martes, 29 de marzo de 2011

Fútbol S.A. (por Javier Viveros)

Por Javier Viveros

A mi hermano Milciades y mis otros compañeros
de los partidos sabatinos en la plaza de Luque.

I

Entre semana, el preparador físico nos hacía trotar desde las siete de la mañana, les ordenaba que trotaran unas veinte vueltas en torno a la cancha de Luqueño, nos movíamos como autómatas, se desplazaban lentos y contagiados de sueño, bostezábamos algunos y ese bostezo se multiplicaba en casi todo el plantel de jugadores, también nos hacía bostezar a algunos miembros del cuerpo técnico.
Vamos que sólo faltan catorce vueltas, nos gritaba el preparador físico. Dale, que en diez vueltas más estarán respirando y distendiendo los músculos, les decía para darles ánimo. Mientras trotaba en la última fila, yo miraba a los compañeros que tenía adelante, los veía más bien de perfil, y podía notar en todas o en casi todas las caras que dos o tres horas más de sueño hubieran sido un santo remedio.
Al cerrar el círculo gritábamos la cifra, el número de vueltas que iban completando; «nueve», exclamamos sin muchas ganas y para darles aliento también yo me puse a correr, se puso a trotar con ellos las pocas vueltas que nos restaban para que alcanzaran la cifra programada, para que completáramos la rutina. Pero como máximo le metía tres vueltas. Yo trotaba con ellos y se movía rápido, encabezando la fila, ejemplar el hombre, me ponía en la punta pero a medida que se iba cansando iba perdiendo posiciones y suelo terminar casi siempre último, lo hacía nada más para demostrar espíritu de cuerpo, como en la milicia, no es algo imprescindible pero yo lo hago, los jugadores veíamos con buenos ojos esa actitud de nuestro preparador físico, pero el volante de creación (Acosta) «me importa un pepino que trote con nosotros» y Acevedo (puntero derecho) «a mí realmente me molesta que nos acompañe».
Desde la distancia, el ojo atento del entrenador nos miraba dar vueltas en torno a la cancha, solía observarlos con atención para ir armando mentalmente el equipo, el domingo pasado sentí una molestia en el muslo derecho y estoy conciente de que el entrenador mira cómo me desplazo, quizá Aguilera no podrá salir de titular el domingo, ¿usted qué opina, doctor?, recién estamos en martes, entrenador, hay que dejar correr los días. Estoy seguro de que podré recuperarme, de que es tan sólo una molestia. Veo que trata de moverse, trato de desplazarme con normalidad como si no le doliera nada, quiero jugar siempre, creo que se repondrá, entrenador, sí, también lo creo, el tiempo es la panacea universal.
Los lunes teníamos libre, era el día del jugador, hay gente que dice que habría que eliminar ese día porque en él se emborrachan y dicen que echamos a perder toda una semana de entrenamiento, la mayoría reposa nada más, otros íbamos a los prostíbulos o salen de parranda y dicen que me bebo hasta el agua de colonia de su hermana. Los martes los iniciábamos con el trote, les doy ejercicios livianos para empezar a entrar en calor, para que nuestros músculos comiencen a prepararse para lo más duro, que sus músculos dejen el relajamiento y se pongan a punto. Después ya entrábamos con los ejercicios calisténicos, en grupos de tres, hacían saltos de costado, nos hacía saltar cinco veces cada lado, el que está en el medio trabajará, luego cambiábamos de posición, equilibrio, hacían el salto mortal, «¡salto de pescado!» nos ordenaba, chocábamos nuestros pechos y luego les pedía enrollamiento progresivo, metían lagartijas, muévanse muchachos, trabajamos nuestras piernas, sudaban con los abdominales, «¡el avionazo!» nos gritaba. Luego, acabada la batalla, hacíamos estiramientos y respiraban profundamente.
Los martes y miércoles trabajamos fuertemente con el preparador físico. Los jueves y viernes tenían siempre el trote, nos daban ejercicios más livianos, les hacemos trabajar menos tiempo con las gimnasias, hacemos fútbol y nos suelen hacer practicar con algunos artilugios, esquivaban obstáculos a la carrera, vamos driblando unos conos que más parecen unas balizas, patearé tiros libres contra una barrera de madera, solíamos adiestrarlos para sacar provecho de una pelota parada, cabeceamos los tiros de esquina lanzados por Acosta, «ese maldito es el dueño de las pelotas quietas», tiene un buen pie derecho por eso lo dejo patear siempre, le doy bien con la cara interna del botín y también con el empeine.
