época, pero ahora estaban ya viejos. Se convirtió nuestro club en un verdadero cementerio de elefantes, donde venían los grandes a enterrar su carrera deportiva. Eso era algo nuevo para nosotros, que trajeran jugadores buenos, lo usual era que vendieran al primero que levantara la cabeza medio milímetro por encima de los demás, que lo vendieran rápidamente, al mejor postor. Eso era lo normal, porque el mismo presidente del club era dueño de la ficha de muchos jugadores y había empresarios-buitres observando cada entrenamiento.
Los recién llegados eran jugadores viejos pero de gran técnica y experiencia. Uno de los que trajeron fue un número diez zurdo, Reconto, un jugador uruguayo que en otra época fue uno de los mejores del planeta. Tenía un control de balón verdaderamente envidiable. Y un cabezazo por demás terrible. Con el ejército de extranjeros capitaneados por Reconto, más la legión de jugadores locales, nuestro equipo empezó a ganar los partidos.
Habíamos vuelto a enamorar a la afición deportiva luqueña. El merchandising era abrumador. Se vendían lapiceras auriazules, tazas, brújulas, camisetas, mochilas, llaveros con fotos de los jugadores, termómetros. Inclusive se comercializaban bonsais tatuados con el escudo de la institución. Pero duró poco tiempo el romance, en dos meses el aluvión de extranjeros se marchó tan rápidamente como llegó, habían sido contratados por sesenta días nada más. Sólo quedaron unos pocos jugadores brasileños en el plantel.
Al parecer la FIFA había visto el video de varias de nuestras celebraciones de gol y por ello sacó su Circular Nº 579 donde ordenaba a los árbitros impedir los festejos grupales ensayados. «No están permitidas las celebraciones coreografiadas que ocasionen una pérdida de tiempo excesiva», decía el documento publicado. Por ello tuvimos que aprendernos nuevos festejos individuales para reemplazar a los colectivos.
Entre semana solíamos ver por la oficina de nuestro DT/Presidente Lucas a directivos de los otros clubes de la primera división. A veces inclusive con el maletín en la mano. Se estaban una hora encerrados conversando (negociando) y luego salían, y me era imposible evitar mirar esa sonrisa desdeñosa que lanzaba el directivo visitante cuando veía nuestro entrenamiento, una sonrisa de burla como diciendo «vamos, troten, troten muchachos, sigan entrenando, todo es en vano porque ya el resultado del partido acabamos de fijarlo».
Eso me enervaba y me ponía a correr como loco, despertando en algunos de mis compañeros cierto fervor de batalla. Otros, en cambio, levantaban el dedo índice y lo hacían orbitar en torno a la oreja derecha, indicando mi escasa salud mental.
V
Transmisión en vivo en la página web del Deportivo Mbusu:
http://www.deportivombusu.com.py/online.php
Está por iniciar el segundo tiempo. Este empate en uno no nos favorece en lo absoluto. Tenemos fe en que se podrán marcar más goles, hay equipo y tiempo de sobra para ello. La hinchada no para de alentar.
45': Empieza la segunda mitad.
46': En una jugada desafortunada, al sacar los luqueños, Acosta marca el gol que los pone arriba en el marcador. Para celebrar su tanto Acosta hace ante la cámara el conocido ‘saludo-pulgar’ de la compañía celular «Hablana». Luqueño nos gana por 2 a 1. Pero queda todavía mucha tela por cortar, esto recién inicia.
48': Ocasión desaprovechada por Otazú tras una gran jugada individual, asistido por Núñez.
50': Los nuestros presionan en todos los sectores del campo. Los luqueños están arrinconados y la arrojan a cualquier parte. La pelota les quema los botines.
51': Falta sobre Acosta por empujón de Otazú. Tiro libre para la visita.
52': Folha seca de Acosta que lame el travesaño.
55': Saca el arquero y en tres toques llegamos al área rival. Remata Mendoza por línea de fondo.
57': Mendoza está enchufado. Baila solito a toda la defensa y termina rematando por encima del larguero. Se salva Luqueño.
59': Arranca Otazú en velocidad por el andarivel derecho, se mete al área, lo barre un defensa y el juez nada cobra. Otazú se queda en el piso reclamando penal. El árbitro nos está perjudicando.
62': Infantil error de Núñez en el mediocampo y se viene Luqueño en contragolpe con Acosta que la lleva por el medio, remata desde unos veintitantos metros y nos salvamos: el balón pasa cerquita del poste derecho.
65': Cambio en Luqueño.
Entra: Jorge Aranda.
Sale: Reinaldo Arévalos.
66': Arévalos sale diciéndole algunas cosas a su entrenador y le arroja la camiseta.
67': Metimos dos centros al área pero el arquero del equipo visitante estuvo acertadísimo en sus rechazos.
68': Nuestro D. T. cambia.
Entra: Antonio Rodríguez.
Sale: Roberto Núñez.
