lunes, 21 de abril de 2008

La Palomita



Por Claudio S.

-Claro, lo contás hoy y nadie te lo cree, viejo- le rezongué a Tito.
-Y bueno, si les creyeran a todos los que dicen haber estado ese día en el Monumental, tendrían que haber habido, por lo menos, doscientas mil personas, che- le insistí tratando de mostrar mayor convicción en mis palabras.
-La cosa es que yo estuve, viejo. Y ese recuerdo no se me borra más-. Le volví a decir a Tito, que me miraba con cara de no creerme nada.

Yo había cumplido catorce años unos días antes. Justamente ese día me vestí con ropa que me habían regalado para la ocasión. Lo recuerdo muy bien: camisa amarilla y vaqueros azules.
Ese día domingo, almorzamos temprano. Fuimos con mi viejo a comprar pastas y ya a la altura de Avenida Del Tejar y Republiquetas (hoy Av. Balbín y C. Larralde) se veían pasar los vehículos embanderados en dirección al Monumental. ¡Que mañana!, ¡Qué emoción!, ya se percibía la fiesta futbolera que en algunas horas se iba a vivir. Yo sólo quería almorzar rápido y salir para la cancha.
En las inmediaciones del estadio, todo era fútbol. Claro, transportado desde 300 kilómetros. El clásico rosarino, se debía jugar en cancha neutral, y se trasladó a Buenos Aires.
El partido fue un sufrimiento, mucho nervio, había mucho en juego. Los dos cuadros tenían muy buen equipo, pero seríamos nosotros los que nos alzaríamos con la victoria. El gol de Central, con aquella tan recordada palomita de Aldo Pedro Poy, fue una postal en sí mismo. Encima, el gol fue en el arco de Figueroa Alcorta, en donde nosotros estábamos. Fue 1 a 0 y final.
Mi viejo, como tantas otras personas, hinchas de muchos años, lloraba de la emoción. Otros besaban las gradas del Monumental en señal de agradecimiento.
Ese día nos compramos una bandera gigante, y salimos del estadio a festejar. Pocas veces recuerdo haber visto a mi viejo tan contento. Si bien era un partido que clasificaba para la final, el triunfo contra el clásico rival, tan lejos de casa, era una reafirmación del gran momento que vivía nuestro club. El logro se vería corroborado unos días después con el triunfo por 2 a 1 en la final contra San Lorenzo. Rosario Central Campeón Nacional 1971.
De la famosa palomita mucho se ha hablado. Todos los años se festeja con la presencia de Poy, que invariablemente cabecea el balón para rememorar el fantástico gol. El mismo Negro Fontanarrosa, a su vez, escribió uno de sus más memorables cuentos, titulado "19 de diciembre de 1971", en el que su protagonista, el viejo Casale, es secuestrado y llevado a presenciar este partido.

-Tito ¿en serio que no me crees que estuve en la cancha ese día? le pregunto a modo de súplica, él me mira, calla y pone cara de "a mí no me vas a hacer el cuento".
No lo culpo, si hasta el mismísimo Poy, hace unos años atrás, el día que lo conocí y le conté que yo había estado el día de la Palomita, me miró y me dijo con maliciosa simpatía -Con vos ya son doscientos mil uno.

2 comentarios:

Vanina dijo...

Lindo Claudio!! como lo poco que he conocido tuyo, uno se va a la historia cada vez que la lee. fabuloso tener esa capacidad de narración. se te va a extrañar los jueves con alguna de tus historias. te estaré buscando por estas páginas virtuales.
abrazos

Sebastián Zaiper Barrasa dijo...

Recién hoy me di el tiempo para leerlo.

Muy bueno!

(y eso que yo de fulbo no entiendo nada!)