El entrenador nos hace practicar movimientos tácticos, yo solía reunirlos ante mi pizarra de hierro y va moviendo unos imanes coloreados tratando de explicarles su idea para encarar al equipo rival del domingo, jugadas que reproduciríamos sobre el césped cuando enfrenten al enemigo, vos vas a asfixiarlo al lateral derecho porque por allí tienen su salida, sí señor, como usted diga (Arévalos habla), Abente, quiero que vos siempre te anticipes a éste (y el imán se despegaba de la pizarra y volvía a pegársele), recuperes la pelota (como si fuera tan sencillo), toques en corto y te desmarques para pasar al ataque, y Abente «como usted mande, entrenador». Yo codiciaba la cinta de capitán pero me guardé de decirlo, juega muy bien pero no tiene dotes de líder por eso no le otorgo la capitanía.
A veces íbamos al gimnasio del club, yo hacía mi rutina de abdominales, levantaban pesas, necesitamos muchas más pesas, usted es el presidente del club, debería poder hacer algo, veremos, no se apresure, veremos entrenador, déjelo a mi cargo. Los sábados nos concentrábamos en las instalaciones del club, el Sportivo Luqueño tiene la infraestructura para albergar cómodamente (ni tanto) a más de un plantel de jugadores (mentira), era la víspera del partido y solía ser un día muy aburrido (cierto), se les notaba el tedio por todos los costados, Aranda leía unas revistas, creo que eran Vanitas, leeré mis Caretas Magazine, otros jugadores veían la tele (Cinecanal), extrañábamos el alcohol, oír una música (cumbia villera) que venía de las afueras del estadio les daba cierta envidia de libertad, pero el tiempo pasaba, lento como en los minutos faltantes para sumar una victoria, pero pasaba.
Los domingos tocaba jugar. Como todo en la vida a veces ganábamos y a veces pierden. Las ocasiones en que perdíamos el público me silbaba, en la hinchada entonamos cánticos contra ese pecho frío, en la prensa lo hostigábamos por mi poca pericia para manejar el equipo, por su planificación deficiente, por nuestro juego desordenado y deslucido. En algunas temporadas cosechábamos más victorias que derrotas y terminábamos entre los cinco primeros y eran los héroes, casi nunca ganaban el campeonato, estos jugadores son unos peseteros, hacemos lo que podemos, necesito un volante de creación con llegada. En otras temporadas el número de derrotas era superior al de victorias y rubricábamos numerosos empates y entonces terminaban entre los últimos puestos y pierdo mi cargo de entrenador, se va, me voy; señores: les presento a su nuevo entrenador. Recibían un premio en metálico (mosca) por cada partido ganado, nos pagaban la mitad por cada empate y se sorbían los mocos con cada derrota. Pero a pesar de la irregularidad de nuestras campañas no descendíamos, Arturo, al parecer los luqueños mantendrán una vez más la categoría, a veces terminan en mitad de tabla y a veces cerca de la cola, pero seguimos vivos en la primera división. Así transcurría la vida del plantel, ésta era su rutina cíclica, hasta que de golpe todo cambió.

Continuará...


Javier Viveros (Asunción, 1977). Es Licenciado en Análisis de Sistemas e Ingeniero en Informática. Publicó los libros de cuentos La luz marchita, Ingenierías del Insomnio y Urbano, demasiado urbano, así como también los poemarios Dulce y doliente ayer, En una baldosa, Panambi Ku’i y Mensajeámena (poemas a ras del saldo).
Su último libro, Urbano, demasiado urbano, agrupa diez cuentos donde se respira el smog de las ciudades y puede percibirse esa “alucinación en marcha” de la vida moderna. El cuento “Misterio JFK” del libro mencionado, resultó finalista entre 4.735 textos participantes del Concurso Internacional “Juan Rulfo”, en su edición del 2009. Dicho concurso está organizado por Radio Francia Internacional, el Instituto de México en París, el Instituto Cervantes, la Casa de América Latina, Unión Latina, el Colegio de España en París y Le Monde Diplomatique (España).
El blog del autor: http://javierviveros.blogspot.com y su e-mail: jviveros@gmail.com

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