69': Tarjeta amarilla para Acosta, por falta sobre Rodríguez.
71': Aranda se metió una galopada al área pero nuestra zaga estuvo muy coordinada para aplicar la trampa del off-side.
73': Empieza a hacerse notar el nerviosismo en ambos conjuntos. Pero más en los luqueños que reparten patadas y codazos a granel. ¿El árbitro? Con lentes de sol.
75': Error en la zaga visitante y la pelota es recuperada por Fante, se mete al área, va a patear y oportunamente aparece Aguilera para barrer y enviarla fuera del campo de juego.
76': Cambio en Luqueño.
Entra: Joao Acevedo.
Sale: Tadrio Aguilera.
77': Finta Fante y marca un precioso gol de cucharita pero recibió el balón en posición prohibida, a medio cuerpo nada más del último hombre de la zaga luqueña. Habrá que ver la repetición, porque evidentemente jugamos contra más de once hombres.
78': Tarjeta amarilla para Acevedo, por reclamar una falta inexistente.
80': Se viene el equipo visitante de contragolpe, tres contra tres, la pelota la lleva Acosta, engancha hacia adentro, quiere habilitar a Aranda y afortunadamente equivoca el pase.
81': El central luqueño se despachó con una entrada realmente sucia sobre Fante. Acosta lanza la pelota afuera para que lo atiendan. El juez del encuentro no amonesta ni siquiera verbalmente al infractor. Es una vergüenza la actuación del conjunto arbitral.
82': Fante está siendo atendido fuera del campo.
84': Se reincorpora Fante. Otazú devuelve la gentileza a los luqueños. El estadio aplaude el fair play de nuestro equipo.
86': Tarjeta amarilla para Aranda por ir con excesiva brutalidad a una pelota dividida.
87': Entró el delantero auriazul a nuestra área, lo marcó Rodríguez y el luqueño se arrojó a la pileta. El juez debería mostrarle la amarilla por simular.
89': El árbitro indica dos minutos de adición, iremos hasta los 92. Otazú mete el amague y recibe una tremenda plancha del jugador luqueño que termina viendo la tarjeta roja, ahora somos once contra diez en el terreno. Aunque quizá sea ya muy tarde para reaccionar, no hay tiempo para más.
90': Aún así, nuestros muchachos lo intentan vía el movedizo Otazú que encara, aguanta la marca, hace el giro y la toca para Fante que le pega y la pelota es contenida en dos tiempos por el guardameta auriazul.
92': Todo ha terminado. Encajamos una derrota más de locales. Nuestros hombres lo dejaron todo sobre el campo de juego pero no pudo ser, no se puede contra el árbitro. Se despiden los jugadores en el centro del campo y también nosotros nos vamos. Cerramos la transmisión, no sin antes agradecer su compañía. Buenas noches y hasta la próxima.
VI
Radio «Catorce de Marzo». Entrevista con Bernardo Acosta, el crack de la casaca número diez del Sportivo Luqueño, «el jugador del partido».
Me hallo porque me eligieron la figura. Sí, fue un partido muy difícil. Pero gracias a Dios y La Virgen pudimos encontrar la victoria con un gol de vestuario. Apenas tocamos la pelota en el segundo tiempo y con toda la confianza que El Profe depositó en mí pude ñapytirle un derechazo, rematé fuerte y tomé de sorpresa a la defensa del Deportivo. Sabíamos que iba a ser un partido complicado porque ellos tienen buenos jugadores y son siempre muy fuertes jugando en su casa, pero nosotros también teníamos lo nuestro y por suerte para nosotros ellos no pudieron empatar después de mi gol y nos vamos muy contentos llevando los tres puntos de visitantes.
VII
Me parecía poder entender el funcionamiento de la mente de nuestro DT, Lucio Viega. El era nada más que un empleado de una empresa poderosa, tenía su maestría en administración de empresas y había hecho el curso de entrenador, y la unión de esos dos títulos lo convirtió automáticamente en un candidato potable para trabajar para «O Rei» Sports. Era un individuo solitario, que actuaba y se movía como si estuviera en campo enemigo, parecía desconfiar de todo y de todos. Cuando daba las órdenes había un dejo de inseguridad en su voz. Yo había trazado ya su perfil psicológico. Era un individuo aclimatado a las derrotas, acostumbrado a los naufragios, alguien que apostaba siempre por los caballos perdedores y para él era algo raro su presente de éxito laboral y económico. Le parecía un truco del destino, un engaño, un castillo de arena que el viento o algún gracioso derribaría de repente de un puntapié.
Una vez lo encontré en un karaoke. Estaba bebiendo y probablemente ebrio, al menos eso podía pensarse al observar la cantidad de botellas en su solitaria mesa. Lo vi primero desde la distancia, sin que el se percatara de mi presencia. Pidió el micrófono y cantó Um dia de domingo con la voz más triste y el portugués más cercano al francés que escuché en mi vida. Cuando terminó fui a saludarlo:
––¿Qué tal, entrenador?
Me estrechó la mano y conversamos un rato. Siempre me gustó la Psicología, durante mi casi concluido bachillerato fue la materia que llegó a desagradarme menos. Luego de la conversación que mantuve con el entrenador pude darme cuenta de que conspiraba contra sí mismo, de manera inconsciente se saboteaba y por eso los repetidos fracasos. Y también pude concluir que esta era una tregua nada más, las multiplicadas derrotas le daban un respiro, o él mismo se estaba dando un respiro ahora. Pero eso pronto iba a cambiar, así lo pude intuir esa noche.
Por mi parte, yo me estaba cansando de ser un producto y perder con tanta asiduidad. Acumulábamos siete derrotas, dos victorias y cinco empates. A ese ritmo terminábamos últimos en la tabla. Los partidos estaban casi siempre arreglados, porque la estrategia que nos daba el entrenador era a veces francamente perdedora. En ocasiones, casualmente contra algunos equipos más chicos, la táctica era como para salir a aplastarlos. Era evidente que se vendían nuestros partidos y los equipos grandes podían comprarlos, no así los clubes más pequeños. Un día decidí azuzar a mis compañeros, nos reunimos y les comenté mis ideas. El equipo que enfrentaríamos era un equipo que en el torneo interno arrasaba, tenía ganados numerosos campeonatos locales. Rugía como el motor de un Fórmula Uno en el certamen casero pero en el ámbito internacional se convertía en una miga de pan. El equipo se llamaba «Real Ambere» y padecía una suerte de pánico escénico o tal vez una forma malentendida de patriotismo (jugaba bien solamente en Paraguay) o por otro lado quizá fuera malinchismo, mirando de rodillas a los equipos extranjeros y viéndolos como si fueran gigantes.
La estrategia que nos trazó el director técnico consistía en tener seis defensores y cuatro medios. Era francamente defensiva y jugar a perder. Hablé con los muchachos la noche de la concentración antes del partido. Me sentí poseído por otra lengua. Les hablé de gloria deportiva, de triunfo, de esfuerzo, de las esperanzas de una ciudad que se depositaban en nosotros como una olla al final del arco iris.
Llegó el sábado, jugamos el partido contra los amberetistas. Les llenamos la canasta. Joao convirtió un bonito gol. La pelota curvó dos veces su dirección como si tuviera vida propia y fue a estrellarse no en el ángulo, hay que decir la verdad, se clavó más o menos a la altura de la cintura del golero y hasta por el golpe y la fuerza que llevaba echó al suelo la toalla que estaba colgada de la red. Fue el gol que abrió el marcador. No hicimos caso del planteamiento táctico y fuimos para el frente. De un tiro de esquina nuestro defensor central aprovechó y remató a placer. Y el último tanto fue de tiro penal. El ejecutor estuvo a punto de correr hacia la cámara para festejar su gol con la coreografía aprendida pero dos jugadores lo agarramos de la camiseta y fuimos caminando con él hasta el mediocampo. El entrenador estaba furioso, nos insultaba en un portugués cerradísimo, gesticulaba como un epiléptico, hizo los tres cambios, pero aun así seguimos dominando el partido y nos alzamos con la victoria.
Todo el plantel recibió una sanción. Económica, por supuesto. Por haber sido el cabecilla de la rebelión yo fui separado del club, me mostraron el memorando que venía de Río de Janeiro con firma y sello real. No me pagaron nada por mi salida pero ahora soy dueño de mi pase. Si bien es cierto que estoy ya algo viejo, aún puedo fichar por otro equipo. Quizá todavía incluso llegue a marcar un gol. Si se me llega a dar el gol me abrazaré con el compañero más cercano luego de gritarlo con toda mi alma y dedicárselo a la hinchada.
FIN
Javier Viveros (Asunción, 1977). Es Licenciado en Análisis de Sistemas e Ingeniero en Informática. Publicó los libros de cuentos La luz marchita, Ingenierías del Insomnio y Urbano, demasiado urbano, así como también los poemarios Dulce y doliente ayer, En una baldosa, Panambi Ku’i y Mensajeámena (poemas a ras del saldo).
Su último libro, Urbano, demasiado urbano, agrupa diez cuentos donde se respira el smog de las ciudades y puede percibirse esa “alucinación en marcha” de la vida moderna. El cuento “Misterio JFK” del libro mencionado, resultó finalista entre 4.735 textos participantes del Concurso Internacional “Juan Rulfo”, en su edición del 2009. Dicho concurso está organizado por Radio Francia Internacional, el Instituto de México en París, el Instituto Cervantes, la Casa de América Latina, Unión Latina, el Colegio de España en París y Le Monde Diplomatique (España).
El blog del autor: http://javierviveros.blogspot.com y su e-mail: jviveros@gmail.com
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